DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2002


Elegir entre la derecha o la extrema derecha

Francia el horror político

Pasado el terremoto, viene la "tercera vuelta". Las elecciones legislativas pondrán a prueba a la izquierda francesa, la principal derrotada del momento. Se verá si es capaz de distinguirse, de enfatizar sus valores y sus propuestas. Sobre todo, se verá si puede tomar distancia de sus propias políticas, en los últimos años demasiado parecidas a las del "pensamiento único", como lo atestiguan los logros en materia de privatización de Jospin, superiores incluso a los obtenidos por los gobiernos de derecha que lo antecedieron

ANGEL DE LA VEGA NAVARRO*

LAS CIFRAS CAYERON como un mazaso: 20%, 17% y 16%, en números redondos, para Jacques Chirac, Jean Marie Le Pen y Lionel Jospin respectivamente. Cataclismo político, catástrofe, crisis profunda del sistema político, signos ominosos para Francia y su democracia: los calificativos abundan y rivalizan para caracterizar lo sucedido. Por primera vez en la historia de la Quinta República, es decir más de 40 años, la extrema derecha disputará a la derecha la presidencia de Francia en la segunda vuelta. La mitad de Francia, un poco más o un poco menos según las elecciones presidenciales, la que habitualmente se reconoce en el candidato de la izquierda no estará esta vez representada en la máxima justa electoral. La gravedad de la situación la atestiguan, además de las solemnes declaraciones de los políticos, las lágrimas y la rabia de militantes jóvenes o las espontáneas manifestaciones callejeras que se sucedieron en París y en otras ciudades francesas en cuanto se conocieron los resultados. Le Pen, el racismo, la intolerancia, la xenofobia, el fascismo: no pasarán.

mas-elec.jpgHabía elementos para pensar que la "izquierda plural" estaba adquiriendo en Francia una mayor presencia -en un contexto europeo marcado por la derechización- y que estaba siendo capaz de producir un discurso atractivo en torno a temas como la identidad sexual y los derechos de las mujeres, el tratamiento a la inmigración y a los derechos de los extranjeros, la revalorización del papel del Estado en cuestiones como la educación y las nuevas tecnologías, una construcción europea con mayores ingredientes sociales, la necesidad de imponer límites y regulaciones a la globalización, etcétera. Resulta por lo menos curioso, entonces, que durante la campaña esa izquierda no lograra imprimir realmente su sello: su programa y el de Chirac fueron muy similares. Ahora la extrema derecha estará en todos los medios con un discurso que ha influenciado ya la coyuntura política más allá de sus electores tradicionales.

Casi nadie se atrevió a imaginar a Le Pen en una segunda vuelta. Además de lo que se suponía una aberración inimaginable en Francia, el dispositivo diseñado para que al final se enfrentaran los representantes de los dos grandes bloques tradicionales, derecha e izquierda, debía funcionar una vez más. ¿Qué pasó y cómo se pudo llegar a este resultado?

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Cuando se esperaba que Jacques Chirac y Lionel Jospin, presidente y primer ministro salientes respectivamente, pasaran a la segunda vuelta y se disputaran la presidencia, no sin cierta sensación de déjà vu, sucedió lo inesperado. Los electores, haciendo ver que son ellos los que votan y no los sondeos -los cuales, por cierto, no previeron lo que ahora se califica de sismo- dejaron fuera a Jospin y le dieron a Le Pen una posibilidad inesperada, si no de llegar a la presidencia, sí de ocupar un lugar preponderante en la escena política. De hecho este político extremista ya había impuesto sus temas recurrentes en la campaña electoral, sobre todo el de la inseguridad cuya influencia se ve ahora en los resultados. En un injusto olvido quedó un balance de cinco años de gobierno de una "izquierda plural" (socialistas, comunistas y verdes) lidereada por el socialista Jospin: crecimiento económico con avances en el empleo, en la construcción europea, en las libertades, en los derechos sociales...

mas-fran1.jpgLe faltaron a Jospin votos que se dispersaron o se fueron directamente a la extrema izquierda, sin detenerse siquiera en el Partido Comunista, el cual totaliza su resultado más bajo: 3.5%. Este partido, probablemente afectado por el voto de castigo a la gestión gubernamental de la cual formó parte, continúa su descenso iniciado en los ochenta. La extrema izquierda, representada sobre todo por los trotskistas A. Laguiller y O. Besancenot, totaliza más de 10%, logrando así otro de los resultados significativos de la jornada electoral del domingo 21 de abril. ¿La responsabilidad es entonces de estas fuerzas?, ¿de la abstención record (cercana al 28.5%)?, ¿de la dispersión de las propuestas electorales (16 candidatos, entre los cuales varios hubieran podido retirarse para apoyar a Jospin, como Chevennement y C. Taubira)?

Superficial sería decir que los extremos se tocan y que Francia se dirige al fascismo o a la ingobernabilidad. En Francia existen una derecha y una izquierda republicanas y se puede pensar que unirán sus fuerzas para dejar fuera a Le Pen y elegir a Chirac con una sólida mayoría. Probablemente la extrema derecha no irá mucho más allá de los votos que recogió y electores que votaron por la extrema izquierda se abstendrán. El objetivo es ahora que los votos para Le Pen no superen con mucho los que ya obtuvo en la primera vuelta para que la influencia que ya alcanzó no se traduzca en un mayor capital político con las consecuencias que ello puede tener sobre las futuras políticas gubernamentales.

mas-fran2.jpgUn escenario de esta naturaleza, el cual puede confortar al sistema político francés al demostrar su capacidad de desechar democráticamente una opción extrema, puede también hacer que se dejen de lado algunas de las causas que condujeron al resultado de la primera vuelta. Está lejos del punto del análisis que aquí se expresa el hacer una amalgama entre los resultados de la extrema derecha y la extrema izquierda: se puede pensar, sin embargo, que, además de los núcleos duros de ambas fuerzas, un voto de descontento y de rechazo no encontró otro canal para expresarse que el de la abstención o el representado por las opciones extremas, sin necesariamente coincidir con sus análisis o propuestas. Sectores desfavorecidos de la sociedad se ven confrontados en su vida cotidiana por ciertos aspectos de la inseguridad o la inmigración, exacerbados además por el discurso de la derecha y de la extrema derecha. También es cierto que la gestión gubernamental de la izquierda plural no respondió a las aspiraciones de muchos de los que viven en la desigualdad y la exclusión. Entre éstos últimos se encuentran votos que le hicieron falta a Jospin: no los integró realmente en su balance ni su discurso se dirigió a ellos: un electorado predominantemente de jóvenes, desempleados, pero en donde también se encuentran asalariados que anteriormente votaban por los partidos socialista o comunista.

Las democracias europeas están dejando fuera a partes importantes de su población, no solamente de los beneficios económicos sino también de su discurso. Este es el hueco que ha venido llenando la extrema derecha. Esas democracias también se ven constreñidas por las reglas que les ha impuesto la construcción europea, de manera particular en lo que respecta a la apertura y a las políticas macroeconómicas. En ese contexto Le Pen ha explotado a fondo un anti-europeismo primario y demagógico.

Terminada la segunda vuelta con la altamente probable elección de Chirac para los próximos cinco años, vendrán pocas semanas después las elecciones legislativas. En lo que algunos llaman ya "la tercera vuelta" se podrá ver con más claridad el nuevo paisaje político francés, una vez terminada la "unión sagrada" forzada por las circunstancias de la elección presidencial. La izquierda se verá obligada a trabajar con seriedad sus opciones para distinguirse y enfatizar sus valores, sus propuestas de reforma y sus políticas, en los últimos años demasiado parecidas a las del "pensamiento único", como lo atestiguan los logros en materia de privatización de Jospin, superiores incluso a los obtenidos por los gobiernos de derecha que lo antecedieron.

mas-fran3.jpgEn los últimos 20 años, la economía francesa se ha insertado de lleno en la globalización, una inserción administrada en una buena parte por gobiernos de izquierda, desde la victoria de Mitterrand en 1981. Las transformaciones de la sociedad francesa están a la vista y muchas de ellas muestran aspectos positivos. En el camino, sin embargo, el Estado francés perdió buena parte de sus instrumentos de intervención y control de la economía, sobre todo su capacidad para promover y mantener el empleo y la protección social, para garantizar las jubilaciones, para promover una sociedad más justa y generosa. El llamado de atención a la izquierda francesa ha sido duro y concierne también a fuerzas políticas de otras latitudes. Ahora le espera una travesía del desierto que puede ser saludable: deberá enfrentarla con decisión si quiere seguir pesando en el futuro de Francia, cuarta potencia económica mundial, pero sobre todo una democracia importante por lo que ha representado y representa en su propio contexto nacional, en Europa y en el mundo.

* Profesor del Posgrado de Economía de la UNAM