La inmortalidad, amenaza mortal. Vemos
así la multiplicidad de la elección del hombre:
ignorancia e inmortalidad, por un lado y, por el otro, la
sabiduría y la muerte; ello entraña decidirse entre la
felicidad y la desdicha, entre el suave Edén y la
áspera Tierra. Asimismo, optar por Dios o "lo
Otro" que es el Diablo, elección que resulta a la
vez moral: entre el bien y el mal, y que puede también
entenderse como la desobediencia del hijo hacia el Padre,
en tiempos en que Dios no estaba al tanto de la
psicología familiar. Muy bien. Tal es el panorama. Pero
hoy al hombre -decía párrafos atrás- le ha dado por
hacer trampitas. A ver si la ciencia le proporciona los
medios para reconquistar la inmortalidad, y así eludir
el castigo divino. Toda la ciencia, toda la sabiduría
del hombre, en última instancia, a eso tienden: matar la
muerte. Naturalmente, la Medicina. Pero, también el
conjunto del conocimiento, la Física, para dar un
ejemplo: la electricidad gobierna, sin cuyo manejo no hay
aparatos para investigar el genoma humano, el cual parece
camino promisorio para dar con las claves del prolongar
la vida y ¿por qué no? reconquistar la inmortalidad.
Pero no nos vaya a ocurrir lo que nos pasó con la
energía nuclear: ha resultado muy efectiva... para el
genocidio. Una fuente "inmortal" de energía,
todavía no debidamente controlada en su uso pacífico, y
la bomba.
Conclusiones
Ahora bien, es difícil creer que Dios no advirtiera la
presencia del Diablo infiltrado en el Edén. Y sin
embargo, toleró su intromisión permitiéndole se
grillara primero a Eva y luego ésta a Adán, sin Dios
intervenir. ¿Carecía Dios de radar? ¿Quería poner a
prueba al hombre? Esto último es posible, aun cuando
nada se pueda asegurar. De todos modos, la presencia
destacada del árbol del conocimiento del bien y del mal
en el Edén, y la prohibición que lo acompañaba, era ya
un buen motivo de tentación, aun sin mediar la serpiente
endiablada. Como gustaba repetir Oscar Wilde, "todo
puedo resistir menos la tentación".
Si en efecto el hombre fue puesto a prueba... ya sabemos
los resultados. Desde el relato bíblico, se plantea como
un ser librado a la propia elección, y responsable de
ésta, él y sus descendientes. Es ya una óptica
existencial donde elegir es elegirse. Que la decisión
humana sea convertida en pecado original y se afirme que
desde entonces el hombre lucha por redimirse, es ya otro
cantar, específico del cristianismo. El jardinero del
Edén -pues a su cargo lo puso Dios- devino el ciudadano
de la Tierra para quien el trabajo fue maldición. Y lo
sigue siendo hoy, cuando en manos del hombre está
producir el máximo de bienes con el mínimo de trabajo
y, sin embargo, el abismo entre los hartos y los
"bocas inútiles" no cesa de crecer en el
mundo. Cuando el Edén podría construirse para el
conjunto de la humanidad. Cuando el universo se muestra
proclive a un cierto diálogo, sin olvidar de prevenirnos
sobre los límites del actuar humano. Cuando todo eso
ocurre, la ciencia, las tecnologías asombran, es una
maravilla desplegarlas. Pero... sirven tanto a construir
como a destruir. La dinamita, la pólvora, derribó
montañas en nuestro provecho e hizo mil veces más
sangrientas las guerras. Combatimos las bacterias
patógenas y las enviamos por correo. Dominamos la piedra
filosofal que trasmuta los elementos químicos y desde el
aire rociamos los campos forestados convirtiéndolos en
yermos. Envenenamos las aguas, el aire, la tierra.
Tumbamos los bosques. Nos vale el sobrecalentamiento de
la Tierra y el agujero en la capa de ozono. En una
palabra, atacamos ferozmente a la naturaleza
sometiéndola a la ley de la ganancia. Todo lo cual
significa escupir al cielo, tampoco el asesino se salva.
Y hemos dado con la energía nuclear, es suficiente
recordar los nombres de Hiroshima, Nagasaki, Chernobil.
El balance político tampoco es alentador: no sabemos
cómo vivir. El comunismo no sirvió porque impedía el
juego del mercado, coartaba las libertades, retardaba el
progreso. Fue condenado, está en la prisión del olvido.
Pero el banquillo de acusados no está libre, tan pronto
se levantó el comunismo, allí se ha sentado la sociedad
capitalista.
|