Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 12 de febrero de 2002
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Política

José Blanco

Globalización sin neoliberalismo

Frente a la catástrofe en curso en Argentina, el FMI dijo sin rubor: "nos equivocamos". Pero no han dicho más. ƑEn qué se equivocaron? No sabemos su propia repuesta de fondo. Y no la sabremos, a juzgar por el perfil del programa que espera del gobierno argentino: una variación más de más de lo mismo. Los países desarrollados se han apresurado a pedir a Argentina que no abandone el marco de las políticas dominantes fondomonetaristas, que no son, en realidad, sino la prescripción estadunidense de las políticas económicas que quiere para los demás países, aunque Estados Unidos mismo, en un contexto recesivo y con un gobierno de derecha, haya vuelto a abrirle los brazos pragmáticamente a un sinnúmero de políticas keynesianas típicas del intervencionismo estatal.

Todo parece indicar que el gobierno estadunidense no cambiará su decisión acerca de las políticas económicas que ha de seguir el mundo subdesarrollado, guardadas celosamente por el patrón normativo del FMI, sino sólo de cara a una crisis económica y financiera de magnitud hoy insospechada. Para Estados Unidos y el FMI, la debacle social argentina es apenas una variable externa al marco macroeconómico. La división del trabajo debe funcionar: la tecnocracia subordinada debe mantener la estabilidad macro; los políticos, la policía y los militares, encargarse de la revuelta social.

Hoy, como nunca antes, la globalización obliga a mantener la estabilidad macroeconómica, so pena de entrar en brutales procesos de crisis económica y financiera que en México nos son ampliamente conocidos. Tal estabilidad debe ser alcanzada en un marco de apertura comercial y financiera, de desregulación creciente y de privatización de las empresas públicas generadoras de bienes y servicios.

Para el FMI y para el gobierno estadunidense, más allá de la estabilidad macroeconómica no hay nada. FMI y gobierno gringo continúan férreamente atados a la convicción de que la estabilidad macro en las condiciones señaladas acabará por traducirse en bienestar social. La historia de los últimos veinte años no les ha enseñado nada, ni siquiera la hecatombe social, política y económica argentina.

No está mal que la globalización orille compulsivamente a multitud de gobiernos del mundo subdesarrollado a la responsabilidad financiera de que han carecido por décadas. Pero sin un Estado activamente interventor no habrá crecimiento sostenido y redistribución del ingreso que urgen como el oxígeno a ese mismo mundo.

Quiero significar con esa tesis que globalización y fundamentalismo neoliberal son dos cosas harto diferentes, que globalifóbicos y globalifílicos han vuelto una sola. El fundamentalismo neoliberal de Hayek y sus discípulos (significadamente Milton Freedman y la señor. Thatcher) es en gran medida una construcción ideológica. La globalización es un proceso histórico objetivo. El neoliberalismo ha usado la globalización como pretexto para avanzar sus propios fines y creencias.

La expresión más fuerte de la globalización es la interdependencia de las esferas financieras, ampliamente favorecida por las nuevas tecnologías de la informática y la comunicación. Si el dinero hoy es dinero mundial, el espacio para la política monetaria nacional se restringe seriamente (en algunos casos hasta desaparecer por decisión propia, como en Argentina). Ello, obviamente no significa que no pueda y deba haber una reforma sustancial de la arquitectura del sistema financiero mundial.

La producción de bienes y servicios hoy se halla globalizada a través de redes productivas conformadas con alrededor de 53 mil empresas multinacionales y sus 415 mil empresas auxiliares, que emplean a 200 millones de trabajadores (de los 3 mil millones de personas que trabajan en todo el planeta), pero en dichas redes se genera 30 por ciento del PIB global y dos tercios del comercio mundial. Ello, obviamente no significa que no pueda y deba haber, en México por ejemplo, una política industrial -hoy inexistente-, que articule de la manera más racional a los sectores productivos mexicanos.

La ciencia y la tecnología están globalizadas en redes de comunicación y cooperación, estructuradas en torno a los principales centros de investigación universitarios y empresariales. Pero ello no impide que, a través de decisiones de Estado -política hoy en México inexistente-, se fortalezca y amplíe sustantivamente la educación superior, los centros de investigación y la articulación de la investigación aplicada con la esfera productiva. El mercado de trabajo de ingenieros y técnicos altamente especializados está también globalizado, pero mucho podríamos hacer para retener en México a los que aquí formamos.

Sí, otro mundo es posible. Este producto histórico de siglos que es nuestro mundo globalizado de hoy, puede ser cambiado. Para ello es necesario derrotar al fundamentalismo neoliberal.

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