Ojarasca 60  abril 2002

Carta de Centroamérica

En el aniversario del asesinato del obispo Romero,
Bush visita El Salvador

San Salvador, 30 de marzo de 2002
El domingo pasado hubo una marcha en San Salvador en la que miles de personas se manifestaron en memoria de la vida de Oscar Arnulfo Romero. De lo que predicó. Recordaron su denuncia, y la vigencia de dicha denuncia. Lo asesinaron por denunciar la injusticia y estar al lado de la gente. Para el pueblo salvadoreño Romero es su mártir.

La represión de la lucha de los pueblos de Centroamérica estuvo financiada por los Estados Unidos. Los muertos de esas balas made in the USA eran el mismo pueblo centroamericano. Miles de muertos. Romero fue uno de esos muertos.

Este año también se celebran los diez años de la firma de los Acuerdos de Paz, (cuántas celebraciones). Y empiezan a aparecer valoraciones sobre el cumplimiento de estos acuerdos. Curiosamente sólo una de las partes firmantes considera los acuerdos cumplidos.

En este marco el presidente de Estados Unidos de América decidió hacer una gira y venir a El Salvador el 24 de marzo, el mismo día en que se conmemora la muerte de Romero. Bravo.

Muchas personas consiguieron reunirse en la marcha, otras no pudieron llegar por los retenes policiales. La ciudad de San Salvador estaba sumida en el control policiaco. El espacio aéreo de El Salvador sólo podía ser cruzado por el Air Force One, el avión presidencial.

Sin embargo, miles de personas se dieron cita para mostrar su respeto hacia Romero en medio de la indignación por la prepotencia irrespetuosa del mandatario estadunidense, que en la inoportunidad de su visita hurgaba en las heridas jamás curadas de los salvadoreños.

Corren fuertes vientos limitadores de libertades. De esas libertades que tanta sangre costaron. Malos vientos, digo. Cuando cayeron las torres gemelas todos nos echamos a temblar. Se podía llorar por los muertos de Estados Unidos, pero la sospecha era que después vendrían más lágrimas como consecuencia de esos muertos.

En mi optimismo crónico, yo deseaba que esos muertos fuesen un aldabonazo en las conciencias estadunidenses, especialmente en las de los gobernantes.

Algunos estadunidenses lo entendieron. De pronto se enfrentaron a todos los miles de muertos que sus dirigentes han dejado en tantos países, advirtieron las insoportables condiciones de vida para tantos seres humanos que en su desesperación llegan al límite del límite, algo inimaginable para muchos que vivimos en sociedades "desarrolladas". Y estos pocos norteamericanos a los que sus muertos les hicieron reconocer tantos otros hasta entonces ignorados, vieron como su gobierno cerraba filas en una política nacional e internacional de recorte de libertades y de "justicia infinita". Me han escrito amigos que describen cómo hasta los que antes eran los más críticos de Bush, ahora apoyan incondicionalmente sus políticas represivas (hacia dentro y hacia fuera de sus fronteras).

Escudándose en la urgencia de medidas inmediatas de control antiterrorista, estamos viendo afectadas nuestras libertades, y en peligro los logros que tanto ha costado conseguir. La disociación total de los políticos y los pueblos, gran fracaso de los partidos políticos a lo ancho y largo del planeta, ha dejado al sistema democrático ridiculizado. ¿Representantes de quién? Los jóvenes que ya hemos nacido en "democracia" no creemos en los políticos, pero sí sabemos lo que es la injusticia, sí tenemos esperanza. Como se vio en la marcha de Romero, como se ha venido viendo desde Seattle hasta Barcelona, estamos dispuestos a trabajar por lo que creemos justo.

Leticia Ruifernández

chavotj
 

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