Miércoles 24 de abril de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Visiones

Nuevamente Lo pequeño es hermoso

n César Gordillo Aguilar

Siendo estudiante de arquitectura en la década de los 80, un libro que se me solicitó leer como trabajo académico, Lo pequeño es hermoso, de E. F. Schumacher, tuvo un impacto muy grande en mis años de estudiante y durante mucho tiempo ha sido fundamental en mi forma de entender el arte y la arquitectura. En este texto, que en ese entonces fue calificado de romántico y retrógrado por muchos, se expone la bondad de las tecnologías, la arquitectura y las ingenierías de "pequeña escala" en contra del boom de la tecnología de gran escala y los medios masivos de comunicación. Hoy, muchos de los vaticinios de este libro se han cumplido y hemos arribado al punto donde los macroproyectos, los desarrollos inmobiliarios de gran escala, la alta tecnología y el internet han sido convertidos en lo cotidiano.
Por más de 22 años, desde que el premio Pritzker (el equivalente a lo que podríamos denominar como el Premio Nobel de arquitectura) fuera otorgado al arquitecto mexicano Luis Barragán, en 1980, este premio había sido otorgado a arquitectos que en su trabajo contemplaban fundamentalmente el desarrollo de macroproyectos y que en sí mismos constituían una empresa de proyecto de gran escala, lo que Charles Jencks ha catalogado como las "franquicias de arquitectura", donde la alta tecnología, tanto de proyecto como de construcción, habían sido el denominador común de "los premiados".
En esta ocasión se ha reconocido el trabajo de un arquitecto "solitario", anclado estética y tecnológicamente en lo local y creyente del oficio tradicional del proyectar y el construir, otorgando el jurado el premio Pritzker 2002 al arquitecto australiano Glenn Murcutt, desconocido por muchos en el escenario del star system de la arquitectura internacional, pero bien conocido en su país como un "arquitecto iconoclasta que ha desarrollado un identificable estilo de arquitectura residencialvernácula australiana".
El premio otorgado a Glenn Murcutt reconoce una diferente forma de hacer arquitectura y arte en una era donde se ha olvidado el contacto con el contexto, la gente, el trabajo cotidiano de proyecto y la "pequeña escala". Probablemente hoy suene esta idea no solo romántica, como se escuchaba en los 80 al leer a Schumacher, sino que para algunos sectores de la crítica resultará incluso retrógrada; sin embargo, creo que en el contexto actual nada es tan revolucionario como oponer al mundo de la alta tecnología y la globalización lo que J. Carter Brown señala como la principal característica del trabajo de Murcutt: "Su capacidad de innovación técnica que puede voltear su sensibilidad hacia el entorno y lo local en una actitud directa, honesta, y deslindada del artshow de nuestros días". Si bien la obra de Murcutt es pequeña en escala, es absolutamente moderna en sus lineamientos proyectuales y técnicos, siendo sus características proncipales su simplicidad y elegancia con una conciencia clara de identificación a su contexto social y físico.
La decisión del premio Pritzker 2002 llama hoy la atención del mundo del arte y la arquitectura a esa pequeña escala de producción que Schumacher intuía como el único escape a una "opresión tecnológica"que en esos años vaticinaba y que hoy es una realidad, y nos invita a volver los ojos a artistas como Chucho Reyes Ferreira, Giorgio Morandi y Luis Barragán, entre otros, para quienes la sencillez del oficio, el amor y la compenetración con el material o la cultura que les era propia no fueron obstáculos para que produjeran una obra de vanguardia, sino más bien constituyeron el "trampolín" desde el cual desplegaron aportaciones profundamente vanguardistas que hoy son el ejemplo a seguir por otros.