Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 5 de mayo de 2002
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Contra

MAR DE HISTORIAS

La montaña enemiga

CRISTINA PACHECO

Son las cinco de la tarde. La habitación huele a sudor y a tabaco. las persianas dejan pasar una luz implacable. En la cama revuelta Nicolás yace de espaldas mientras Herminia, su mujer, apoya la cabeza en su pecho desnudo.

En medio del silencio que refrenda la complicidad amorosa de la pareja se escucha, suave, la voz de Herminia:

-Estaba pensando que cuando éramos novios odiaba los fines de semana, los días de fiesta y los puentes.

-ƑPor qué? -Nicolás finge no adivinar la respuesta.

-Dejábamos de vernos. Casi siempre te ibas a tus entrenamientos, a escalar, y yo me quedaba esperándote -Herminia se tiende bocabajo. Con la cabeza erguida mira de frente a Nicolás.

-No hacía otra cosa, te lo juro.

-ƑOtra cosa...?

-No salía con mis amigos, no iba a ninguna parte.

-ƑPor qué?

Herminia toma una almohada y con ella golpea a Nicolás en el hombro:

-šMalvado! Lo sabes muy bien-. Herminia se hinca, acerca su rostro al de Nicolás y deletrea las palabras: -No salía porque nada me interesaba sin ti. Ni siquiera ir de compras con Adela. Te juro que es una experiencia casi mística.

Adormecido por el calor y la fatiga amorosa, Nicolás sonríe y, con un movimiento laxo, acaricia los senos de Herminia. Ella retrocede un poco y vuelve a preguntar:

-ƑCrees que fui una tonta?

-ƑPor haberte perdido de la experiencia mística?

-No te burles. Hablo en serio-. Herminia toma el mentón de Nicolás y lo obliga a mirarla: -ƑHice mal en depender tanto de ti?

-No estoy en condiciones de calificarte. Me sucedía lo mismo: escalaba, sin dejar de recordarte.

Herminia se estrecha contra el cuerpo de su marido y lo besa. Entrelazados ruedan sobre la cama hasta que al fin sus cuerpos quedan a medias en el vacío. Con una maniobra rápida Nicolás evita la caída. Luego, jadeante, vuelve a su posición original.

-Ven, acuéstate junto a mí.. Cruza el pecho de Herminia con su abrazo. -Así te estarás quieta.

Herminia intenta moverse pero no puede hacerlo. Divertido, Nicolás pasa su pierna izquierda sobre las rodillas de Herminia. Ella lucha y protesta en un tono que se vuelve angustiado:

-No hagas eso.

-ƑTe lastimo?

-Claro que no.

-ƑEntonces?

-No me gusta sentirme atrapada, ni siquiera por el cinturón de seguridad. Me aterra porque me recuerda una pesadilla que he tenido desde chica-. Herminia cierra los ojos: -Me veo en una caja pero sé que es una silla de ruedas. Siempre tengo la cabeza caída sobre el pecho y aunque no haya nada que me impida levantarme tengo la certeza de que no podré salir.

-ƑDe dónde? -Nicolás mira el techo, como si en su blancura fuese a leer la respuesta de Herminia.

-No es un lugar. Es más bien una sensación de enfermedad. Me atrapa en un sitio muy luminoso y caliente.

-ƑComo este cuarto? -Nicolás pregunta sin énfasis.

Herminia no escucha a su marido, sigue el hilo de sus pensamientos:

-Allí no hay nada y sin embargo todo me produce miedo. Creo que mantengo la cabeza caída sobre el pecho para no ver más allá de mis brazos apoyados en algo. ƑQué significarán todos esos detalles? -En espera de una respuesta Herminia se vuelve a Nicolás. Lo ve dormitando. Entonces recuerda la sentencia de Adela, su amiga íntima: "El día en que a un hombre no le interesen tus sueños puedes estar segura de que ya se aburrió de ti".

Un temor supersticioso la envenena de pronto. Mira el reloj: las cinco. Sobran horas de una tarde perfecta. Herminia maldice su ocurrencia de mencionar la pesadilla. Incómoda, decide levantarse. Nicolás se lo impide presionándola con su brazo:

-ƑCreíste que estaba dormido?

-ƑNo? -pregunta ella con alivio.

-No. Seguía pensando en tu pesadilla-. Abre un ojo. -También la he tenido, sólo que despierto. A lo mejor un día fallo en una escalada, caigo, me rompo la columna vertebral y no vuelvo a caminar.

Herminia se cubre los oídos con las manos:

-Odio que digas esas cosas, lo odio tanto como a las montañas. Las veo como a mis enemigas.

Al tratar de que Herminia retire las manos de los oídos Nicolás advierte que su mujer está temblando:

-ƑQué te pasa?

-No sé. Me asustaste. sólo de imaginarme que no volvieras a caminar...- Herminia se refugia entre los brazos de su marido.

-Si sucediera Ƒqué harías? -Nicolás mira la luz que entra por la ventana y empieza a diluirse.

-ƑPor qué insistes? -reclama Herminia con voz contenida.

ƑPor qué ahora? Hemos estado tan contentos...

-Y podemos seguir estándolo.

-No, si hablas de esas cosas.

-Herminia: mírame. Ahorita es sólo una conversación, pero nadie nos asegura que un día no se convierta en realidad. Te pregunté: Ƒqué harías en ese caso?

-Por todos los medios intentaría que volvieras a caminar... šAy, qué horror!

-ƑY si te dijeran que ya no es posible?

-ƑPor qué me torturas así? -Herminia lo observa rencorosa-: ƑTe divierte?

-No. Piensa en mi trabajo. Esto es algo de lo que teníamos que hablar alguna vez-. Nicolás se concentra en la blancura de la sábana. -Juráme que si llega a sucederme algo así no me condenarás a pasarme la vida sentado en una silla de ruedas, sin poder disfrutar de la vida, del amor.

-ƑAdónde quieres llegar?

-Júrame que me ayudarías a morir.

Herminia salta de la cama, camina unos pasos y luego se detiene para encarar a Nicolás que, desconcertado, la oye gritar:

-ƑVes por qué odio las montañas? Siempre el maldito riesgo-. Herminia gime: -Te lo pedí antes y te lo pido ahora: déjalas, busca otro trabajo. Hay miles de cosas...

-šCálmate, mi amor! -Nicolás da unos golpecitos en el borde de la cama. -Ven, siéntate aquí.

Herminia cede con gesto de niña reprimida. Luego, dócil, se entrega al abrazo de Nicolás:

-No hablemos más de eso. Lo importante es que estamos juntos y que aquí no hay peligro. Lo más que puede sucederme es que me dé un toque el horno de microondas-. Nicolás aparta a Herminia y sonríe al verla más tranquila: -Por cierto: Ƒno tienes hambre?

-Mucha -Herminia lo besa con suavidad: -Comemos algo y regresamos a la cama, pero antes voy a bañarme.

-No, quédate así-. Nicolás no consigue retener a Herminia y la mira dirigirse al baño: -Odio tu regadera, es mi enemiga...

-Pues te advierto que te está esperando -grita Herminia bajo la ducha. Su voz se mezcla con el rumor del agua. Nicolás abre la puerta. La visión de su mujer desnuda bajo los hilos de agua aumenta su deseo. Corre a abrazarla. Antes de que sus manos lleguen a tocar la piel húmeda, resbala en el piso mojado, cae al suelo y se golpea en la sien. Herminia grita y se inclina sobre el cadáver de Nicolás: tiene la cabeza sobre el hombro y en su mano el impulso final de una caricia.

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