Lunes 11 de febrero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Maestros

Dimes y diretes

n Gustavo Santin Nieto

ue el sistema educativo nacional cuenta con más de 300 mil trabajadores de la educación que cobrarían sus sueldos y salarios sin desempeñar a cambio sus actividades frente a grupo; aviadores, los llamarían algunos críticos, quienes además señalarían que los presuntos miembros de una versión caricaturesca de la real fuerza aérea mexicana, incrustada en el sector educativo, ocuparían las plazas con las categorías más altas, y recibirían en conjunto una percepción anualizada mayor a los 3 mil 500 millones de pesos. Que de los 330 mil aviadores, 45 mil corresponderían a los servicios educativos del Distrito Federal y que en promedio en cada entidad federativa existirían casi 9 mil trabajadores de esa modalidad, señalarían las conjeturas y la estadística.
Que la cifra es exagerada y desproporcionada y que no corresponde a la realidad, acotarían otros críticos también, pero con conocimiento del funcionamiento del sistema educativo por pertenecer a él, quienes señalarían en defensa de muchos maestros y trabajadores de apoyo a la educación cuestionados, que la percepción que de ellos tiene la sociedad obedece en mucho y sin negar la existencia de aviadores, al tipo de estructura organizativa de la Secretaría de Educación Pública, insuficiente para hacer frente a las múltiples necesidades derivadas de la instrumentación de programas presidenciales, sectoriales, locales y municipales desempeñados por profesores comisionados en áreas centrales de las secretarías del ramo en la Federación y en las entidades federales, a los que si se otorgara el pago justo por esas actividades educativas, requerirían de un presupuesto infinitamente mayor al que hasta ahora erogan las dependencias por esos conceptos.
Que no existen aviadores en el sistema educativo poblano repetiría hasta el casancio Amado Camarillo Sánchez, Secretario de Educación Pública (SEP) en la entidad, que son sólo trabajadores de la educación en transición de uno a otro centro de trabajo, en contra posición a lo externado por su subordinado Ignacio Alvizar Linares, director de Programación y Presupuesto, quien reconocería, previa investigación realizada por su oficina, la existencia de esos siniestros personajes, y para muestra filtrara una lista a los medios de comunicación, en la que se confundirían comisionados por la dependencia, oficio de por medio como los tienen otros tantos cientos de miles, con ex secretarios generales de la sección 51 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), agraciados, acotaría Melgarejo Palafox, por un reconocimiento originado en la administración de Guillermo Jiménez Morales, legitimado por acuerdo de la legislatura local en la ratificación del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal de 1992, en el que reconoce como derechos inalienables de los trabajadores de la educación los derivados de los usos y las costumbres.
Sin duda el sector educativo merece, para beneficio de la sociedad y satisfacción de los contribuyentes, una reestructuración al margen de mezquinos intereses personales.