Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 6 de abril de 2002
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Cultura
Participan bailadoras en la promoción del verdadero son veracruzano

Subir a la tarima y adquirir el gusto por el zapateado, eso es lo esencial: Soledad Zamudio

Impartirán en el DF un curso de esa interpretación a la usanza tradicional de Sotavento

Derivado de una fiesta pagano-religiosa, el fandango deviene cortejo, expresa

ANASELLA ACOSTA NIETO

Rasgueo de jarana, punteo de requinto, voz en décimas y versadas; al frente, pies sobre tarima de mujer mestiza, altiva, coqueta entona con tacón el zapateado y nace el son.

Las bailadoras -belleza, tradición y aporte rítmico en el fandango jarocho- están dispuestas a preservar su contribución dentro del movimiento jaranero, que desde hace dos décadas emprendió la tarea de rescatar, promover y renovar el verdadero son veracruzano.

Por ello dos de las actuales y más destacadas representantes del género, Rubí Oseguera Rueda y Araceli Galván, del grupo Chuchumbé, vendrán desde Santiago Tuxtla y el sur de Coatzacoalcos, Veracruz, a impartir un curso a las defeñas interesadas en la interpretación del zapateado a la usanza tradicional.

A partir de la iniciativa de Soledad Zamudio Pineda, bailadora del grupo Chéjere de la ciudad de México, se han programado estos cursos que comenzarán el próximo lunes 8 con las clases de Oseguera Rueda, y el lunes 22 las impartirá Araceli Galván.

Pero que no haya confusión. Estas bailadoras nada tienen que ver con el estereotipo del baile jarocho que doña Amalia Hernández internacionalizó y que sin querer implicó el desconocimiento durante décadas de las distintas formas del son tradicional en Veracruz.

Por fortuna la entrega de personas como don Arcadio Hidalgo, Antonio García de León, los hermanos González y otros que les antecedieron, así como el nacimiento del Encuentro de jaraneros en Tlacotalpan, mostraron la vereda que grupos como Mono Blanco ?comandado por Gilberto Gutiérrez?; Antonio García de León y el grupo Zacamandú; Tacoteno, dirigido por Juan Meléndez de la Cruz; Son de Madera, a cargo de Ramón Gutiérrez; el grupo Siquisirí, de Tlacotalpan; Los parientes de la playa; Chuchumbé y más recientemente Cojolites, habrían de seguir para consolidar un movimiento de jaraneros que rescató, entre el cúmulo de elementos tradicionales del son, a las bailadoras.

El origen del zapateado veracruzano es impreciso pero se puede ubicar en las sevillanas, fandanguillos, bulerías, garrotines y peteneras españolas, que después se fusionaron con elementos africanos y cuya herencia se arraigó y fue enriquecida en tierras veracruzanas.

Extensión del lenguaje

Si bien el son jarocho ha incorporado instrumentos como el arpa grande en lugar de la diatónica y en algunos casos el violín, así como novedosos estilos musicales para su enriquecimiento, también ha respetado el zapateado como elemento rítmico que se ensambla a manera de percusión, de ahí su importancia no como adorno de un espectáculo, sino como parte activa de una interpretación musical.

Por esta razón, comenta Zamudio, coordinadora de los cursos de zapateado, es importante aprenderlo ''porque si no lo haces bien, la interpretación del son se escucha fatal''.

La idea de las clases intensivas, explica, es sentar las bases para crear un espacio permanente donde se pueda tener información de este movimiento musical y aprenderlo a la usanza tradicional, pero también con sus transformaciones.

Además de la visita de las bailadoras veracruzanas, habrá un curso de jarana y requinto que impartirán Félix Oseguera Rueda y Zenén Zeferino Huervo, de Chuchumbé, y Alonso Borja, de Chéjere.

Como bailadora desde hace ocho años, Zamudio explica que no hay fandango sin tarima. ''La importancia de ésta obedece a que es un instrumento de percusión menor que acompaña todo el son, además de ser visual".

Abunda: ''En el son se acostumbra cantar a la mujeres, pues la mayoría de los sones son hechos para ellas. El hombre como versador les canta y las mujeres contestan con el zapateado. Así, el fandango derivado de una fiesta pagano-religiosa, se convierte en cortejo".

Para las bailadoras del sur de Veracruz, en la región del Sotavento, el zapateado es una extensión del lenguaje de lo que hacen todos los días. Se dedican al campo o a cualquier otra actividad, y paralelo a ello siempre va el son, explica Zamudio.

''En México ya hay mucha gente que hace son, pero la idea de Chéjere es traer personas de fuera, aunque sólo puedan impartir talleres rápidos o clínicas. Lo importante es acercarse a la usanza tradicional para participar en los fandangos, que las personas se suban a la tarima y agarren el gusto".

Zamudio manifiesta que una vez aprendida la técnica, viene lo mejor. ''Se abandona la preocupación de verse bien o estar colocada correctamente; te dejas ir, ya no hay truco, hay que disfrutarlo".

En el son la emoción varía, ya que se puede pasar de un son fuerte a uno ligerito, pero si la bailadora está triste se refleja, ''te vas más asentadita". En el zapateado existe una energía emocional fuerte, ''con capacidad para modificar y transformar tus estados de ánimo''.

No importa de dónde vengas y qué hagas, actualmente en los fandangos encuentras reggaeceros, punquetos, punchis punchis; lo importante es que participas activamente en la música. Tienes la oportunidad de cantar, de tocar cualquier instrumento de percusión menor y de bailar o hacer las tres cosas. En los fandangos no nada más se observa, también se participa de ese lenguaje".

(Los cursos de zapateado se impartirán en el centro cultural La Pirámide, en Cerrada de la Pirámide y Calle 24, San Pedro de los Pinos. Informes en los teléfonos 55 59 99 87, 55 81 11 94 o 044 55 30 54 16 90.)

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