La Jornada Semanal,  5 de mayo del 2002                         núm. 374
 Rosa Nissán

Carta desde la India

Querida Elena Poniatowska:
 

Cómo describir los vagones en India, lástima, no tomé la foto, estaba tan azorada por la realidad que no se me ocurrió y si se me hubiera ocurrido, Sarah me hubiera regañado por ostentarla, además, me apenaba violentar la incomodidad que nos encogía a todos los pasajeros las espaldas, pues en cada compartimento había ocho banquetas en cada lado, desnudas y duras, una encima de la otra.

Llegamos a la estación de Bodghaya con tiempo suficiente para enterarnos que el tren a Varanasi sólo estaría detenido ocho minutos, por cuál vía salía, para calcular más o menos el lugar donde quedaría el vagón A6 donde estaban las camas (slipers) que Sarah previamente había comprado. Los andenes, como siempre estaban retacados de personas que llegaban y se acuclillaban tan confortablemente como yo en un sillón mientras aparecía el ferrocarril. Lya todavía con fiebre, pero ya sin diarrea, Sarah con un sangrado bastante preocupante. La que venía en mejores condiciones era yo. Cuando vimos la luz del tren nos echamos las mochilas a la espalda y abrimos bien los ojos para dar con nuestro vagón. Una vez localizado nos apuramos a abordarlo pero parecía imposible. Sarah y Lya, más empujonas que yo, lograron acercarse más a la subida; el que estaba delante de mí, mejor levantó a su padre y lo metió por encima de los que estaban delante de él, pero exactamente por el mismo camino, salió volando de regreso; y se desató una pelea, los indios siempre pelean, gritan. Ver volando el susto del viejo me decidió a evitar a toda costa verme en un trance de éstos sin compañía. Sarah, que con su acento francés me gritaba desde arriba estirándome la mano para jalarme, pero no la alcanzaba. "¡Goza!" Ay Dios mío, esto parece tren de guerra, hay más gente que otros días, tengo que subir. Apenas me vi arriba, el ferrocarril empezó a moverse. Nuestras camas, obviamente estaban ocupadas. "No te preocupes Goza, dijo Sarah al ver mi cara, en cuanto el tren sale de la estación todo empieza a acomodarse." El compartimento de mujeres donde nos tocaba venía ocupado, seis literas encontradas, una con ventana y dos en el otro lado. "Madame", le dijo Sarah a la mujer que dormía en la suya, mostrándole su boleto, "this is my". La dama no se inmutó y mis compañeras no se amedrentaron, lucharon valientemente con las invasoras hasta que las levantaron. Se suponía que yo tenía que hacer lo mismo, pero la que estaba en mi lugar no me pelaba, es más, se reía con las que venían con ella. Debía ser su suegra o su mamá, aquí las mujeres de edad tienen mucha autoridad. Se burlaban porque resignada me recargué en la cama de otro. Ya apoltronadas en sus propiedades privadas Sarah y Lya observaban mi no intervención. Es que yo, como Gandhi, he renunciado a la agresión, no quiero gastar mi energía en pelear, la verdad es que hacía esfuerzos por no reírme, no podía creer que no se levantaran ante la evidencia de que esa era mi cama. Después de dos horas, la usurpadora hizo entrega del espacio. Cubrí con una sábana mi banqueta, encadené mi mochila y me dispuse a dormir. En la estación siguiente subió muy ansiosa una mujer de sari lila cargando un morralito, suplicaba en hindi que no la sacáramos. Acto seguido se introdujo en el compartimento sin puertas y una vez con el suelo tomado, se tranquilizó, ya tenía piso donde pasar la noche, pero su cara quedó incrustada en la mía. "Te va a gobar Goza –pronosticó Sarah desde su litera intermedia–, "envuélvete en una manta, que no te vaya a meteg la mano. Duégmete –agregó–, yo te cuido." Miré a la mujer, estaba enterita, no le vi facha de que se pudiera dormir, por lo visto sería una prueba de resistencia, a ver quién caía primero. No tardó en aparecer una anciana delgada y completamente ajada, atravesaban su cara largos caminos verticales, se sentó al lado de la enchufada en mis narices. Acostada cuan larga soy, me apenaba sobremanera ver en el suelo astillado a la vieja, pero no le quise ofrecer mi cama. "A las cuatro vamos a llegag, y ni crean que alguien nos va a avisar", advirtió nuestra capitana. La del sari lila cayó antes que yo, luego la vieja, nuestro compartimento parecía un campo después de la batalla. A las 3:30 Sarah giró órdenes de que nos levantáramos, faltaban dos estaciones. Sólo que una antes subió toda la India, allí no hay límite. Cuando el tren empezó a moverse, me di cuenta que sería imposible bajar en la siguiente estación. Me entró valor al ver las apreturas y las extrañas caras de los pasajeros algunos viejos, sahus, miré desesperada hacia todos lados por si acaso tuviéramos suerte y pasara el revisor, por ahí vi a un hombre con ropas de policía: ¡Please, help! ¡Please help!, le imploré que nos ayudara a salir. Gracias a sus atropellos lo logramos. Sino fuera por ese huracán devastador, quién sabe a qué ciudad hubiéramos ido a parar. Si me tocara este numerito sola, ni de relajo salgo, no estaría ya en los andenes, con sudores y taquicardia, pero fuera del vagón, en la estación deseada, nomás no hubiera bajado, y a medianoche y con mi patrimonio en mi cintura. Ele, no sabes cuánto me pesa no tener esa imagen en papel impreso, no puedo hacerte imaginar las cara de los que veníamos en el compartimento sentados en las tablas, dábamos la impresión de estar en el columpio de una jaula de pericos, ay no sé, el caso es que con mi manía de no retratar lo feo, me quedé con las ganas de mostrarte a tanta gente apeñuscada unos con otros. Y qué temor, que la fealdad de la vida pueda derrotar su belleza. Qué temor. Qué temor.

Tomamos un rickshow para que nos acercara lo más posible a la zona de nuestro hotel en callejuelas laberínticas donde sólo pasa una moto o una vaca; eran las cuatro de la mañana cuando caminábamos por esas calles tenebrosas que para la historia personal de Sarah eran pan comido, hasta sinónimo del paraíso.

Al otro día nos enteramos que el tren estaba hasta el tope porque hubo fiesta y familias completas de indios iban al templo. El periódico informó que murieron aplastadas diez personas, había 125 heridos.

Claro, cómo no van a morir aplastadas.

Te adora 

Tu Rosquita Nissán