DOMINGO 7 DE ABRIL DE 2002


Niñas calcinadas en Arabia Saudita

En nombre de la virtud

Estudiantes en Arabia Saudita vivieron un auténtico infierno cuando la policía religiosa les impidió la salida de la escuela en llamas por no tener cubierta la cabeza. Quince jovencitas murieron consumidas por el fuego en nombre de "la virtud y la prevención del vicio". La tragedia del lunes ante pasado no sólo dejó al descubierto el trato inhumano del que son víctimas las mujeres en Arabia Saudita, sino la enorme hipocresía de Estados Unidos, que con dedo flamígero señala las violaciones a los derechos humanos, siempre que no se traten de las propias y las de sus aliados

MARTA DURAN DE HUERTA

El lunes 18 de marzo un corto circuito produjo un incendio en una escuela para niñas en la provincia de la Meca, en Arabia Saudita. Al cundir las llamas, la policía religiosa llegó al lugar e impidió que las niñas huyeran del fuego por no tener cubierta la cabeza y porque no había en la puerta algún familiar varón que las recibiera, tal como dicta la ley. Los testigos oculares dijeron que la policía religiosa golpeó a las niñas que trataban de salir por no vestir las "abayas" (trajes negros que cubren desde el cuello hasta los pies) ni traer velo en la cabeza. Quince pequeñas murieron calcinadas y hay 500 con quemaduras graves de las 800 alumnas que se encontraban en clases.

La Mutauen es la policía religiosa. Su nombre completo es Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio y se encarga de cuidar la estricta observancia de las costumbres religiosas (que son ley) dictadas por una de las variantes, o mejor dicho, por una de las interpretaciones del Islam, la Wahabi. La Mutauen vigila que la oración empiece puntualmente; que las mujeres no salgan solas a la calle, que siempre vayan acompañadas por un varón de la familia, que estén vestidas adecuadamente, es decir, que no se les vea ni un milímetro de piel ni de cabellos (para que "las mujeres no inviten a pecar a los hombres").

La policía religiosa puede entrar sin ningún problema a cualquier casa, en cualquier momento, para asegurarse que se vive "como Dios manda". Las mujeres no reciben atención médica en un hospital sin la aprobación del marido o familiar masculino; las escuelas son fortalezas con una estricta separación entre niños y niñas, y en algunas instituciones superiores, las muchachas ven a su profesor a través de circuito cerrado de televisión. Las mujeres tiene prohibidas casi todas las actividades comerciales, deportivas, artísticas y científicas.

Hasta hace poco las mujeres no tenían ningún documento de identidad, ya que es un grave pecado mostrar el rostro a un hombre que no sea el esposo. Como si se tratara de bebés, las sauditas no tienen pasaporte sino que son "incluidas" en el del marido, pues sin un acompañante masculino con quien tengan parentesco directo no pueden salir a la calle, mucho menos viajar. Tiene, prohibido trabajar, lo cual las hace totalmente dependientes del padre o del esposo. En fin, nada que envidiarle a los talibanes.

***

En un principio, el uso del velo fue un privilegio de las esposas del Profeta y con la expansión del Islam se volvió costumbre. Sin embargo, la rigidez de las leyes se aplica selectivamente. Este país petrolero tiene una élite aristocrática multimillonaria que hace lo que se le da la gana, mientras la mano dura se aplica a la población cada vez más descontenta por la mala administración de la fortuna nacional y por el creciente desempleo. Arabia Saudita es un país musulmán gobernado por la familia real Al Saud, y toda la parentela ocupa los puestos claves del país.

El reino se aproximó aún más a Estados Unidos a partir del derrocamiento del Sha de Irán. Tras la muerte del rey Khaled, el 13 de junio de 1982, se produjo una transición sin sobresaltos y asumió el trono su hermano Fahd, que había sido el arquitecto de la modernización de Arabia Saudita, entendida ésta como la compra de tecnología al extranjero, de armarse hasta los dientes y de ponerse a las órdenes de Washington. El gobierno saudita está oficialmente encabezado por el rey Fahd, pero debido a que éste se encuentra desde 1995 incapacitado mentalmente, el príncipe heredero Abdula y el príncipe Sultán, actual ministro de Defensa, son quienes gobiernan. Desde que el rey enfermó, el gobierno es cada vez más vulnerable, débil, corrupto y blanco de los religiosos radicales. Sin embargo, dentro de los grupos del poder hay simpatizantes del movimiento wahabista, con una fuerte tendencia anti-occidental. De hecho, el mismo Osama Bin Laden viene de esa tradición. Arabia Saudita ha financiado a islamistas armados como los mujaidines afganos que en los ochenta se enfrentaron a las tropas soviéticas.

El gradual ascenso al poder de nuevas generaciones de miembros de la familia real, con formación académica y militar en Europa o Estados Unidos y no en las escuelas coránicas de las tiendas del desierto, fue visto muchas veces como un alejamiento de las bases teológicas de legitimación de la monarquía saudita.

***

Estados Unidos inició la guerra contra Saddam Hussein no sólo para "salvar a Kuwait", sino también a la monarquía saudita y de paso, aprovechando el viaje, dejar tropas y establecer bases militares muy cerca de los lugares santos de los musulmanes como la Meca; esto fue una arma de dos filos para la nobleza saudita, pues por un lado tiene protección militar de una potencia, pero le quita legitimidad ante la piadosa población. No olvidemos que todo creyente del Islam tiene la obligación de ir por lo menos una vez en su vida como peregrino a la Meca.

La Casa Real tiene que hacer malabares para conciliar su servilismo con Washington y dirigir uno de los regímenes islámicos ortodoxos más fundamentalistas del mundo árabe. El hecho de que Arabia Saudita sea vista como partidaria de Israel y opuesta a los palestinos, afecta la legitimidad del régimen. El resultado es una oposición islámica radical cada vez más notoria.

Por su lucha contra los rusos en Afganistán en los ochenta, Osama Bin Laden se convirtió en un héroe nacional en Arabia Saudita. Después de la Guerra del Golfo se volvió en contra del régimen saudita, ya que éste se alió a Estados Unidos en contra de un país hermano. Y, acto seguido, el gobierno le quitó la nacionalidad a Bin Laden. Pero entre el pueblo saudita Osama goza de mucho apoyo.

Parece que el ímpetu con el que el régimen impone rígidos valores islámicos se ha vuelto en contra. Cada año salen de las universidades miles de jóvenes cuyas credenciales musulmanas sirven poco al mercado laboral. Esta gente se suma a las crecientes masas de jóvenes insatisfechos: una tierra de cultivo fértil para personajes como Bin Laden.

La tragedia del 18 de marzo no sólo dejó al descubierto el trato inhumano del que son víctimas las mujeres en Arabia Saudita, sino la enorme hipocresía de la Casa Real saudita y de Estados Unidos, que con dedo flamígero señala las violaciones a los derechos humanos con excepción de las propias y las de sus aliados.