Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 5 de mayo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Mundo
El ultraderechista incita a los franceses a una campaña xenófoba de delaciones

Un eventual triunfo de Le Pen desataría una cacería de inmigrantes indocumentados

YURIRIA ITURRIAGA CORRESPONSAL

Paris, 4 de mayo. Una pareja de refugiados políticos cingaleses, con sus cuatro hijas pequeñas, ocupa dos cuartos con cocina y baño; dos jóvenes hermanos de ella llegan de su país y se alojan allí durante más de un año, pero una madrugada se presenta la policía francesa, comprueba la identidad de cada uno y ordena que los dos muchachos salgan y busquen otro alojamiento porque está prohibida la promiscuidad, fuente de traumas infantiles y de conductas antisociales en los adolescentes.

Es evidente que algún vecino los delató. Y éste y la policía tienen la convicción de actuar por el bien de esos extranjeros. Según sus propios parámetros y buena conciencia.

Si Le Pen es elegido presidente de Francia, y aun si el saliente primer ministro so-cialista Lionel Jospin decidiera sucederse a sí mismo aceptando la oferta que piensa hacerle el líder ultraderechista, lloverán en las comisarías las denuncias contra inmigrantes en situación irregular, cuya lista se verá alargada en la misma medida que un extranjero represente una molestia, real o imaginaria, para un ciudadano francés.

Y no necesariamente este ciudadano será un renegado de la revolución francesa, la república y los derechos del hombre; ni un ignorante de que en el ser francés están incorporados ciudadanos y perseguidos de muchos otros países, desde hace dos siglos para no ir más atrás, ni podrá negar que la república salió a integrar extranjeros con la política de expansión de sus fronteras hacia tres continentes más y que los miles de hijos que perdió en las dos grandes guerras fueron remplazados por naturales de sus ex colonias para las tareas más ingratas.

Tampoco negará obcecadamente que las ejemplares conquistas sociales y laborales del siglo XX en Francia las logró una clase trabajadora multirracial, y hasta es posible que admita que, cuando estas conquistas parecían haber alcanzado cierto punto de equilibrio entre el bienestar mínimo de los trabajadores y la reproducción del capital, la llegada masiva de poblaciones expulsadas de sus tierras por el hambre o la guerra, ambas como consecuencia de las políticas económicas, incluyendo la venta de armas de los países fuertes, entre los cuales Francia misma provocó la ruptura del contrato social y empezaron los conflictos interculturales en tierra francesa.

Y no necesariamente dirá lo contrario, porque un ciudadano francés de buena conciencia puede ser claro u oscuro, de ojos rasgados, azules o marrones, de origen magrebí, judío, italiano, portugués, libanés o ruso, etcétera.

Conciencia obrera conservadora

Pero si, como sabemos, la vida material crea la conciencia del hombre, no es de extrañarse que la clase trabajadora, obrera y campesina francesa, una de las más acomodadas del siglo XX, posea una conciencia conservadora (de este bienestar). Y que la desubicación de fábricas para abaratar los costos laborales, el cierre de pequeñas empresas incapaces de competir con los productos importados, la eliminación de cultivos y criaderos no competitivos en el mercado no sean percibidos por los afectados como efectos perversos de la mundialización económica, representada por la Organización Mundial de Comercio, pese a tener a José Bové en casa. Y es que esos son enemigos abstractos contra los que un ciudadano de buena conciencia nada puede hacer.

Cualquiera sea su origen étnico y color, el pequeño y mediano empresario que a causa de las altas contribuciones al Estado se arruina progresivamente, maldice el salario mínimo de inserción, a cuyo financiamiento contribuyen y con el que el joven desempleado compra droga y el más viejo alcohol, sin necesidad de ir a buscar el cheque mensual de alrededor 3 mil 800 pesos mexicanos que les llega a su propio buzón. Así como los jubilados, sin distinción de religiones, a cu-yos edificios fueron llegando familias con otras costumbres y cocinas de otros olores, y voces sonoras como para hacerse oír a través de la maleza o el desierto, las rechazan porque hay "largos" adolescentes oscuros, agrupados en la propia acera, que les imponen miedo.

Y como los padres y madres cuyos hijos, escolares de suburbio, pierden la chamarra, la mochila o los tenis finos en manos de sus mayores prematuramente amafiados. Y las profesoras y algunos maestros de secundaria y preparatoria de colonias marginales que han sufrido alguna agresión verbal o física de sus alumnos y sueñan con el retorno del respeto.

Muchos de ellos, y otros que no lo confiesan en las entrevistas, si logran llevar a Le Pen este domingo a la presidencia constituirán el más temible y subrepticio ejército xe-nófobo. Y sin perder su buena conciencia. 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año