Martes 19 de febrero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Marcos a la medida

De jardinero del Edén a capitalista /II y última

n Marcos Winocur

La inmortalidad, amenaza mortal.

Vemos así la multiplicidad de la elección del hombre: ignorancia e inmortalidad, por un lado y, por el otro, la sabiduría y la muerte; ello entraña decidirse entre la felicidad y la desdicha, entre el suave Edén y la áspera Tierra. Asimismo, optar por Dios o "lo Otro" que es el Diablo, elección que resulta a la vez moral: entre el bien y el mal, y que puede también entenderse como la desobediencia del hijo hacia el Padre, en tiempos en que Dios no estaba al tanto de la psicología familiar. Muy bien. Tal es el panorama. Pero hoy al hombre -decía párrafos atrás- le ha dado por hacer trampitas. A ver si la ciencia le proporciona los medios para reconquistar la inmortalidad, y así eludir el castigo divino. Toda la ciencia, toda la sabiduría del hombre, en última instancia, a eso tienden: matar la muerte. Naturalmente, la Medicina. Pero, también el conjunto del conocimiento, la Física, para dar un ejemplo: la electricidad gobierna, sin cuyo manejo no hay aparatos para investigar el genoma humano, el cual parece camino promisorio para dar con las claves del prolongar la vida y ¿por qué no? reconquistar la inmortalidad. Pero no nos vaya a ocurrir lo que nos pasó con la energía nuclear: ha resultado muy efectiva... para el genocidio. Una fuente "inmortal" de energía, todavía no debidamente controlada en su uso pacífico, y la bomba.

Conclusiones
Ahora bien, es difícil creer que Dios no advirtiera la presencia del Diablo infiltrado en el Edén. Y sin embargo, toleró su intromisión permitiéndole se grillara primero a Eva y luego ésta a Adán, sin Dios intervenir. ¿Carecía Dios de radar? ¿Quería poner a prueba al hombre? Esto último es posible, aun cuando nada se pueda asegurar. De todos modos, la presencia destacada del árbol del conocimiento del bien y del mal en el Edén, y la prohibición que lo acompañaba, era ya un buen motivo de tentación, aun sin mediar la serpiente endiablada. Como gustaba repetir Oscar Wilde, "todo puedo resistir menos la tentación".
Si en efecto el hombre fue puesto a prueba... ya sabemos los resultados. Desde el relato bíblico, se plantea como un ser librado a la propia elección, y responsable de ésta, él y sus descendientes. Es ya una óptica existencial donde elegir es elegirse. Que la decisión humana sea convertida en pecado original y se afirme que desde entonces el hombre lucha por redimirse, es ya otro cantar, específico del cristianismo. El jardinero del Edén -pues a su cargo lo puso Dios- devino el ciudadano de la Tierra para quien el trabajo fue maldición. Y lo sigue siendo hoy, cuando en manos del hombre está producir el máximo de bienes con el mínimo de trabajo y, sin embargo, el abismo entre los hartos y los "bocas inútiles" no cesa de crecer en el mundo. Cuando el Edén podría construirse para el conjunto de la humanidad. Cuando el universo se muestra proclive a un cierto diálogo, sin olvidar de prevenirnos sobre los límites del actuar humano. Cuando todo eso ocurre, la ciencia, las tecnologías asombran, es una maravilla desplegarlas. Pero... sirven tanto a construir como a destruir. La dinamita, la pólvora, derribó montañas en nuestro provecho e hizo mil veces más sangrientas las guerras. Combatimos las bacterias patógenas y las enviamos por correo. Dominamos la piedra filosofal que trasmuta los elementos químicos y desde el aire rociamos los campos forestados convirtiéndolos en yermos. Envenenamos las aguas, el aire, la tierra. Tumbamos los bosques. Nos vale el sobrecalentamiento de la Tierra y el agujero en la capa de ozono. En una palabra, atacamos ferozmente a la naturaleza sometiéndola a la ley de la ganancia. Todo lo cual significa escupir al cielo, tampoco el asesino se salva. Y hemos dado con la energía nuclear, es suficiente recordar los nombres de Hiroshima, Nagasaki, Chernobil. El balance político tampoco es alentador: no sabemos cómo vivir. El comunismo no sirvió porque impedía el juego del mercado, coartaba las libertades, retardaba el progreso. Fue condenado, está en la prisión del olvido. Pero el banquillo de acusados no está libre, tan pronto se levantó el comunismo, allí se ha sentado la sociedad capitalista.