Miércoles 12 de febrero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Hasta adentro

Escenografía para vivir

n Marko Castillo

Se puede imaginar una casa sin paredes, un mar sin humedad, a Puebla sin iglesias, un carnaval sin norte, o una Biblia sin Jesús? (como dice connotada canción que sirve para azotarnos en nuestras noches de desesperanza).
Si es capaz de imaginar todo esto, entonces puede comprender la importancia que un escenógrafo tiene para las artes escénicas.
Se habla mucho acerca de la angustia de los actores al encararse al público dentro del fenómeno teatral o de los directores ante la diletancia o falta de entrega de los componentes de un equipo, del desvelo del dramaturgo hasta acertar con el libreto adecuado. Pero, a la hora del montaje, ¿qué sucede cuando no tenemos a este creativo que es elemento fundamental en el momento de levantar una puesta en escena, al que llamamos escenógrafo?
Cuando somos pequeños (en todos los sentidos), y nos invade esa inquietud, por demás general, que es representar una historia, pensamos inmediatamente en el lugar adecuado en el que se va a desarrollar, colgamos una sábana a manera de telón, juntamos varias sillas envueltas en tela verde para significar un bosque, con cartón y trapos confeccionamos el mundo de la ficción (cabalmente efectivo si representamos en la sala de nuestra casa).
Como hacedores de teatro saqueamos abundantemente nuestros hogares (exponiéndonos al grito horrorizado de nuestros familiares a mitad de la representación al descubrir la silla de la abuela como parte del decorado)
Por falta de información, de recursos, o de escenógrafos, los directores asumen este papel, generalmente con pobres resultados (aunque es de suponer que un director tiene el concepto general de la obra y esto incluye la escenografía).
La escenografía, según dicen, es la perspectiva de un objeto desde un punto determinado o el arte de pintar decoraciones escénicas. En nuestro teatro actual va más allá, es nada más ni nada menos que el espacio en donde va a desarrollarse el drama (si usted no tiene una casa para habitar ¿cómo puede vivir su propia vida?), además de ser un personaje vivo lleno de significados cuya sola presencia por sí misma ataca nuestros sentidos para situarnos de manera específica en donde va a desenvolverse la trama, como parte congruente del mundo inventado dentro del escenario.
En nuestra localidad ha habido pocos escenógrafos (que se puedan calificar como tales): Xavier Ibarra, pintor y maestro de escenografía en la Escuela de Arte Teatral de Puebla (autor del escudo universitario de la UAP), su trabajo se desarrolló por los años 60 y 70 del siglo pasado; Víctor Puebla, talentoso todólogo cuyas resoluciones escenográficas son sorprendentes; îscar Santellán, ahora perdido por los caminos de la dirección (los escenógrafos son en mucho directores, pero no todos pueden ser Alejandro Luna); actualmente Jort Moreau, escenógrafo belga avecindado en nuestra ciudad y desperdiciado por los teatreros, y Marco Ragás, prodigioso pintor arrebatado por las artes escénicas.
Pocos escenógrafos a quién acudir, pero que existen, la tarea es comunicarnos con ellos y soñar en conjunto una puesta en escena. El escenógrafo es necesario. Es el idiota que nos hace sufrir y ni siquiera es nada nuestro.
Creo que nuestras autoridades deben promover la profusión de escenógrafos para el buen espacio en donde se despliegue el teatro.