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Tiene 43 años, levanta pesas desde
hace 10, en 1990 incursionó en la natación y el basquetbol,
tiene polio en la pierna derecha. Se llama Marina León Pineda.
Ella, como algunas otras mujeres, compite en los Juegos Paralímpicos
y además de vivir el deporte como una forma de retar a la vida
misma, a la sociedad y a las autoridades, se dedica, al igual que sus
compañeras, a las labores cotidianas como el trabajo remunerado,
el doméstico y el cuidado de sus familiares.
Ellas se burlan de la reclusión al mantenerse activas: vienen y
van en sus sillas de ruedas, con sus muletas o el bastón que suple
la visión de sus ojos. Afrontan el miedo a los empujones en el
Metro, a los abusos de las "personas normales". Exigen las condiciones
necesarias para una vida digna, aunque las más de las veces no
sean escuchadas. Algunas han domado ya los instrumentos con los que se
ayudan a combatir su discapacidad e incluso les sacan el máximo
provecho para dar vuelta, "correr" y hasta "brincar",
tanto en los entrenamientos como en las competencias profesionales, o
simplemente para superar construcciones complicadas, baches, escaleras
y demás...
Este puñado de deportistas discapacitadas, que sólo integran
un minúsculo grupo entre los poco más de cinco millones
de mujeres que padecen discapacidad (más de un millón de
ellas sufre problemas severos, según datos del Instituto Nacional
de Rehabilitación) comentan para Triple Jornada cómo se
las han tenido que arreglar para poder salir del aislamiento que produce
la discapacidad, acceder a la educación, al trabajo, a la salud
y a la vida cotidiana, sin dejar fuera su vida sexual y reproductiva.
Todas ellas coinciden en que no existen las condiciones idóneas
para que puedan acudir, por ejemplo, a hacerse un papanicolau, porque
las mesas de exploración son inaccesibles, al menos para las mujeres
con problemas motores, las cuales también tienen dificultades en
sus embarazos y partos, pues no existe atención especializada que
considere su discapacidad. No obstante, se las arreglan para hacer su
vida menos complicada y desarrollar sus actividades sin miedo y con la
mayor normalidad posible.
A Marina León, quien ocupa parte de su tiempo en el entrenamiento
para el levantamiento de pesas --en Sydney quedó en quinto lugar--
le molesta que los hombres piensen que le hacen un favor con fijarse en
ella o tener relaciones sexuales. Le preocupa que para otorgarle una beca
para seguir con su actividad deportiva, le pidan hasta el examen de no
gravidez, porque piensa que se debe respetar su derecho a la reproducción.
Incorporarse a la sociedad generalmente representa todo un reto para la
mujer con discapacidad, sobre todo para aquellas que presentan malformaciones,
amputaciones o dificultades motoras. Ello, explica Irene Torices Rodarte,
coordinadora de Difusión y Relaciones Públicas del Instituto
Mexicano de Sexología, se debe a que las mujeres, en la concepción
masculina, son valoradas sólo por su aspecto físico y no
por sus capacidades. "Es más fácil que un varón
con discapacidad tenga una nueva relación de pareja que una mujer,
porque toda la atención hacia ella se basa en su cuerpo, su belleza
física; en cambio, si un hombre demuestra ser buen proveedor, no
deja de ser un sujeto atractivo para cualquier mujer. En ese sentido es
importante realizar investigación sobre lo que pasa con las mujeres
discapacitadas y su sexualidad".
A esta apreciación, Juana Soto, quien durante los foros para la
creación del Programa para la Igualdad de Oportunidades de la Mujer
del Inmujeres presentó la única propuesta relacionada con
mujeres y discapacidad, agrega: "cuando yo fui a solicitar un empleo,
me lo negaron al verme caminar, me dijeron que no me lo daban porque no
estaba bonita, no tenía un cuerpo bonito y no podía usar
minifalda".
La lucha que tuvo que enfrentar Elizabeth Cámara fue por exigir
su derecho a la educación. Hizo examen para ingresar a la Escuela
Nacional de Maestros, pero a pesar de haber obtenido un buen resultado
en el proceso de selección, no la aceptaron cuando se dieron cuenta
que tenía secuelas de polio; peregrinó por cinco escuelas
y finalmente una la aceptó y así pudo concluir su carrera,
luego puso un jardín de niños "de repente llega la
SEP, me pide los papeles y me dice que no puedo hacerme cargo de él
porque soy discapacitada", explica. Sin embargo, eso no la intimidó
y ahora labora como Monitora Deportiva en el Instituto Nacional del Deporte.
En las Unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER)
que se encuentran ubicadas en el Distrito Federal, están inscritas
12 mil 290 mujeres (39.5 por ciento) y 18 mil 818 hombres, en tanto que
en los Centros de Atención Múltiple, de un total de 10 mil
700 alumnos que padecen alguna discapacidad, cuatro mil 376 son mujeres
menores (40.65 por ciento) y seis mil 300 varones, según datos
de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Yolanda Calderón, preseleccionada del equipo de basquetbol, relata
que se pasó entre nueve y 10 años encerrada en su casa desde
que quedó parapléjica. Por parte de sus familiares había
cierta sobreprotección y querían que no hiciera nada porque
temían le fuera a suceder algo. Ella misma empezó a darse
cuenta que debía valerse por sí misma y aunque al principio
tenía miedo de trasladarse en el transporte público, ya
lo superó y ahora acude a los entrenamientos y a trabajar de capturista
en una tienda de muebles, además de que todos los días se
las arregla para bajar tres pisos del edificio donde vive.
En la casa de Dolores Lamas --también de la preselección
de basquetbol-- no se hablaba de la secuela de polio que ella padecía;
le impedían que corriera y brincara. Su mamá no quería
que fuera a la escuela y, paradójicamente, en estos momentos ella
es la única en su familia que cuenta con una carrera: es química
farmacobióloga. Al igual que algunas otras de sus compañeras,
enfrentó la discriminación laboral. En la Universidad Autónoma
de Guadalajara, después de que estuvo una semana trabajando, poco
antes de firmar su contrato le dijeron que no podía quedarse porque
tenía secuela de polio. Dolores dice que la vida es complicada,
mucho más para las discapacitadas, pero asegura que las mujeres,
con o sin discapacidad, deben seguir luchando para hacer valer sus derechos.
En la vejez, las mujeres tienen más riesgo de quedar
discapacitadas
La edad avanzada, representa un grave riesgo para las
mujeres, pues en esa etapa de la vida es cuando se registra un mayor número
de mujeres con discapacidad. En la edad adulta hay más hombres
discapacitados, mientras que en la niñez, el problema afecta por
igual a niñas y niños, detalló el director del Instituto
Nacional de Rehabilitación, Luis Guillermo Ibarra.
Un parto mal atendido, es el causante de por lo menos 50 por ciento de
los casos de parálisis cerebral del/la recién nacido/a.
Esa discapacidad, aseguró, se puede prevenir si a las mujeres se
les otorga una buena atención y vigilancia durante el embarazo
y el parto.
Los médicos/as están obligados a informar a la pareja o
a la mujer, según sea el caso, cuando existen problemas de malformaciones
congénitas en el producto: "en la actualidad se dispone de
recursos para hacer diagnósticos más precisos y si se está
embarazada ya se puede saber si el producto tiene síndrome de down
u otro problema de discapacidad y en ese caso los médicos deben
informar a la pareja, ellos son quienes finalmente tomarán la decisión"
de continuar con el embarazo o abortar, manifestó. Cabe señalar
que el aborto por malformaciones es legal en varias entidades de la República.
Para la rehabilitación de la mujer hacen falta técnicas
específicas y a muchas hay que proporcionarles también apoyo
psicológico para vencer su timidez y depresión, señaló
Ibarra quien reconoció que en el instituto a su cargo se deben
modificar los métodos y el enfoque sexista de la rehabilitación
que se proporciona actualmente a hombres y a mujeres, pues mientras a
ellas se les rehabilita para que puedan llevar a cabo las labores domésticas
y el cuidado de los hijos/as, a ellos sólo se les "enseñan
cosas más relacionadas con el trabajo".
En México, los programas para la atención de las personas
con discapacidad iniciaron desde 1971 en el Distrito Federal; en 1974
se inauguró el primer Centro de Rehabilitación y Educación
Especial (CREE). A 30 años de ello, no se ha avanzado mucho al
respecto. El programa Convive, promovido durante la administración
del presidente Ernesto Zedillo, que buscaba la integración, inclusión
y desarrollo de las personas con discapacidad a la vida cotidiana, no
dio los resultados esperados.
Aún hace falta concientizar a la población para que exista
una cultura de la discapacidad, así como difundir el trabajo y
las áreas en las que las/os discapacitados pueden acudir a su rehabilitación
para luego reintegrarse a la sociedad, como señala Ibarra.
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