Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 10 de marzo de 2002
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Contra

MAR DE HISTORIAS

ƑEstudias o trabajas?

CRISTINA PACHECO

Por cuarta ocasión Lucia abandona la mesa y se dirige a la cocina. Juan se deleita contemplándola mientras se aleja.

-ƑNo vas a cenar?

-No tengo hambre.

-ƑPasa algo malo?

-Al contrario-. Lucia reaparece en el comedor. -ƑTe sirvo más picadillo?

-Está rico, pero ya comí mucho-. Juan retira su plato, elige un palillo y lo mordisquea mientras analiza la expresión radiante de su mujer: -Te veo rara, cambiada. ƑTe hiciste algo?

-Estoy contenta-. Lucia se lleva las manos al pecho: -ƑTe acuerdas de lo que me dijiste el otro día?

-Te digo mil cosas. ƑA cuál te refieres?

-A que cuando tuviera un proyecto me echarías la mano.

-No estarás pensando en pintar otra vez la cocina, Ƒverdad?

-Es algo mucho más personal-. Lucia se corrige: -Pero no creas que sólo será bueno para mí: beneficiará a toda la familia.

-ƑDe qué se trata?

-Estuve pensando en hacer algo-. Lucia se acerca a Juan.

-Parece una locura y quizá no estés de acuerdo...

-Primero dime de qué se trata, y si funciona šadelante!

-Tendríamos que hacer algunos cambios. -Se hacen y ya-. Juan agita la mano: -Habla.

-Si todo resulta bien necesitaré dejar la casa de tres a siete de la noche.

-ƑAdónde irías?- Juan escupe el palillo.

-A la escuela. Hay dos vacantes-. Lucia contiene la respiración: -ƑQué te parece?

-Bien, muy bien.

-Eres un encanto-. Lucia besa a Juan: -Se lo voy a contar a la doctora Gracida, ella siempre anda aconsejándome que haga cosas. Le va a dar mucho gusto. Mi amor, si supieras cuánto te agradezco que me entiendas.

-No tienes nada qué agradecerme. Al contrario.

-ƑEntonces sí?

-Pues claro...

-Te juro que no voy a descuidar la casa. A ustedes no les faltará nada.

-Tus hijos ya están grandes. Es hora de que aprendan a ayudarte y a valerse por sí mismos.

-Bueno sí, pero también será cosa de organizarme-. Lucia asume la actitud confidencial que adoptaría con una amiga: -Ya lo pensé bien. Dedicaré el sábado a lavar y a planchar. Los domingos iré al mercado y cocinaré para toda la semana.

-Tampoco es cosa de que vayas a matarte. El día en que no puedas guisar, comemos tortas o pizzas. A los muchachos les encantan.

-No para el diario. Pero de eso no te preocupes: ya te dije que lo tengo bien pensando.

-ƑQué horario te dieron?

-El de la tarde. Así alcanzaré a darles de comer a los hijos y estaré de vuelta en la casa para cuando regreses del trabajo-. Lucia advierte un gesto sombrío en Juan: -Algo te preocupa, Ƒqué es?

-Suena fácil, pero a la hora de la hora...

-Desde luego tendré que esforzarme más, sobre todo mientras me acostumbro al nuevo ritmo. Valdrá la pena-. Lucia suspira: -Después de tantos años dedicada sólo a la casa, tengo una ilusión tremenda de realizar algo que siempre quise hacer. Ojalá que no falle.

-Tú eres muy abusada. Te aseguro que en menos de una semana agarras la onda-. Juan sonríe: -ƑYa te dijeron cuánto?

-šNi un centavo! ƑNo es maravilloso?

-ƑVas a trabajar en la escuela sin que te paguen?

-Es que no iré a trabajar.

-Entonces Ƒa qué?

-A estudiar. Quiero tener por lo menos mi certificado de secundaria-. Con un tenedor Lucia marca surcos sobre el mantel: -Mi mamá tenía un hijo cada año. Cuando nació Andrés quedó muy delicada. Como yo era la mayor, mi padre me sacó de la escuela para atender la casa. Me prometió que volvería a clases en cuanto la situación se normalizara. Pasó el tiempo, cumplí catorce años y mi papá dijo: "No vale la pena que regreses a estudiar. Pronto te casarás. ƑPara qué vamos a desperdiciar tiempo y dinero en cosas que no te servirán de nada?"

Lucia no se da cuenta de que Juan no la escucha, pero sigue reflexionando en voz alta:

-Mi papá no se equivocó. Te conocí, nos casamos, nacieron los niños. Me dediqué a la casa, a ustedes... Lucia abandona el tenedor y mira las líneas que se van borrando en el mantel: -Lo bueno es que cumplimos con ellos. Van bien en sus estudios, no tienen vicios. Es mi turno de ir a la escuela.

-No, no. Espérate tantito. Debemos analizar esto con calma-. Juan se levanta y abre el refrigerador: -ƑNo hay cerveza? Te dije que compraras.

-Perdóname, se me olvidó-. Lucia se toca la frente.

-Y eso que todavía no vas a tus clases.

-Ay, mi amor, no empieces. No te enojes, por favor. Las cosas saldrán bien si todos me ayudan un poquito.

-ƑYa hablaste con los muchachos? -Juan se mesa el cabello: -Me preocupa Lina. Va a quedarse sola toda la tarde y este rumbo ya está muy difícil.

-Si regresas saliendo será cuando mucho una hora.

-En ese tiempo pueden pasar muchas cosas-. Juan rehúye la mirada de Lucia: -ƑY qué me dices de Gonzalo y Carlos? Hay que vigilarlos porque si no...

-Mi amor, sabes que nunca vuelven a la casa antes de las nueve de la noche. Para entonces yo estaría aquí: y si no, pues tú...

-O sea que, aparte de todo, ahora voy a tener que cuidar la casa y los hijos.

-Tus hijos.

-Muy bien, de acuerdo. Nada más piensa en qué sucederá cuando vuelvan a darme horas extras o me cambien de turno-. Juan abre los brazos: -Simplemente no podré estar aquí.

Lucia se muerde los labios y se frota el cuello, tratando de contener su agitación:

-O sea que no puedo salir de la casa.

-Por Dios, Lucia: nadie está diciendo eso.

-Nadie, no; tú sí.

-ƑY no tengo razón?- Juan toma su chamarra.

-Sabes que no, pero olvídalo. ƑVas a salir?

-A la tienda, a traer unas cervezas-. Antes de llegar a la puerta escucha el timbre del teléfono: -Contesta, Ƒno oyes?

-Todo me toca a mí-. Lucia espera a que Juan salga y descuelga el auricular. -ƑBueno? Doctora Gracida, qué gusto. No, ya terminamos de cenar. Dígame. Sí, supe que por estos días Clarita iba a tener su bebé. ƑNo me diga? Pues se le va su brazo derecho. ƑCómo? No creo. Gracias por haber pensado en mí. Lo sé pero mis hijos todavía están chicos y necesitan atención, Ƒcomprende? Al contrario. Si sé de alguien le aviso. Buenas noches.

Lucia cuelga en el momento en que Juan reaparece:

-ƑQuién era?

-La doctora Gracida-. Lucia entra en la cocina. -Se le fue su ayudante y me ofreció el puesto. Tres mil quinientos por asistirla de cuatro a siete.

-šFantástico! Me imagino que aceptaste.

-Desde luego que no.

-ƑPero por qué?

-Por las mismas razones que me diste para no dejarme ir a la escuela.

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