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Carta desde el corazón de la tiniebla americana

De Profundis

Uno se sorprende, en un grado que llega al pasmo, cuando considera a todos esos millones de seres que hoy proclaman pertenecer al linaje espiritual del individuo conocido como Cristo. Si alguien llegara del espacio exterior y describiera la vida de este planeta durante el último siglo o un poco más, bien podría decir lo siguiente:

 
Los cristianos son los humanosmás ricos y poderosos del Tercer Planeta. Al parecer, son también los humanoides más violentos que hay, pues luego de provocar dos guerras mundiales, decenas de miles de asesinatos y millones de violaciones, asaltos y linchamientos, son el único grupo que ha arrojado una bomba atómica contra otro pueblo, no cristiano. Han sido los únicos en colonizar y esclavizar razas enteras de otros seres humanos (los africanos, de hecho el bulto mayor del mundo no cristiano) y en cometer genocidios a escalas no superadas aún (contra los indios americanos o los judíos europeos, por mencionar dos ejemplos). Una de sus naciones, en la que se han establecido el mayor número de cristianos, llamada Estados Unidos, apresa y encarcela la mayor cantidad per cápita de individuos, comparada con cualquier otro Estado-Nación del mundo. Sus habitantes destruyen, sin restaurarlas, inmensas extensiones de tierra, con el único fin de asegurarse grandes cantidades de un papel que llaman "dinero". En sus ciudades hay muchísimas personas que viven en la calle, y los llaman homeless.


Esta perspectiva extraterrestre pareciera burlona, por supuesto, pero nos permite hacer preguntas que desafían a esa fracción del género humano que reclama para sí el ascendente espiritual del carpintero judío de Nazaret. ¿No es extraño que la mayoría de los pobladores de esta nación, seguidores del cristianismo, se jacten de orar y adorar a un ser que fue prisionero del poder romano, un inquilino de las galerías de la muerte del imperio? ¿Que aquel a quien consideran la personificación del creador del universo fuera torturado, humillado, azotado y crucificado en un pedazo de tierra baldía en la periferia del imperio, el Gólgota, "lugar de esqueletos"? ¿Que esa mayoría de pobladores, autodenominados seguidores del dios crucificado, apoyen estrepitosamente la ejecución de Estado de millares de sus ciudadanos encarcelados? ¿Que la abrumadora mayoría de sus jueces, fiscales y abogados, esos que persiguen, entregan y condenan a sus acusados, se proclamen seguidores del dios desnudo, escupido y encadenado? ¿De quién estamos hablando: el Baal de Babilonia, el Júpiter de Roma, o el Cristo de la cristiandad?

Después de dos milenios, cómo vislumbrar un futuro donde la vida fuese segura, donde los mares, el aire, el mismo sol, no estuvieran amenazados de extinción. Qué lejos el ideal de la realidad. ¿Cuántos de los que tienen a Mamon por su dios verdadero hemos vendido todo lo valioso de esta Tierra admirable por una lustrosa moneda? ¿En cuántos de nosotros la voz de Dios se escucha entre el tintinear de los centavos y el crujir del papel moneda?

Hablo desde la antesala de la muerte en la cárcel de Pensilvania, un infierno brillante, lustroso, altamente mecanizado. En este lugar, oscuro templo consagrado al miedo, altar de la ambición política donde la muerte es un póster electoral, un escalón hacia un puesto público. Aquí y ahora, en estos tiempos oscuros, ¿cuántos de nosotros no estamos formados en las filas de la muerte?
 

Desde las galerías de la muerte,  este es Mumia Abu-Jamal

Traducción: HB


 
 

londres

Estación Bank, Londres. Fotos: Marco Pesaresi

 

De Profundis fue uno de los programas radiofónicos censurados por la Radio Pública que transmite, cada semana, los comentarios del preso político más célebre de Estados Unidos. Condenado a muerte desde el 3 de julio de 1982, Mumia recibió recientemente la "gracia" de que su caso fuera revisado otra vez.

Acusado de un crimen del cual hay un culpable confeso que ni detenido está, este activista negro es, junto con el líder lakota Leonard Peltier, el chivo expiatorio favorito de la FBI y la prueba viviente de que los peores gulag del siglo XXI se localizan al norte del río Bravo, con sucursal reciente en Guantánamo, y tienen por inquilinos preferenciales a negros (afroamericanos), mexicanos y, bueno, ahora también talibanes.

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