Alaíde Foppa no quiso salvarse sola, no quiso nunca más volver a ser una fugitiva en su propia tierra.

Alicia Partnoy

 

 


Cuando comencé a internarme en la vida de Alaíde Foppa, a tratar de rescatar su presencia, sus múltiples presencias, leí un artículo extraordinario de Carmen Lugo. De esa "Semblanza" y de la lectura de "Guirnalda de primavera", libro publicado por Alaíde en 1965, surge este poema:

No se puede vivir
Con una muerte dentro:
hay que elegir
entre arrojarla lejos
como fruto podrido
o al contagio
dejarse morir
Alaíde Foppa

Busco el espíritu de esta mujer
y encuentro:
su amor por las manzanas,
su ansiedad de alhelíes sobre el pecho,
los cinco hijos que amasó
su cuerpo
su cuerpo desgajado en la tortura.
Alaíde de alas y de ideas
cuando arrojo lejos de mí tu muerte
se vuelve proyectil
por la justicia.


Al fin de una breve visita a México, donde la solidaridad de Elena
Poniatowska me abriera mil puertas a la vida de Foppa, estoy esperando a la maestra en el living de su casa. Con la mochila llena de historias, me siento pequeñísima ante todas las presencias de Alaíde y crezco de rabia ante su ausencia. De rabia y de un deseo de justicia que comparto con quienes la quisieron. Sé que este será un largo viaje, hay mucho por escribir, mucho por entender. La maestra se demora unos minutos, los suficientes para permitirme abrir la caja de runas, esas piedras chatas y suavecitas que nos ayudan a definir lo que intuimos cierto. Sólo es cuestión de preguntar y yo pregunto: "¿Cómo encuentro a Alaíde?." La piedra que saco al azar, que acaricio y se deja querer resulta ser "Raído". Busco ansiosamente en el librito que descifrará el código. Entre la piedra y el libro leo: "Revisión de la comunicación. Viaje.
Búsqueda. Unión. Aunque este viaje no puede ser compartido es necesario que en este proceso de limpieza y aclaración observe con toda sinceridad las verdades de otras personas; esto le ayudará a eliminar ilusiones que pueden estar proviniendo de sus propios vacíos y fantasías, a colocarlas en los lugares justos y apropiados y a realizar la acción adecuada para que la comunicación empiece a fluir. Significa que es el momento de viajar hacia el interior de sus emociones y de sus formas de comunicación para lograr reunir lo que siente que está separado." Mis emociones, dicen la piedra y el libro. Fui desaparecida allá por la Argentina de la dictadura y sobreviví. Soy poeta y sigo escribiendo. Soy feminista y Alaíde nos dio tanta luz. Soy madre, como ella. Refugiada, exiliada, maestra. Nada está separado. Sin embargo, debo empaparme de todas las verdades, las de Laura, Julio y Silvia, los hijos de Alaíde que sobrevivieron, las verdades de mi maestra Elena, que acaba de entrar y se dispone a compartir mis hallazgos, a ayudarme a confrontar mis dudas, a enseñarme con su ejemplo a encontrar una manera digna y nueva de contar la historia. "Esa sillita me la trajo Alaíde de Guatemala," dice. Una de sus muchas presencias.