Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 5 de mayo de 2002
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Política

Rolando Cordera Campos

Día del Trabajo en la oscuridad

Malas noticias para los trabajadores este primero de mayo. La transparencia que ofrece la nueva ley sobre información no llega a los corredores de la Secretaría del Trabajo, donde todo se quiere como antes, cuando imperaba la "nueva cultura laboral", y que su actual titular tejía y destejía con Fidel Velázquez cuando encabezaba a los patrones sindicalizados de México.

No hay reforma laboral en puerta en México, aunque pueda probarse que, en sus menos deseables aspectos, hace muchos años es una realidad en los centros de trabajo en muchas partes del país o, lo peor, en los espacios en los que priva un tipo de trabajo "informal" que se identifica así porque no hay salarios contractuales ni prestaciones de ley, pero sí ganancias no gravadas permitidas o solapadas por la informalidad... de la autoridad laboral o hacendaria.

Hace mucho que desde la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) o el sindicato de telefonistas se denuncia la impresentable figura de los contratos "de protección" que firman líderes postizos con empresarios sin escrúpulos, aún antes de que la empresa inicie sus labores. Pero no es esto lo más grave, sino que esa forma salvaje de hacer la reforma laboral parece haber sentado sus reales en zonas económicas dinámicas, como las industrias de exportación, maquiladoras y no. El intrincado lazo de complicidad entre supuestos sindicalistas, muchos de ellos pertenecientes a las antiguas centrales oficialistas, empresarios y autoridades del trabajo, agrava una situación de por sí alarmante, porque somete al país y a parte de sus trabajadores al chantaje de las empresas piratas que siempre ponen por delante la clásica amenaza de abandonar el territorio apenas se insinúe la pretensión de traer a la normalidad las relaciones laborales.

Podría haberse supuesto que México no necesitaba más de esas prácticas lesivas a todo derecho y justicia, o que habían quedado reducidas a los vetustos circuitos del valle de México, donde imperaba el gangsterismo sindical sin recato. Pero parece haber indicios de sobra de que no es así, y que tal tipo de conductas son frecuentadas por la empresa moderna, sus abogados y gerentes, sin que pueda decirse que se trata de un dispositivo clandestino del que nadie se da cuenta. Se opera a la luz del día y, de nuevo, la autoridad local o federal no puede declararse ignorante o mal informada.

La confirmación de que éste no será un buen primero de mayo para el trabajo, nos la dan las noticias que Santiago Levy transmitió la Asamblea Anual del IMSS que ahora dirige. No sólo peligran de nuevo los equilibrios financieros de la institución, precarios de tiempo atrás, sino que ésta se ve acosada por discutibles, cuando no ilegales, disposiciones de la Secretaría de Hacienda que arrambla de nuevo contra los planes de inversión del IMSS y le recorta el doble o más de lo recortado hace un año.

Según nota de La Jornada (30/04/02), de un recorte al presupuesto de 10 mil millones de pesos, al IMSS le tocarían 2 mil 563 millones, más del doble de lo que le quitaron en 2001. El director del Seguro Social documentó más nuestro optimismo: mientras que la "derechohabiencia" aumentó en 20 por ciento, seis hospitales y 14 unidades de medicina familiar nuevas no funcionan por falta de recursos.

Poco o nada consuela que alguno de los consejeros del instituto haya aconsejado al director que no promueva obras ni acciones adicionales hasta no contar con recursos seguros. Curiosa seguridad social ésta, que parece vivir al día, como lo hace una buena porción de sus derechohabientes.

Levy insistió en la necesidad de revisar a fondo nuestros conceptos básicos en materia de seguridad social, para movernos ya a una seguridad universal desvinculada del mercado "formal" de trabajo. Lo mismo hacen en Salud con la idea del seguro popular. Pero poco se caminará en esa dirección si no se asume con claridad que los hoyos financieros, por profundos que parezcan o sean, están después y no antes de un compromiso nacional de fondo en materia distributiva. Si los pobres van a cargar con la parte principal de su hipotética seguridad, lo que puede tener el país es una seguridad pobre para pobres, como parece haber ocurrido en otros países que jugaron con la medicina y se llenaron de enfermos.

Sin empleo seguro y sin seguridad asegurada, los trabajadores viven un doble o triple acoso, donde se dan la mano en su contra las instituciones que supuestamente deberían estar a su servicio o, por lo menos, dispuestas para auxiliarlos en tiempos de penuria, que en México se han vuelto costumbre secular. A este contubernio concurren sin falta los intermediarios de empresas aventureras y, desde luego, lo que quedó de un sindicalismo que hizo mutis sin pena ni gloria.

Si de transparencia vamos a hablar, y si pactos políticos hay que buscar para que la nave no escore demasiado, no estaría mal que nuestros orondos componedores de Los Pinos empezaran por lo básico, y buscaran formas eficaces de darle salud y un mínimo de seguridad a quienes no tienen más que su trabajo para sobrevivir en estos mercados "democráticos" llenos de opacidad y avaricia. Allá por el Periférico Sur, donde despacha el empresario responsable de la justicia laboral, parece mantenerse intacto el nudo ciego del corporativismo, en todo caso afectado por la desaparición del empleo formal, pero todavía no por una reforma laboral que tiene que empezar por el respeto irrestricto a los derechos humanos del trabajador. Lo que no es el caso en una buena porción del desierto laboral mexicano.

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