Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 11 de abril de 2002
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Capital

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Política exterior en crisis

šCUIDADO!, QUE nadie se equivoque. En la crisis del ejercicio de la política exterior de México sólo hay un culpable: Jorge Castañeda.

ES VERDAD que no es posible evitar las cargas de animosidad política dadas entre Vicente Fox, la cancillería y el Poder Legislativo, pero tampoco se debe soslayar lo verdaderamente importante, el entreguismo de Castañeda al gobierno de George Bush que, para decirlo de una sola vez, llevó al baile al Presidente.

EL DAÑO causado por Castañeda -como lo han explicado desde hace buen rato los que miran con preocupación y enojo las desviaciones de la política exterior mexicana- es profundo para el país y para Fox.

POR EL momento no existe una explicación lógica de este gobierno, que pretendía el cambio, de por qué Castañeda permanece dentro del gabinete, a menos que, como se dice, el funcionario sea parte de los compromisos de campaña del mismo Fox con los capitales y poderes de otras latitudes.

Y ESTO parece claro si se conviene en que Vicente Fox no se asume como el Presidente de México, sino como parte de un gobierno mundial y sus decisiones tienen que ver necesariamente con los intereses de los gobernantes del mundo, para quienes este país no es prioritario.

DE AHI el desdén y la marcada falta de interés de los funcionarios de más alto rango hacia los legisladores. Baste saber cómo se ideó y se concertó la reunión Castañeda-coordinadores parlamentarios de la Cámara de Diputados a principios de la semana.

Y NO hay que dar muchas vueltas. Los coordinadores de los diputados citaron a Castañeda a comparecer ante el pleno de la cámara. Se fijó un par de fechas y Felipe Calderón (PAN) habló con el secretario, quien a su vez le hizo ver que él no podría saber oficialmente la postura de la mayoría en esa cámara respecto del voto de México sobre Cuba en la reunión por los derechos humanos en Ginebra.

SIGNIFICABA, CUANDO menos, un compromiso moral que Castañeda no iba a aceptar. Entonces se inventó, dicen algunos diputados, aquello de la agenda apretada, de lo escaso de los tiempos.

EL MISMO Calderón y la priísta Beatriz Paredes se encargaron de armar la famosa reunión de la ignominia, donde los coordinadores de los partidos irían a la oficina del funcionario para sostener una reunión que no comprometiera las decisiones de Castañeda.

CON UNA ingenuidad humillante o imbuidos del socialconformismo, hijo directo del neoliberalismo, casi todos los coordinadores asistieron a la reunión para escuchar de boca del canciller que aún no existía una decisión sobre el caso Cuba, es decir, nada.

PERO EL perredista Martí Batres dio la nota discordante. Primero decidió no acudir a la cita. Ni siquiera a la reunión que se realizó el lunes pasado por la mañana, donde se fijaron las líneas de actuación en el despacho del canciller.

Y DESPUES explicó, a quienes lo quisieron escuchar, que Castañeda fue citado a comparecer para por lo menos escuchar la postura de los representantes populares, obviamente contraria a la visión y a las órdenes que recibe el canciller.

ASI PUES, que a nadie extrañe que Castañeda no renuncie ni lo renuncien. En México no están sus patrones.

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