DOMINGO 21 DE ABRIL DE 2002


Historias del país que ya cambió

Murat, un rostro del nuevo PRI

Sus compañeros de partido le apodan El Talibán y lo consideran uno de los jefes indiscutibles del cochinero que llevó a Roberto Madrazo a la presidencia del PRI. Es -dicen sus críticos- la versión joven de Rubén Figueroa, emblema del más rancio PRI. Un cacique, pues. Pero el gobernador José Murat, amo y señor de las conciencias oaxaqueñas, no acepta que se le tome por duro

DANIELA PASTRANA

OAXACA, OAX.- En mayo de 1977 José Murat Casab tenía 27 años y una buena cuenta de medallas en su carrera política. Había sido diputado federal (de 1973 a 1976) y operador del presidente Luis Echeverría con los grupos de izquierda. Era delegado del PRI en el Consejo Mexicano por la Paz, una suerte de convergencia de los partidos pro soviéticos que a su vez formaba parte del Consejo Mundial por la Paz, y su partido lo nombró jefe de la delegación mexicana que asistiría al congreso de esa agrupación, en Varsovia.

La víspera de la inauguración, los delegados mexicanos acudieron a un bar para extranjeros en el centro de la ciudad. El joven Murat debía presentar al día siguiente la postura de México ante el congreso, pero aún así retó a los presentes a superarlo en una dura prueba: beber vodka.

Sobra decir que ganó la apuesta. Y será porque después de varias rondas se mantenía en pie o porque su actitud de mando lo identificaba plenamente como jefe del grupo, al final le entregaron la cuenta a él. Las cifras en zlotis, la moneda local, le parecieron exhorbitantes. "¡Ni madres!, a mí nadie me hace pendejo", soltó furibundo al desorientado mesero, antes de romper la nota (entonces no hablaba inglés, que era la lengua en que se habían dado a entender los delegados mexicanos). La escena se repitió con el encargado del bar, a quien de plano Murat le tiró un puñetazo. Así comenzó una gloriosa batalla campal que no pudo ser controlada por la policía local.

Cuando llegó el temido Ejército ruso, a los representantes mexicanos se les bajó la borrachera, no así a su jefe, quien, sometido por cuatro militares, no dejaba de vociferar en perfecto castellano: "¡Soy diputado del PRI, cabrones, y todos ustedes van a perder la chamba!"

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Gracias a que Cuauhtémoc Sandoval, responsable de relaciones exteriores del Partido Comunista Mexicano hablaba un poco de ruso, la historia de Varsovia no pasó de que Murat leyera la postura mexicana con un ojo inflamado. La anécdota, empero, dibuja muy bien al hombre que hoy gobierna el estado más rezagado del país (no en vano los últimos dos presidentes han depositado en Oaxaca la medida del éxito de su política social).

Pendenciero. Fanfarrón. Malhablado. Irreverente. Grillo. Operador nato. Buen negociante. Así es José Murat, el "señor gobernador".

Un hombre que gusta del poder en todas sus dimensiones y lo ejerce a fondo en su territorio.

Un cacique.

mas-murat1.jpgEl Rubén Figueroa de Oaxaca -dicen aquí-, emblema del más rancio PRI, que reivindica el discurso del nacionalismo revolucionario, pero avasalla a sus opositores.

Un fajador de la calle que conoce sus límites. Golpea, pero sabe negociar. Fanfarronea, pero sabe que está fanfarroneando. Le gustan los lujos, pero detesta la etiqueta. No tiene grupo político, pero sabe tejer relaciones. Es marrullero y voluble, pero también directo y práctico.

Impredecible. Ladino. Parrandero. Protector de la familia y de los amigos. José Murat no es hombre de medias tintas: estás con él o contra él.

Sus modos burdos le valieron el mote de El Talibán en la Asamblea Nacional del PRI en noviembre pasado. Y el 24 de febrero se convirtió en el protagonista de la elección del tricolor, no sólo por el cochinero ?Óscar Levín dixit? del proceso en el estado que gobierna, sino porque Oaxaca fue clave para el triunfo de la fórmula de Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo.

Pero Murat también es el gobernador priísta que le quitó al PRD la bandera de la defensa de la Ley de Derechos y Cultura Indígenas (al promover junto con el chiapaneco Pablo Salazar un desplegado que llamaba a los congresos locales a rechazar la ley aprobada en el Senado) y que en diciembre de 2000 liberó a 47 presos políticos de la región de Los Loxichas, que su antecesor, Diódoro Carrasco, había encarcelado para proteger al cacique Lucio Vázquez.

En febrero pasado, Murat juntó a líderes políticos y empresariales de su estado y se plantó siete horas en el Zócalo de la ciudad de México. Quería una audiencia con el presidente Vicente Fox, pues ?dijo? en 19 días no lo había conseguido a través de su secretario particular, Alfonso Durazo.

Una semana después, había conseguido una supercarretera para su estado.

Demasiado corazón

-¿Es usted rencoroso?

-Para nada. Yo voy a todas con cariño y con afecto.

José Murat sonríe, seduce, coquetea. No tiene empacho en anunciar el fin del luto que le guardó a su esposa Lupita. "Durante 27 años de casado no vi a otra mujer ?jura?, pero tengo 52 años y ya guardé uno de luto".

Estamos en el comedor de la casa oficial, frente a una larga mesa de madera para 12 personas. Afuera, en el jardín, todos esperan al señor gobernador. Están representantes de Liverpool que vienen a invertir en el estado, ex perredistas que se volvieron foxistas y ahora son "independientes", el director del Registro Civil, el director del Coplade...

De cuando en cuando, Murat se levanta y desde la puerta llama a alguno de sus colaboradores para que confirmen su dicho.

"¿A qué hora terminamos anoche? -pregunta a Celestino Alonso, director del Coplade- ¿No acabamos a las cinco? ¿Y qué estábamos haciendo? ¿No tú y yo creamos el sistema de financiamiento del estado? ¿Y cómo los traigo, cabrón? ¿Cuándo me has visto borracho?"

Al director de comunicación social, Fortino Figueroa, le reclama no haber llevado a la reportera "de México" a conocer las grandes obras en la ciudad. "Haz tu trabajo, cabrón".

Todos ríen de sus bromas. Todos están de acuerdo con él.

Fiel a su estilo, Murat habla dos horas y deja un pequeño espacio para la entrevista. "A ver, ¿de qué se trata? -pregunta al ver la grabadora-, mejor te platico".

Ese es Murat.

Aquí se sabe que llegó a gobernador por el monrealazo.

La historia es conocida: Diodoro Carrasco quería que su sucesor fuera José Antonio Stefan, hombre de todas sus confianzas, quien había sido su secretario de Finanzas y de Gobierno, además de líder del PRI estatal en su gestión.

Murat ya se había quedado con las ganas de la candidatura el sexenio anterior, cuando Carlos Salinas optó por Carrasco, así que se la jugó. "Voy a ser gobernador por el partido que sea", dijo a quien quiso oírlo.

Por esos días, Ricardo Monreal renunció al PRI porque no le dieron la candidatura de Zacatecas y articuló una alianza opositora que lo llevó a la gubernatura.

Ernesto Zedillo aprendió la lección. Le dio a Carrasco la secretaría de Gobernación a cambio de que le dejara a Murat la gubernatura.

-Le tienen miedo? se le plantea.

-Pues el que trae fallas y no camina en el marco de la honestidad debe tener temores, ¿no? Aquí no hay más que ser honesto, trabajar, ser incluyente y tener definición ideológica y de principios.

-¿Es rencoroso?

-No'mbre. Me muevo más con el corazón que con la mente. Y ese es un defecto, porque cuando tienes buen corazón hay que aparentar que no caes en la planta del sentimiento...

Vaya pues, este hombre todo corazón tiene pulverizada a la oposición en el estado y replegados a los grupos sociales. "Mejor no nos menciones", pide un aguerrido dirigente campesino. "En un estado como Oaxaca es difícil pelearse con el gobernador -justifica un líder de oposición-, más si el gobernador es un tipo como José Murat".

El señor de Oaxaca

A José Murat le halaga su condición de amo y señor de las conciencias oaxaqueñas.

Suele jactarse, por ejemplo, de que él puso a los candidatos del PRD a las alcaldías en las pasadas elecciones municipales. (El candidato del sol azteca a la presidencia municipal de Oaxaca fue Carlos Hampshire, el director del Monte de Piedad, y su principal contendiente en la elección interna fue José Luis Bustamante, director del Instituto Estatal de Ecología). Y al alcalde panista, Alberto Rodríguez, el Congreso local le revocó el mandato tres semanas antes de las elecciones municipales porque "incumplió de manera reiterada con sus obligaciones". El edil destituido jura que el gobernador lo presionó para que se declarara independiente y trabajara con él.

"Murat habla de libertades, pero gobierna chantajeando y te obliga a la incondicionalidad ?dice uno de sus opositores?, tiene una gran capacidad para nadar en arenas movedizas y crea los problemas para luego resolverlos".

Tampoco es raro que el gobernador hable personalmente a las redacciones de los diarios locales para reclamar sus notas a los directores.

El caso ejemplar ?cuentan aquí? es el del director de El Combativo, un periódico de poca circulación, a quien Murat no sólo increpó en un evento público, sino que ahí mismo mandó quemar todos los ejemplares de la nota que no le gustó.

Así se las gasta el gobernador.

Su primer secretario de Finanzas, el sonorense Flavio Beiliz (amigo de Murat desde la universidad), es ahora el contralor del estado. Es decir, que audita las operaciones financieras que él mismo realizó.

A Miguel Angel Cuéllar, el delegado de Sedesol que Josefina Vázquez Mota quería meter a la cárcel, lo nombró secretario de Desarrollo Social estatal.

En los comicios municipales el PAN ganó Salina Cruz, pero tuvo que acudir al tribunal federal para que le hicieran válido el resultado. El PRI instaló un gobierno paralelo. El Congreso local ?de mayoría priísta? amenazó con decretar la desaparición de poderes. Y al final, un juez ordenó la aprehensión de 18 funcionarios, entre ellos 13 regidores y el alcalde electo, Rafael González Manríquez. Cinco de ellos fueron a dar a la cárcel hasta que el alcalde se desdijo de un desplegado publicado en la prensa nacional con acuaciones contra el gobernador.

Peor estuvo en Juchitán, donde Héctor Matus, compadre de Murat, fue doblemente postulado (para presidente municipal y para diputado plurinominal). El tribunal federal lo declaró inelegible, pero el Congreso local encabezado por Juan Díaz Pimentel -incondicional de Murat- declaró la desaparición de poderes y nombró una administración. ¿Adivina el lector quién es el jefe de la unidad administrativa? Héctor Matus, faltaba más.

***

- ¿Está peleado con Murat?

- No, para nada. Fuimos adversarios porque él se subió al ring, traspasó su figura al decir: "Aquí está mi candidato y debe ganar". Pero hasta ahí.

Gabino Cué no terminaba de instalarse en el ayuntamiento cuando Murat ya estaba metiendo a la cárcel a su tesorero municipal, José Antonio Gutiérrez. Al menos tres veces el alcalde ha sido desinvitado a actos programados con el gobernador y aquí se cuenta que los secretarios estatales tienen prohibido cualquier acuerdo con el municipio. Ni siquiera al cabildo en pleno Murat le ha dado audiencia. "Queremos pensar que es por su agenda", dice un regidor.

En realidad, es difícil imaginar una relación amistosa entre el gobernador y el edil. Cué es -por decirlo de algún modo- una dama.

El alcalde confirma todas las versiones de su afrenta con el gobierno estatal, pero elude cualquier alusión personal al gobernador.

"Más allá de las personalidades van a contar los hechos ?dice?.Tenemos la responsabilidad del gobierno y sólo buscamos una relación de respeto y colaboración".

Cué fue secretario técnico del gobierno del estado en la administración de Diódoro Carrasco. Al asumir Murat, en diciembre de 1998, lo invitó a quedarse en el cargo. Se conocían bien, sus familias eran amigas. Pero Gabino se fue con su ex jefe a la Secretaría de Gobernación.

Murat no lo perdonó.

Dos años después, ya como subsecretario de Comunicación Social de Gobernación, Cué se acercó al "grupo Oaxaca" que encabeza el ex gobernador Jesús Martínez Alvarez, ahora en las filas de Convergencia por la Democracia, el partido de Dante Delgado. El grupo había apoyado a Murat en su cruzada por la gubernatura, pero se distanciaron cuando éste no quiso reformar la Constitución local y permitir al ex gobernador interino postularse de nuevo.

Así llegaron a las elecciones municipales del año pasado.

Murat quería recuperar la capital oaxaqueña, que llevaba nueve años en poder del PAN, pero le apostó a un mal candidato: Francisco Márquez, quien fue derrotado en la interna por Javier Villacaña, para más señas, cuñado de Luz Divina Zárate, quien desde hace 10 años es secretaria particular de Diódoro Carrasco.

Murat se tardó en asumir esa derrota y cuando se decidió a apoyar a Villacaña ya era muy tarde. Ganó Gabino Cué.

Pero el tono en la campaña subió tanto, que la abuela de Gabino publicó un desplegado en que responsabilizaba al gobernador de amenazas de muerte contra su nieto. Eso, dice Murat, es lo que más le dolió. "Lo vieron mis hijos", se queja. Pero jura que no anda buscando desquite. "Sólo que se desdiga".

Murat, El Talibán

El mote se lo ganó en la Asamblea Nacional de noviembre. Cuentan los priístas que llegaba el oaxaqueño con sus huestes y arengaba: "A ver cabrones, a chiflar". Entonces iniciaba el chifladero para reventar la mesa, que en vano intentaba controlar Manuel Aguilera.

A saber.

Pero pocas cosas molestan tanto a José Murat como las referencias a su origen árabe. En la campaña por la gubernatura un reportero le preguntó si era iraquí, como denunció el PRD. Murat lo dejó en la sierra.

El padre del gobernador de Oaxaca, efectivamente, fue un comerciante iraquí. Su madre es juchiteca. Murat nació y creció en Ciudad Ixtepec, un pueblo cercano a Juchitán que en los años 50 fue el centro comercial del Istmo. Su prosperidad llegó con el ferrocarril y se fue con su declive. De las épocas gloriosas sólo quedan las vías del tren y mucha nostalgia. "Aquí no vale la pena invertir. Se ha ido acabando todo", lamenta Jesús Valencia Moya, ahijado del gobernador. Valencia vivió 20 años en el Distrito Federal donde le consiguió trabajo, José Murat. Sus dos hermanos trabajan con el gobernador. Son hijos de su nana. Por eso no sorprende su convicción al asegurar que: "José Murat le está cumpliendo a Oaxaca". Sí. Aunque en Ixtepec no haya nada qué hacer.

La casona de 16 de septiembre y Nicolás Bravo, donde creció Murat, está bardeada y abandonada. Hace más de dos décadas que la familia emigró y el hijo pródigo del pueblo casi no viene por aquí. Si acaso se aparece en la fiesta del 27 de septiembre. "Es alegre para esas fiestas", cuentan.

Pero eso no merma su buena imagen entre los ixtepequenses.

Manuel Fuentes López, compañero de primaria, lo recuerda como un chico "alocado y relajiento". Y abusado, cómo no. "Una vez concursó en ese programa de Pedro Ferriz (El Premio de los 64 mil pesos) sobre la vida de Benito Juárez y ganó".

Alfredo Benítez, profesor de secundaria de Jazmín y Yusef, los hermanos menores ya fallecidos, describe una imagen que bien podría caber en el Cinema Paradiso: "Era un líder natural, romántico, enamorado, le encantaba la bicicleta, iba a ver a su novia al pueblo vecino, en El Espinal".

En 1973, Benítez era dirigente de la sección 22 del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE) y fue el organizador de la convención en la que Murat logró su primera candidatura a diputado.

"Él tenía 21 años y ya era como es -dice Benítez-, inquieto, inconforme, nervioso. Venía del DF con una caravana de jóvenes apoyados por Gobernación. Eran la novedad y claro, ganó arrolladoramente".

Con Murat llegaron (y ya no se fueron) Flavio Beiliz, el actual contralor; Pedro Peñol, columnista político, y Elpidio Altamirano, director de la Comisión Estatal de Aguas.

Desde entonces, también, el joven Murat reivindicaba causas que al tiempo le han sido de gran utilidad.

"Siempre le gustó ser amigo del ala izquierda y jalarla a trabajar con el gobierno. Se sentía cómodo. Por eso se hizo gran amigo de Héctor Sánchez (senador del PRD)".

"No aspiro a más"

¿Qué se va a recordar del gobierno de José Murat en Oaxaca?

"Lo único que he hecho es enfrentar el rezago ?dice el controvertido gobernador?. La aspiración de mi vida era tener la oportunidad que me dieron los oaxaqueños de ser gobernador. No aspiro a más, por eso no me ando cuidando políticamente".

Nadie aquí lo cree, aunque la verdad sea dicha, Murat no es un hombre que cuide las apariencias. "Descompone a los políticos apretaditos", dice uno de sus viejos conocidos. "Nunca ha sido técnico, lo suyo es la operación".

Con Murat han llegado a Oaxaca más de 80 empresas, cadenas comerciales como Sams, Wal Mart y Soriana; la Universidad Anáhuac y próximamente la La Salle. Tiene en construcción 10 universidades estatales, una normal indígena y un tecnológico regional; el hospital de especialidades y el reclusorio para mujeres (que no tenía Oaxaca). Ya hay ejes viales y pasos a desnivel, sin contar, claro, la supercarretera que le acaba de endosar al gobierno federal.

Murat cacarea sus 68 mil obras de gobierno como un jugador que presume sus medallas. "Es que no había nada ?dice?, cuando tienes el más alto rezago del país, todo lo que haces se ve y se nota. Se habían sentado las bases en que 'somos pobres y por eso nos quedamos a esperar el apoyo de la Federación'. Ahora estamos trabajando a marchas forzadas con nuestro presupuesto raquítico".

Sí, pues. Se vende bien.

"Yo soy la primera sorprendida, pero a mí me ha dejado trabajar", dice en su defensa la perredista Norma Reyes, directora del Instituto de la Mujer oaxaqueña que creó Murat en noviembre. "Si quieres por intuición política, pero nos está apoyando en todo".

camaleon"Murat -dice Alfredo Benítez, actual director del Instituto de Desarrollo Municipal (Indemun)?-es un hombre tan sensible que le brotan las lágrimas de los ojos cuando no puede contestar a los campesinos, le rompe el alma, es un niño. Porque a pesar de ser un hombre de buena cuna siempre sintió en carne propia la angustia del pueblo".

Un buen ejemplo de cómo negocia Murat se vio recientemente en una conferencia sobre derechos humanos de los migrantes, auspiciada por el Instituto de Migración de Oaxaca.

Al término del evento, el gobernador fue abordado por la prensa e improvisó una conferencia en la que, muy a su estilo, comprometió al comisionado del Instituto Nacional de Migración, Felipe de Jesús Preciado .

"Les tengo un buen anuncio: nos van a poner una estación migratoria aquí, ¿verdad que sí? Pregúntenle", dijo, palmeando la espalda del funcionario.

Su espíritu quijotesco, empero, no es el que lo empujó a decretar la Ley de Amnistía para los loxichas presos (quizá la principal medalla de su gobierno) en diciembre de 2000. Por lo menos, eso cree Donasiana Antonio, de la Unión de Pueblos Contra la Represión.

 "Nos usó. El más que nada ocupa a los indígenas y se hace protagonista", dice la dirigente.

Cuenta que durante meses Murat les hizo dar vueltas sin ofrecerles solución. Para que quitaran el plantón frente al Palacio de Gobierno les ofreció dinero, casas y proyectos para mujeres. "Nosotros queríamos la libertad de los presos". Y Murat le tiraba la bolita a Diódoro Carrasco, entonces secretario de Gobernación. "Nos decía: 'yo no puedo hacer nada. Allá arriba no me dejan'".

Cuando Vicente Fox visitó Oaxaca, al día siguiente de su toma de posesión como Presidente de la República, los loxichas le entregaron la petición de amnistía. Fox instruyó a Santiago Creel para atender inmediatamente esa demanda. Una semana después, José Murat estaba decretando la Ley de Amnistía para liberar a 47 presos.

Una ley que no es lo que los indígenas esperaban.

"Dice que se cancelarán las órdenes de aprehensión si entregan las armas, pero ¿qué van a entregar si ni armas tiene la gente? ?pregunta Donasiana?. Además, los presos que habían salido era por falta de pruebas y eso queríamos que se declarara. Queríamos una ley justa".

El nuevo PRI de Murat

La pregunta tira por la borda cualquier análisis: "¿Cómo es posible que el gobernador que todo lo controla y el gran mapache Ulises Ruiz perdieran la interna frente a Villacaña, el candidato de Diódoro Carrasco?"

Para muchos aquí, esa es la clave que provocó los excesos del 24 de febrero.

Aunque Murat rechace la paternidad del cochnero en el estado que presume controlar.

"El gran perdedor fue el PRI ?dijo, días después de la elección interna?, esa institución que nació antidemocrática y arbitraria y que fue instrumento para someter intereses políticos regionales, locales y estatales".

Sus declaraciones molestaron a muchos, pero nadie en el PRI puede decirse sorprendido por José Murat.

Él fue compañero de bancada de Diódoro Carrasco en la XLIX Legislatura y de Beatriz Paredes en la LI.

Cuando Heladio Ramírez fue gobernador, a Murat lo pusieron como dirigente del PRI estatal, porque "necesitaban un dirigente entrón, que pare a la COCEI para que Heladio pueda gobernar". (Hizo tan bien su trabajo que cuando coincidió en el Senado con Héctor Sánchez, líder de la COCEI, uno como secretario de la Gran Comisión y otro como coordinador del PRD, solía decirse que el verdadero coordinador perredista era Murat).

Eso sin contar los dolores de cabeza que se han provocado mutuamente Elba Esther Gordillo y José Murat por el control de la sección 22 del SNTE. Apenas el año pasado, los maestros de Oaxaca estuvieron 31 días en el DF quejándose de la desatención del gobernador.

***

¿Su mayor defecto?

"Hablar con la verdad, porque la gente en el medio político como que no está acostumbrada", dice Murat. "No tengo vicios. Mi única pasión son mi familia, mis hijos, ayer mi esposa, y el peor defecto que tengo es no poder dejar de fumar. Y el otro defecto que hace daño es que trabajo, trabajo y trabajo..."

"Es un cínico", replican sus opositores, para quienes Murat representa "el regreso a la barbarie que ya estaba erradicada, el uso desvergonzado e inmoral del poder colgado de causas justas".

Murat es capaz de ir un fin de semana a Berlín sólo para disfrutar un concierto de Von Karajan, pero no soporta una comida en el Fouquet's con Diódoro Carrasco. Su vida está marcada por la muerte de su padre, dos hermanos menores y su esposa. Adora casi con veneración a sus hijos (los cuatro propios y dos sobrinos, hijos de su hermana Jazmín). Y jura que en el fondo es puro corazón.

"A los seres humanos los puedes ver en sus familias. Ahí está la mía, que no la hice yo, la hizo Lupita. Pero algo estuve yo presente, pues".

A saber. Quizá la mejor definición es la que hace su ahijado, Jesús Valencia: "Murat es grosero, déspota, te trata de lo peor, pero así es su carácter, desde niño. Él nació político y le está cumpliendo a Oaxaca".