Martes 16 de abril de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Marcos a la medida

Vamos y venimos

n Marcos Winocur

Vamos y venimos de un lugar a otro y, sin embargo, no nos hemos movido del mismo sitio: el universo. "Todo es uno", principio ya presente en las antiguas creencias religiosas orientales, en los filósofos presocráticos. Cuerpo y alma, uno, los dioses y los hombres, uno, energía y materia, uno (al punto de haber querido algunos físicos unificar conceptualmente ambas y rebautizarlas como "enermasa").
Uno somos con la arquitecta abeja, uno con nuestro perro mascota. Alguna vez nos enseñaron que el instinto es característico del animal y la razón del hombre, llegándose a oponer una al otro. Pues, no: mayor es la continuidad que la ruptura. Al menos, hasta hoy; reconociendo desde luego una tendencia a favor de la ruptura, pero todavía insuficiente para trazar la raya, es decir, la diferencia cualitativa entre la condición animal y la condición humana. Ambas presuponen la razón cumpliendo el rol de seguidoras de los cambios ocurridos en la naturaleza, lo cual acaba insensiblemente por crear nuevas especies. Adaptarse para sobrevivir, el mecanismo es la selección natural. Así, la misma razón en el hombre y en el animal. En el primero, a dominante reflexivo, en el segundo a dominante impulsivo, es decir, sin entrar a considerar nuevas condiciones que pudieran esconderse en la realidad mutante tras las apariencias de siempre. Un ejemplo: en un panal se quitaron las larvas de los alvéolos y, sin reparar en el "detalle", las abejas continuaron depositando el alimento en alvéolos vacíos. Uno tiene deseos de indignarse: ¿es que son las sabias arquitectas del panal o unas estúpidas que no ven más allá de sus narices? Y acabamos disculpándolas: hace por lo menos 80 millones de años que repiten sin cesar los mismos trabajos, la costumbre les resultó más fuerte que la inusitada realidad.
Pero el equilibrio al seno de la mente humana entre el fuerte remanente de razón simple e impulsiva y la razón compleja y reflexiva, resulta inestable. En determinadas condiciones históricas, se suele romper: es cuando perdemos los controles y tanto salimos individualmente a la calle armados a matar a quien se cruce, como colectivamente nos dejamos seducir por el nazismo, tal cual le sucediera al pueblo alemán en los años treinta y cuarenta. Joseph Goebbels, ministro de Instrucción Pública y Propaganda del Tercer Reich, fue el más fiel colaborador de Adolfo Hitler; él, su mujer y sus hijos lo siguieron en el acto final del suicidio. Pues bien, Goebbels hizo célebre esta frase: "Cuando oigo la palabra cultura, echo mano de mi revólver". Y esta otra: "No importa que sea verdadero o falso, lo que vale es repetirlo muchas veces." Aquí está claro cómo caduca la razón reflexiva, obviamente en la primera frase, aceptando en la segunda renunciar a la duda, a la indagación de lo verdadero, rindiéndose ante el enunciado reiterativo. No es distinto el principio de que se sirve la actual publicidad, dicho sea de paso.
Varios siglos han transcurrido desde que Shakespeare dijera "¡arriba el telón!" y los mortales de hoy seguimos siendo hamlets, otelos, yagos, romeos, julietas, macbeths: la evolución histórica no nos ha quitado las pasiones. Más de siglo y medio ha transcurrido desde que Darwin (y Wallace) nos levantara la venda de los ojos: somos una especie animal descendiente de otras, sumergida en el movimiento general de la evolución biológica y de las especies. Y algo menos de tiempo ha transcurrido desde que Freud tomara por asalto la mente humana. Si queremos un fresco del hombre de hoy, ahí están, coloridas, las treinta y siete obras teatrales de Shakespeare. Si queremos informarnos sobre cuáles son nuestras coordenadas sobre el tercer planeta del sistema solar, ahí está Darwin y su principio de la selección natural. Y si buscamos respuestas al "conócete a ti mismo" que Sócrates tomara del templo del Delfos para hacerlo divisa, ahí está Freud, más de dos y medio milenios después, dando cuenta de cómo las agresiones a la psiquis, bajo actual nombre de stress, interaccionan las subjetividades en el marco del psicoanálisis, esa etología para la especie humana.
Vamos y venimos de un lugar a otro, lamparitas para alumbrarnos nos enciende gente como Sócrates, Shakespeare, Darwin y Wallace, Freud. Atravesamos pantanos como el nazismo. Concluimos que todo es uno, lo cual no obsta a convocar a la lucha contra el mal. Y seguimos adelante a pesar de que no nos movemos del mismo sitio, este universo que por ahora nos ha cedido el área de un sistema solar por donde vamos y venimos.