Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 5 de marzo de 2002
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Cultura

Teresa del Conde

Vivir mata

Debo confesar que antes de decidirme a ver ese filme escuché algunos comentarios negativos sobre el mismo. En cambio ocurrió lo contrario con otro que es simultáneo en cartelera: Corazones rotos. Lo cierto es que aparentemente el equipo de Vivir mata es un dream team, pues uno de los productores es Mathías Ehrenberg; Mario Lavista intervino en la partitura musical, la dirección es de Nicolás Echevarría y el guión de Juan Villoro, todos amigos del alma, como quien dice. Hasta Arnaldo Coen está presente a través de la efigie de Emiliano Zapata. Pero no vi la película debido a esa razón, sino a que el protagonista masculino es Daniel Giménez Cacho y deseaba rencontrar en su fisonomía algunos rasgos de expresión propios de su madre, mujer de calidez humana excepcional, además simpatiquísima; me refiero, claro está, a la extinta pintora Julia Giménez Cacho.

Conocí a Daniel como actor cuando protagonizó nada menos que a Jesucristo en Concilio celestial, de Oscar Panizza, bajo la dirección de Jesusa Rodríguez, y todavía recuerdo el regocijo que me produjo aquella primera versión del ''Concilio''. A ese recuerdo, al de Julia y su marido Luis, se suma mi simpatía por las talentosas mujeres de la familia Giménez Cacho y mi afortunada vinculación laboral con Julieta en tiempos relativamente recientes.

La principal protagonista de Vivir mata (desde ahora la voy a recordar como la película de los helicópteros) es la ciudad de México y las tomas desde el helicóptero, con los acercamientos a ciertos monumentos (el de la Revolución, el Angel de la Independencia) están entre los mejores momentos del filme. Eso es lo mejor.

Por otro lado es obvio que la traducción del guión a lenguaje visual no quedó bien, hay muchas incoherencias que no pueden atribuirse de manera simple a ''licencias poéticas'', sin embargo la película se deja ver, las actuaciones cumplen, los tiempos alternados funcionan perfectamente y el viaje metafórico que de forma simultánea se desenvuelve por la ciudad dislocada en un automóvil se constituye en eje plausible.

El vestuario de la actriz principal, Susana Zabaleta -muy guapa y con unas piernas magníficas que no sólo luce en las escenas amorosas- me pareció fatídico, kitsch a morir. Da la impresión de que la vistieron sus enemigos acérrimos (a lo mejor de eso se trataba) con todo y el lucimiento de sus extremidades inferiores. En cambio, Diana Bracho aparece muy propia y guapísima en la breve secuencia que le corresponde. Si lo que se buscó fue el contraste, se debe confesar que quedó logrado.

Pero lo mejor de todo (cuando la película esté disponible en video la voy a comprar para ver la escena varias veces) es la secuencia de la Cabeza de Juárez, en Iztapalapa. Creo que cualquiera recuerda ese monumento monstruoso, pero quizá lo que no se sabe es que fue realizado por el cuñado de Siqueiros, Luis Arenal. Ese capítulo final es una maravilla total y la frase tipo password que se anuncia desde el principio, conjunta de manera estupenda la escena con las demás: ''Las estatuas son héroes para siempre''. Obviamente eso tiene su contrario: los protagonistas del filme nunca serán heroicos.

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