La Jornada Semanal,  24 de febrero del 2002                         núm. 364
Dos poetas

De la ablación emblemática

Guillermo Landa

Primero fue Durán el dominico
quien privó a nuestro sol de su alimento
arrancando las tunas de su pico
hizo pintar serpiente en detrimento

del corazón que atlatocnochtli crece
sobre una piedra cuyo fundamento
fue de nuestra Nación el que merece
nombre y de los mexica asentamiento.

Aquila chrysaëtos chrysaëtos
de cordívora ofrenda se sustenta
y no de cuachtli como se presenta
en moneda sonante y por decretos.

Con la victoria del ideal cristero
sobre indiada pagana ya vencida
en pendones sedeños fue tejida
la rapaz que devora al crotalero

hórrido nuncio del materialismo;
pero con su disfraz de triunfadores
palafreneros del imperialismo
lléganse nuevos los cercenadores

de nacionales símbolos y emblemas:
sin cascabel se queda nuestra couatl
y las diosas terrestres sin dilemas,
la que fuera armígera cuauhcíhuatl

de sus garras ha sido desarmada.
Motivo fue de cruces y blasones
collares, placas, condecoraciones,
ahora insignia resta mutilada.

Irrisión y ludibrio lamentables
de la fortuna la felona treta
causa entre los que somos indomables
ante tal transparencia y no secreta

voluntad de despojo publicista
para dejarnos con grotesco signo
icónico falaz capitalista
en el consumo de un discurso indigno:

Olvidar tradición y nuestros mitos
fácil será caer en la engañosa
ilusión del mercado con sus ritos
bizarros de virtual vida ventosa


Correspondencias

Josu Landa

Volver a pisar la hierba... 

y que se abren los flujos
como si el cuerpo siempre esquivo del horizonte
al fin 
recibiera a uno en su vientre 
muy sangre por dentro 
(pese a lo verde)
y por debajo de lo suave 
a lo serpiente que sube hacia una ubre: 
estrellar la leche uránica de una galaxia 
también en el seno de uno 
(el sueño del Uno), 
sin que la temperatura despilfarre un acento más 
salvo un rubor un tanto moribundo 
como ojo de astro en lontananza: 
el amado nervio de cierto calosfrío:
elongaciones e hinchazones
frotaciones en pose de jadeo
en la mira de algún líquido metálico 
     (mercúrico)
dentro del corazón hecho cinabrio

Palpar la inocencia del torrente 
a sabiendas de que es así como marchamos hacia el blanco
como el agua sobre las aguas 
al disolver el hueso endeble de las olas en trance de suicidio sin fin
como las perlas sobre las perlas de la llovizna
y que el verbo se quede donde debe
(en su nido de silencio y llamas demasiado albas) 
mientras los poros sorben lo que arde
                                     lo que crece:
los humores en unción por el serpenteo abril de esa carne diamantina:
el elemento que ya quisiera 
y uno como en un extremo 
guardando pasos para el instante 
como en un polo 
cuando está escrito que manarán manos
manarán
a deshacer lo que dista entre los cuerpos

Hacer tierra por entre las piernas
               por entre los huesos:
nada de resentir y sí abrirse 
como si nos invadiera la marea sorda e invencible de la simiente
como si nos visitara el relámpago: 
el juego de fuego en la entraña siempre virgen de la aurora
y la resaca de ascuas que nos mira desde la Gran Oscuridad inocula una como ceguera 
por el dulce velo del placer 
por el dulce vuelo entre la sal bruñida y pánica del mediodía 
hacia la cifra-noche donde sembrar palabras sin sombra: 
frutos resplandecientes de lo puro
(en este espejo no suceden cosas más gloriosas que las llamas)
allí donde no nos alcance un dedo estigio ni siquiera trocado en cornucopia
y sin necesidad de cruzar umbrales 
nos inunde el oro intenso del tiempo-luz:
el destello que pare lunas en un astro muerto
y tiemble la tiniebla

Entregar el cuerpo al alma limpia del viento: 
ceder la piel a las huellas de su paso
                a su mano absoluta de trasgo sin aristas
                a su aura de ojo puro 
sin el arco mínimo de un iris
y sin embargo uno con todo lo visible y lo invisible
mientras se expande el aroma del bosque 
hasta la respiración del mundo:
bien en el pecho inocente del cisne
bien en la red de sangre del animal en celo 
y su urgencia de buscar más
                de pedir más
incluso más allá de este aquí 
aunque también comulgue con la hostia de la contención:
el silencio donde flota sin rimbombar la música de la más honda esfera 
a la par del arduo latido de la espera
cuando el tiempo se pasa de la raya
cuando la lejanía sepulta los caballos ya envejecidos del crepúsculo