La Jornada Semanal, 10 de febrero del 2002                           362
(h)ojeadas

La poesía de Juan Bañuelos

Ángel José Fernández

Juan Bañuelos,
El traje que vestí mañana. Obra reunida,
Plaza y Janés,
México, 2000.

Con el apoyo sustancial de Gorki, en 1960 Juan Bañuelos redactó el preámbulo "Sobre la tierra" a Puertas del mundo, su primer libro impreso, también su "primer testimonio" público como hombre comprometido con la realidad social de su entorno. Entonces como ahora afirmaba inclinarse "por una poesía de visiones", en tanto que estaba convencido, aun en la madurez que ya ostentaba poco antes de cumplir los treinta años, de "que lo real es lo que crea la imaginación" y no al contrario, como muchos, frente a su tacita de cristal, se han imaginado. Dicho arranque estético parecía contradecir otra de sus afirmaciones allí expresadas, ésta de carácter ético, pero a la que ahora le ha fundado coherencia: que entonces como en el presente, "que en su vida, pues" –como se habla en Chiapas–, le había tocado "vivir los años del desorden, el atropello y la catástrofe más desorientadores del hombre".

Cuatro décadas después, tras toda una vida poética de por medio y frente al compromiso del diario vivir, no ha hecho sino reiterar, ahondándolo, al juntar su obra con la venia de César Vallejo –que no de Neruda– en El traje que vestí mañana, y que en 1960, al abrir fuego con su palabra, con la palabra impresa, sólo se podía presumir, porque era, apenas, un impulso que tiraba adelante, y que a una distancia de medio siglo continúa tirando, sólo que ahora, más que mirar hacia el futuro, mira hacia un presente eterno.

Ahora sabemos, sólo gracias a la publicación de Giros en liras y, en general por el contenido de la sección "Vecinosinconjuntos", que abarca obras anteriores a las que incluyó Puertas del mundo, es decir, que, con la aparición tardía de sus poemas primerizos es posible que podamos vislumbrar la educación del joven aspirante y observar el compromiso temprano adquirido por Bañuelos: buscar –el poeta había dicho entonces: "saquear el tesoro del idioma"–, y hallar, en consecuencia, "la palabra justa"; esto es: su materia prima, que desde un principio cobró en el escritor la conciencia compartida con el lenguaje y con la aspiración social de su pueblo, en particular la de los más desprotegidos, presidiarios de sangre y que por la sangre ancestral reclamaban, sin encontrar a cambio una respuesta.

La edición de El traje que vestí mañana, aparecida en la primavera de 2001, nos permite hacer un ajuste necesario: el de la reconstrucción, desde todo punto de vista, de una obra poética total, pero que con el libro pueden verse, por fin, las etapas de su propia construcción, desde las bases de la hechura hasta los resultados materiales, dignos de medida, aprecio y juicio. Ya no es, la de Bañuelos, obra poética en fermento y tránsito: es obra definitiva, aun sin dejar de transitar, fruto en agraz, aporte a las letras y a la cultura, por encima de toda frontera, incluyendo la ideológica y destruyendo, con aquélla, toda posible desunión que separe al poeta del ideólogo.

Y ahora que está aquí la mayor parte de una obra y de un hombre, pueden vese los caminos, las luchas, las rabiosas alegrías, las ternuras más tristes, el sinsabor que es suma de los sabores mayormente recordados. ¿Cuáles han sido y son los temas de Bañuelos? Los temas poetizados del hombre: ciudad y campo como contradicciones persistentes, como la de la pobreza y la de la fertilidad frente al asombro; y allí y desde allí el día y la noche, con ese otro tema oscuro que subyace: la razón dual de la muerte; el día que camina y, más que la noche que sueña o la noche en sentido puro, la del desvelo y su inquietud, que es espera y ausencia, fidelidad y ruptura, donde nunca ha de obstinarse la opción de la deslealtad. Poeta del sol y de la luna y, con ellos, los astros del saber y de las mitologías, un grito de animal, metido en un cuarto y con los ojos abiertos, una rosa en la entraña: todo aquello que se vuelve a inventar, sin parodia, sin olvidarse de la realidad, frente a los precipicios, sean esencia o escabrosa catástrofe que se ha sufrido a través de la caída, por medio de la escalera de la represión, el desamor o por la del más preclaro de los silencios.

Bañuelos –dijo Octavio Paz en 1966, antes de que la denuncia pasara a sus hechos– "es el trueno". Sí. Pero, además, es vigor, es furia, es dolor, es desasosiego real, más sensible que simbólico. Su voz por ello ha sido y tendrá que ser plural, y también por ello ha evolucionado: del dolor individual corre al social, y en éste halla su reflejo; del dolor citadino va a los hombres de la selva, de donde ha ido y venido, y hasta donde llega para cantar, con su voz más personal, la que es el grito de los oprimidos; no es el suyo, sin embargo, un grito panfletario: es expresión en torrente, una voz compuesta por muchas voces, sin eco, desgarradoras, pero también tan escuetas como ricas, porque con ellas se recupera la invariable, verosímil dignidad.

Si comenzaba a ser este dolor una presencia en muchos de los poemas iniciales de Juan Bañuelos, esta voz ritual pasó a ser esencial en Espejo humeante, volvería a la carga en los poemas que abrirían uno de sus libros más entrañables: Destino arbitrario, ya que, con ellos, Bañuelos conseguiría verdadera consagración, que redundaría ahora, con su libro reunido, primero en Coyote Azul con guitarra –una voz, además, tan inédita como esperada por sus lectores–, donde aparecería la voz heteronómica del otro con la dotación de una vida compleja y con cuya suma habría de consagrarse, primordialmente, en Nómadas de la aurora boreal, otro de sus libros inéditos. Ha construido el poeta, con las alforjas llenas, el canto, que ya había manado de fuentes tan diversas como el rostro de una muchacha o el cañón del Sumidero, en tanto que visiones brotadas de lo suyo. Es poesía que ha llegado a la sencillez de la complejidad que resume, por ejemplo, en dos de los poemas de su último libro: "Estelas de los confines" y "El descenso de Tzots Choj", donde los protagonistas han surgido de la tradición para llegar a ser y sentirse "hombres verdaderos", y que Bañuelos ha recuperado para el Occidente incrédulo a través de su andar y sus rituales mágicos.

Extraño, sin embargo, un par de aspectos, dos ausencias o silencios en El traje que vestí mañana: aquella voz de aliento que le diera el impulso, en primer término: la calidez humana y la complicidad igualmente humanitaria de su colega y guía de su generación, Agustí Bartra, que había sido hermanable al par que detonadora y que ahora no ha sido siquiera mencionado en los apéndices del libro como, por el contrario, ha surgido como reiteración y anhelo –desde un más allᖠla inclusión de los conceptos que sobre un incipiente Juan Bañuelos apostaría para la consagración Rosario Castellanos.

Y con Bartra ausente habría de devenir aquello que había comenzado en 1958 y que en 1960 diera pie a una generación que había estado unida por "amistad y coincidencias", que diera a las letras mexicanas un respiro entre tanto vacío, y que de un tiempo a esta parte, al parecer, ha terminado por romperse. Me refiero, desde luego, a lo que hoy es una generación prendida por alfileres, unida sólo en el papel de lo histórico-literario: La Espiga Amotinada, a sus libros colectivos, el primero de los cuales nominaría al grupo, y a la reiteración que diera origen a otro libro comunitario: Ocupación de la palabra, impreso cinco años después de aquél, en 1965.

Y mi extrañamiento es porque ambos libros irrumpirían con su fuerza en el silencio –diría más: en el letargo– de las voces acalladas de la poesía en México, y porque su mensaje social y poético presagiaría –como sabemos– el parteaguas histórico que amanecería con la primavera de Praga, luego en las calles de París y pronto en toda la Europa asediada por los rescoldos de la segunda guerra mundial, y que tuviera en el 2 de octubre de 1968 su domicilio en México: "su hora de los allanamientos" –como ha dicho el poeta–, que diera lugar a la barbarie y a la represión, junto con su recetario de angustias, de violencia y de muertes que han escondido los cobardes, y con cuya lección hemos empezado a vivir, de cara al mundo, como consecuencia de una de sus verdades más intensas: nuestra aún parvularia transición democrática, que ha surgido con base en el respeto por las diferencias de opinión y de creencia.

Fuera del extrañamiento aquí señalado, lo inmediato sería afirmar, desprovisto de todas sus orillas circunstanciales, lo que en sí mismo significa el libro de Juan Bañuelos para la literatura en castellano. De entrada, una sana desaparición: la de los límites caseros, estorbosos por definición, ya que deberá ubicarse, mal que a muchos pese, en los ceñidos terrenos universales, a los que sólo tiene acceso la poesía, así, sin adjetivos. Esa ha sido su vocación y ese ha de ser nuestro premio como lectores, en la medida en que Bañuelos se resistió, por largos años, a publicar lo que nos tenía prometido y que no había querido arrojar al espacio público junto con todo su consciente dolor. Por fin tenemos una versión impresa confiable de "No consta en actas", quizá su poema más conocido, repetido, cantado, escrito inclusive en las paredes, y por ello mismo quizá su texto más malversado, tergiversado por las voces anónimas que lo repetían como propio y, además, en la medida en que se editó en versiones no autorizadas, quizá se trate asimismo de uno de sus poemas más alterados, traicionado por las bienintencionadas imprentas piratas y clandestinas, que lo hicieron volar tal las luces de bengala indicadoras en la Plaza de las Tres Culturas.

Y a la par de "No consta en actas", la obra reunida de Bañuelos pone en circulación otros libros inéditos o en trance de escritura, pero que son de suyo imprescindibles; verlos editados nos refresca con la emoción de volvernos a encontrar con Espejo humeante, agotado casi a raíz de su inmediata publicación, en 1968, luego de haber sido premiado en Aguascalientes, y con la de toparnos con Destino arbitrario, que se editara ya hace mucho, en 1982, bajo la supervisión y el buen gusto tipográfico de Mario del Valle, y del que se hiciera un corto tiro, lo que implicaba en gran medida haber pasado inadvertido para los lectores. Vista en su impresionante conjunción, escogidos los materiales de un libro condenado al cajón: De solación del bosque, del que Juan Bañuelos ha exonerado únicamente algunas de sus piezas, y dados a conocer en gran parte sus materiales inéditos: algo así como la mitad de su poemas: su opera omnia y, quizá, la mejor parte, ya se puede, sin embargo, establecer un balance y acomodar las piezas en su orden lógico: estamos pues, de hecho, frente a una lectura que nos brinda una grata revelación: la de estar, por fin, frente a un poeta de grandes ligas. Ha pasado con Bañuelos, realizadas las enmiendas que he consignado, lo que en su momento ocurrió con los papeles de Boscán y Garcilaso puestos en las manos del divino Herrera: las páginas de Juan Bañuelos han revivido, están presentes y gozarán por siempre de buena salud.

Y si ligar y re-ligar implica un tono amable de la antiquísima religio, en tanto que comunión, lo que a la vez implica un volvernos a congregar o un volver a unirnos, quisiera subvertir, agotados los temas, que los textos de Juan Bañuelos no han de ser otra cosa que productos humanos, para, enseguida, pasar al capítulo de las aportaciones para nuestra cultura: el poeta ha hecho posible el vínculo para con lo soterrado, gracias a la recuperación de ese universo que nos tenía ajenos y de cuya riqueza no participábamos, por haber estado en el limbo de la marginalidad, cuando no en el rincón del desconocimiento. Hay en El traje que vestí mañana medio siglo de obra, el que abarca la mitad del último del milenio y el primero de nuestra añorada posmodernidad comenzada a vivir •


P O E S Í A


Mujer demonio

Iván Cruz Osorio



Sharon Olds, 
Satán dice
Ediciones Igitur, 
México, 2001.

William Blake dijo que John Milton, como verdadero poeta, estaba de parte del Diablo, aunque el mismo Milton no lo sabía, esto en relación con El paraíso perdido. Desde entonces Satán se convirtió en un concepto de gran importancia, dicho en palabras de Octavio Paz: "Satán se transformó en una figura que participa del heroísmo altruista de Prometeo, la osadía de Ícaro y el amor a la libertad." Este Satán que rompe la oscuridad con una promesa de redención, el Satán de John Milton, fascinó a los románticos y a sus herederos.

Uno de estos herederos es Sharon Olds, que según la leyenda que ella misma ha difundido, después de graduarse de Stanford y tras acabar el doctorado en la Universidad de Columbia, cerró un trato con Satán (no el Satán de la Biblia, sino el de El paraíso perdido). En este trato, Olds renunciaba a todo lo que había aprendido en sus años universitarios, a cambio de poder escribir poemas verdaderamente personales. El resultado del trato fue Satán dice.

Satán Dice es una perspectiva que aborda los temas eróticos dentro del ambiente familiar. Es desgarrador, tierno, circundado por una gran carga sexual. Esta obra desmitifica y transgrede los tabúes sexuales dentro de la familia, que socialmente han sido impuestos. Este poema introduce primeramente el elemento subjetivo, el yo del poeta, el yo como personaje y luego, como dijo Antonio Machado: "Se canta una historia y así se cuenta una melodía."

Sharon Olds se convierte en espectador y personaje activo para de esta forma ofrecer testimonio de las relaciones paterno-filiales descritas desde su mismo cuerpo, y describir emociones con palabras e imágenes hasta cierto punto obscenas pero indudablemente acertadas: "Estoy encerrada en una cajita de cedro.../ Satán se acerca hasta la hermética caja y me dice: Te sacaré. Di/ Mi padre es una mierda. Digo/ que mi padre es una mierda y Satán se ríe y dice: Se está abriendo./ Di que tu madre es una alcahueta./ Mi madre es una alcahueta. Algo/ se abre y rompe cuando lo digo."

Olds busca ese principio de la materia sexual y lo encuentra no en el seno materno, sino desde el óvulo y el esperma, desde la célula; eso es lo que simboliza la caja de cedro, la célula del principio sexual. En esta búsqueda, Olds transmite su angustia y consigue exorcizarla mediante la evocación de sus padres puestos en línea directa con las palabras e imágenes prohibidas de su sexualidad.

Sharon Olds, como mujer, escribe su forma de ser erótica, su forma de querer ser penetrada y de penetrar; toma entonces desde su posición de mujer las riendas de la sexualidad que hasta ahora se mantenían en el lado masculino. 

En este describir desde su cuerpo, Sharon Olds se involucra primero en un reconocimiento del saberse mujer como cuerpo erótico y después se explora en el conocimiento de ser hija y amante. Partiendo de aquí se puede inferir el porqué de las divisiones de Satán dice, separadas en Hija, Mujer, Madre y Viaje.

Los poemas en sí mismos se ofrecen, se abren a una desnudez totalmente sexual con un verso íntegro que sólo rompe su fluir en los contundentes adjetivos que retumban en los oídos y en la conciencia del lector. Igualmente en estos poemas abundan las metáforas y los símbolos mientras que disminuyen las descripciones y la narración. En cada palabra Sharon Olds desnuda al lector y libera a sus propios demonios; de esta forma el "yo" de la escritora dentro del poema pasa a ser el "nosotros". Y todo esto dentro de una visión femenina que despierta esa condición en el lector. La poeta exhibe fríamente los roles familiares, y principalmente el rol de la mujer dentro de la familia. Rol donde ella misma como mujer pasa de ser la protagonista a simple subordinada, mientras transcurre el itinerario de hija a mujer a madre y luego al último trecho, el viaje: "Veo, a través de la negrura impregnada de cedro,/ el borde de una gran bisagra abierta./ Di: la polla del padre, el coño de la madre, dice Satán, y te sacaré./ El ángulo de la bisagra se abre/ hasta que se ve el contorno del/ tiempo antes de existir yo, cuando ellos/ yacían abrazados en la cama. Cuando digo/ las palabras mágicas, polla, coño,/ Satán dice suavemente, Sal de ahí." •


C U E N T O

¿Quién dice que el cuento 
ya murió?

Federico Urtaza

Sergio Ramírez,
Catalina y Catalina,
Alfaguara,
México, 2001.

Este lector entró en el universo del cuento digamos que por error de cálculo: como le gustaba mucho el cine comenzó a escribir textos breves que suponía sinopsis, pero que pronto un amigo le dijo que eran cuentos y otro, más tarde, le dijo que le parecían cuentos, sí, pero como semillas de películas. Como quiera que sea, el lector poco a poco dejó de escribir cuentos y, civil como Borges, optó por cultivar el género como maniático lector.

Fue así como en los setenta, gracias a antologías como la de Seymour Menton y la Miguel Donoso Pareja (forjador de generaciones) y a la labor de Edmundo Valadés (padre de forjadores de generaciones), el lector se acercó a narradores latinoamericanos nuevos y no tanto, entre ellos Sergio Ramírez, un nicaragüense que tuvo la ocurrencia de matar a Charles Atlas.

En el relato en cuestión, un lumpen de esos que siempre se hallan arrimados a los invasores o a quienes los invitaron, encuentra la oportunidad de conocer a Charles Atlas, el personaje que muchos conocimos a través de los anuncios en los cómics, y alentó nuestra sed de reivindicación pre-schwartzeneggeriana (¡uff!), que resultó ser un vejete agónico nutrido del más vital espíritu empresarial. La historia, que bien puede ser encuadrada en el género de horror, refleja una tal cantidad de energía imaginativa y un oficio de cuentista que produce escalofríos adicionales (de admiración y envidia).

De ahí en adelante, leer al doctor Ramírez implica anotarse un tanto a favor en el marcador de las experiencias agradables. Como narrador y cuentista (un poco menos como ensayista y mucho como articulista), el nicaragüense reivindica el goce del idioma y el desafío de la inventiva. Si hicieran falta pruebas, cualquiera puede acudir a su nuevo cuentario, Catalina y Catalina.

Debo decir que de los once cuentos, mi mente no dio como para entender el denominado "Vallejo", que me pareció más del lado de los afectos resucitados que de la eficacia literaria; en fin, quede esto bajo mi más estricta responsabilidad , y que los demás lectores disientan si les parece conveniente. Por lo demás, la decena de historias restantes gratifican al fan del género y son una muestra clara de que ni los medios ni la perversidad docente le pueden restar vida a un idioma que hablan tantos que me abruma la cifra y el pasmo consecuente me impide recordar con exactitud (pero son muchos, eso sí).

Si alguien todavía tiene dudas, que lea la sorprendente historia de la giganta Teresa, por cuyo interior ha pasado toda una familia, o la de una venganza futbolera de tragedia griega, o la del ajuste de cuentas también futbolero de tragedia política, o la del auge y caída de un beisbolista local que para morir espera la aparición de Casey Stangel, que deberá preguntarle: "¿Estás listo, muchacho?", o las dos de amores y descubrimientos dolorosos (creo que las mejores y más próximas al género negro), o la de esa familia cuyo padre avaro dejó una fortuna que pronto botaron para arrumbarse junto al otrora suntuoso Cadillac, o la del empleado que llora inconsolable la muerte de la princesa Diana, así se quede sin empleo y deje desprotegida a su hija, o la de la viuda Carlota cuyo orinal aparece con indubitables meadas de varón, o la que le da nombre al libro, la de la madre Catalina y la hija Catalina en donde la primera abandona a la segunda y a su hermano y al marido y luego, en el revoltijo de la guerra, trata de recomponer lo que la hija determina descompuesto para siempre...

En fin, lector, vicioso o no, lea estos cuentos de Sergio Ramírez, déjese de remilgos y olvídese de que la vida es seria y sólo vale la pena leer la prensa; encuentre en la imaginación los elementos del desastre y las semillas de la esperanza. O nada más diviértase, eso sería ya suficiente •


N O V E L A


La vida es un libro abierto

María Gabriela 
Zamudio Demerutis

Mario Calderón,
Destino y otras ficciones,
Daga Editores,
México, 2001.

Nelly y Karina se acercan a su profesor para proponerle que adivine sus destinos. El maestro accede y comienza a hacer un análisis, apoyado en las teorías de dos grandes psicólogos y psiquiatras modernos: Freud y su discípulo Jung. Dicho análisis consiste en la interpretación de todo aquello que rodea a las estudiantes en el salón de clases, argumentando que el inconsciente individual y colectivo le da las pautas para conocer los hechos pasados y futuros. Ambas quedan sorprendidas por la precisión con la que él ha respondido, llenando sus expectativas. "No hay magia en lo que hago", afirma, "sólo interpreto los símbolos." Después arguye que no existe nada sobrenatural en lecturas de café y tarot, pues todas siguen la misma ruta del análisis psicológico. 

"Destino" es la clave principal de la obra; el relato que lleva la batuta e introduce la premisa e intención del autor: ¿Somos o no dueños de nuestro destino? Para él, todo está escrito y sólo tenemos la razón para guiarnos por la vida, que no es más que una gran obra literaria, realizada por el arquitecto del universo. Por ello, es sencillo interpretar las señales impresas en la materia y en las metáforas de la cotidianidad.

El ser humano vive dos realidades: La denotativa y la connotativa; es decir, la externa y la interna, en las que se mueve continuamente sin sentirlo. Por ello, los personajes son verosímiles, por estar profundamente estructurados, al vivir en esta continua dualidad dimensional. El lector puede sentirse identificado con los personajes porque se comportan de manera similar a él.

Una sucesión de relatos que nos involucran en temas como el amor, el deseo, la juventud, la rutina y la trascendencia de la muerte, entre otros. El autor narra hechos diversos y, a veces, lo podemos encontrar dentro de la narración, comentando sus propias anécdotas. Entonces, si habla de sucesos verdaderos, ¿por qué ha llamado a su obra Destino y otras ficciones? La respuesta es sencilla: para él, la vida y los sueños están en un mismo plano y por eso pueden interpretarse con la misma metodología: "El sueño y la vida son una misma ficción."

Nombrar es determinar todos los aspectos de una persona o cosa. Como un gran conocedor de la lengua y de las etimologías, Mario Calderón realiza un profundo estudio de nombres diversos, para apoyar su teoría de que todo es parte de un plan de vida literario del que sólo seguimos el guión. El nombre designará también los aspectos futuros de lo que se nombra. "Existen letras con vibraciones oscuras o luminosas", asevera, "y dependiendo de esto, tendremos fortuna o no en nuestras relaciones sociales." Nos lleva por los campos de la arqueología y de la política para apoyar sus tesis sobre la influencia del nombre en el destino.

Lenguaje pulcro, que va de lo científico a lo poético, sin empalagar. Una vasta cultura y un amplio criterio son virtudes manifiestas en la obra. El escritor es un gran observador e intérprete de las señales del mundo, y es por ello que el lector puede poner en funcionamiento sus cinco sentidos al entrar en contacto con el universo del libro. 

Guanajuato, Michoacán, Puebla y la Ciudad de México son los escenarios en los que se desenvuelven las acciones dramáticas, físicas y psicológicas de los muy diversos personajes. La sensualidad también hace acto de presencia en las metáforas de la vida diaria, en la manera particular con la que el autor refiere los hechos íntimos, sin desvirtuar su naturalidad.

Un narrador omnisciente nos lleva de la mano por un mundo de conjugaciones y modos verbales diversos, posibles e irreales. El lector puede encontrarse en la narración en un diálogo directo con el escritor o bien, fuera de la obra como un simple espectador y cómplice de los hechos.

Este constante vaivén dimensional, el destino y los nombres son los tópicos que inquietan al autor y lo llevan a crear teorías. Busca en lo científico aquello que lo metafísico no le puede contestar. La vida es un libro abierto para aquél capaz de interpretar su semiótica : "La lectura del contenido escrito en la forma." •



Teatro. Mujeres en el encierro, de María Morett, autora y directora, con Teresa Rábago, Gabriel Reynoso, Olga González, Dana Berman, Lydia Margules, Claudia Ríos, Gabriel Gallardo y Erando González. Las funciones son los miércoles a las 20:00, los sábados y domingos a las 13:00 horas. La cita es en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz ubicado en el Centro Cultural Universitario, Insurgentes Sur #3000.

Títeres. El grupo Harapo presenta dos espectáculos: Amoratado, para adultos, que se presentará en el Teatro Rosario Castellanos de la Casa del Lago el viernes 15 y el sábado 16 de febrero, a las 20:00 horas, boletos: $50.00 y $30.00 pesos para estudiantes con credencial de la UNAM INSEN. Y Una historia de amor, para todo público, que se presentará hasta el 17 de febrero en el Foro 21 de la Casa del Lago. Entrada libre.

Curso. El Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) invita al curso Guionismo cinematográfico, que impartirá Xavier Robles. El curso se llevará a cabo, durante 10 sesiones, de acuerdo con el método del paradigma Syd Field, en el cuec ubicado en Adolfo Prieto #721, col. Del Valle. El costo es de $2,000.00 pesos, con veinte por ciento de descuento para estudiantes con credencial de la unam actualizada.

Exposiciones. Del corazón al mito, en homenaje a José García Ocejo quien reunirá, por primera vez, más de doscientas obras, de gran formato a la miniatura. La muestra estará abierta al público hasta el 28 de febrero, de martes a domingo, de las 11:00 a las 19:00 horas, en la Galería Central del CENART, ubicado en Río Churubusco y Calzada de Tlalpan, col. Country Club, Metro General Anaya. Entrada libre.

Sebastián. Un recuento de diez años, exposición que para conmemorar los diez años de la escultura El Caballito, de Paseo de la Reforma, organiza el Museo Universitario del Chopo. La muestra permanecerá abierta hasta el 24 de marzo, de las 10:00 a las 14:00 y de las 15:00 a 19:00 horas, en el Museo Universitario del Chopo ubicado en Dr. Enrique González Martínez #10, col. Santa María la Ribera. Informes a los teléfonos: 5546 1245 y 5535 2288.

Sonoridad escultórica, de Gladys Ayub, hasta el 6 de marzo, en la galería Óscar Román ubicada en Julio Verne #14, Polanco, México 11560, DF.

Valses, Boleros, Danzones y Polkas. En el marco del Segundo Festival del Viento, en el ciclo popular de bandas de aliento, se presenta la Banda el Tepeyac, este domingo 10 y los domingos 17 y 24 de febrero, a las 13:00 horas, en la Plaza de las Artes del cenart ubicado en Río Churubusco y Calzada de Tlalpan, col. Country Club, Metro General Anaya.

Música en el IPN. La Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional presenta en su programa #2 de febrero, el jueves 14 a las 19:00 y el sábado 16 a las 12:30 horas, Leonora #3, Obertura, de L.V. Beethoven, Airapí, Concierto de la Paz para piano y orquesta, de L. Velázquez. Solista: Adrián Velázquez; y Sinfonía #2 en Si bemol de F. Schubert. Director huésped: Alfredo Ibarra. Informes sobre este concierto y en general para la temporada de la Orquesta Sinfónica del IPN, favor de llamar al Departamento de Comunicación Social, a los teléfonos: 5729 6005 y 5729 60 00, exts. 50014 y 46005.