Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 9 de mayo de 2002
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Política

Soledad Loaeza

A cuatro manos

El pasado martes la señora Marta Sahagún de Fox afirmó ante un grupo de estudiantes de la Universidad Panamericana (UP) de la influencia que ejerce sobre las decisiones presidenciales. No sabemos si al comunicarnos que las responsabilidades del país se distribuyen entre cuatro manos su intención era advertirnos o tranquilizarnos. Incluso es posible que quisiera decirnos que nuestro destino está en seis manos, si tomamos en cuenta las divinas a las que el matrimonio Fox se refiere con frecuencia.

Contrariamente a su reiterada idea de que está cumpliendo las funciones de una "esposa de presidente moderna", en realidad la noción que tiene Marta Sahagún de Fox del papel que le toca en la vida pública del país nada tiene de nuevo; peor aún, es un alarmante retroceso a tiempos que creímos superados. Aquéllos en los que las esposas de los presidentes tenían un poder injustificado e injustificable que se traducía en abusos, influyentismo y amiguismo, todos rasgos de un sistema político anacrónico en el que ciertas personas ejercen poder sin responsabilidad, cobijándose en su relación con el poderoso, y no queda muy claro por qué -en opinión de la señora de Fox- lo que era vicio en unas es virtud en otras.

Cuando la señora de Fox anuncia inocentemente que hemos vuelto a los tiempos en que la esposa del presidente abría puertas, de manera inevitable evoca épocas de triste memoria, por cierto ya remotas, en las que la cónyuge del mandatario instruía a los secretarios de Estado, recibía a empresarios, daba la bienvenida a parientes, vecinos y coterráneos, y reinaba soberana rodeada de una corte.

También está invitando a que se le acerquen todos aquellos que tienen extraordinarios proyectos, las mejores intenciones e ideas, necesidades grandes y pequeñas, pero que tal vez no han encontrado el mejor camino para que los escuche el Presidente. A todos ellos la señora de Fox ha sugerido que encontrarán en ella un canal directo a la Presidencia, mucho más efectivo que la engorrosa normatividad de la burocracia, podrán así salvar la testarudez de algunos subsecretarios y el obstáculo de legisladores que no dejan hacer las cosas.

Es posible que no fuera ésa la intención de la señora de Fox, pero habrá quien quiera oír sus palabras de esa manera. Más todavía, si leemos sus declaraciones en la UP en el contexto de las repetidas quejas del Presidente a propósito del Poder Legislativo, de los funcionarios que "no han entendido el cambio" y de los partidos a los que en más de una ocasión ha tratado como si estuvieran poblados de necios, las conclusiones son cuando menos inquietantes.

Las propias declaraciones de la esposa del Presidente nos llevan a preguntarnos quién en la pareja Fox ha influido más en la desconfianza del Ejecutivo hacia el Legislativo.

Tampoco podemos dejar de leer la confesioncilla que hizo la señora de Fox, para no caer en la mentirilla, en el contexto de la institución donde la hizo. La UP pertenece al Opus Dei, una orden religiosa que tiende al poder y en donde deben haber entendido muy bien el mensaje de la esposa del Presidente porque su estrategia distintiva es establecer relaciones privilegiadas con los poderosos y tejer redes de influencia colocando a sus miembros en posiciones clave del mundo político y de los negocios, para participar en el proceso de toma de decisiones sin someterse a las restricciones que impone la democracia representativa. Su eficacia fue muy grande en la España franquista, cuando no había partidos políticos ni Legislativo válido; no obstante, el arribo de la democracia marcó el ocaso del Opus. Sería una ironía que en México ocurriera exactamente al revés: que la democracia llevara a la Obra al poder. Aunque en realidad lo que parece estar ocurriendo es que agentes antidemocráticos están buscando la manera de darle la vuelta a las instituciones de la democracia.

Cuando la señora de Fox dijo que quien le va a pedir cuentas de cuanto haga "es el de arriba (Dios)", está colocándose por encima de las leyes de los hombres y fuera de nuestro alcance como gobernados. Esta posición es difícil de sostener para una persona pública, porque hasta Madonna tiene que informar al fisco. En sentido amplio y estricto la esposa del Presidente no es parte del gobierno, y en este respecto no caben las ambigüedades que la misma Marta Sahagún ha estado introduciendo de manera reiterada. Sus declaraciones en la UP ilustran esta ambivalencia. Cuando afirma que la fundación Vamos México es una "labor de toda la vida" que dentro de cinco años se llevará al rancho San Cristóbal, uno se pregunta si puede mudarse tranquilamente a su casa con todo y una obra en la que se mezclan recursos públicos y privados.

La señora de Fox fue una funcionaria muy influyente, y sabemos que más de un nombramiento de primer nivel es obra suya; sin embargo, en ese entonces sus acciones y sus decisiones estaban sujetas a la ley de responsabilidades de la administración pública. Ahora no tiene más límite que el cielo.

Las palabras de la esposa del Presidente invitan también a la nostalgia, a suspirar por Eva Sámano de López Mateos, que se vestía muy mal, pero era una normalista seria, discreta, inteligente y trabajadora a la que debemos los desayunos escolares y el INPI. Nostálgicas quedamos también de los papás que nos decían: "Calladita, m'hijita, te ves más bonita".

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