Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 10 de mayo de 2002
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Política

Horacio Labastida

Cuba

Dos recientes y aperplejantes acontecimientos ponen en el escenario de nuestros días a la heroica patria de Martí, porque en las intimidades de estos acontecimientos muéstrase la lucha del hombre por despejar las enajenaciones internas y externas que impiden realizar en la historia los altos valores espirituales de la humanidad.

El primero de aquellos acontecimientos está registrado en Monterrey, en los días de la cumbre organizada por Naciones Unidas y precisamente cuando Fidel Castro anunció su retirada de la reunión para evitar problemas e incomodidades, según había sido advertido, embarazosa y crítica situación pronto aclarada en La Habana, al transmitirse por radio y televisión la plática telefónica que tuvo el comandante, días antes, con el presidente Vicente Fox. Este sugirió al invitado cubano abreviar su participación y no hablar mal de George W. Bush. Todavía en América Latina se comentan allá y acullá los hechos de Monterrey y la precipitada despedida de Castro, tan significativa que de la cumbre nada queda salvo el indeseable incidente.

El otro acontecimiento fue la amenaza de Washington contra Cuba y Venezuela, en declaraciones de altos empleados del gobierno: unos afirman que en Cuba se desarrollan armas biológicas; otros que es un amago que se halla a 144 kilómetros del territorio estadunidense, y el mismo jefe del Departamento de Estado, Colin Powell, aseveró que Cuba "no puede permanecer siendo como siempre el único freno de la marcha del hemisferio hacia la democracia y los mercados libres", puntos de vista aterrorizantes, sin duda falaces e innecesariamente sombríos.

ƑQué sucede en Cuba? Durante el largo protectorado connotado en la Enmienda Platt (1901-1934), por virtud de la cual la soberanía cubana quedó sujeta a la voluntad estadunidense, Cuba sufrió crueles y brutales dictaduras apuntaladas, toleradas y encauzadas por la Casa Blanca. Gerardo Machado gobernó la isla de 1925 a agosto de 1933, utilizando la fuerza ilimitada del Estado en atormentar de mil modos a la población rebelde e induciendo al máximo la corrupción en que vivían el gobierno, las elites criollas acaudaladas y los inversionistas extranjeros que acapararon el monopolio de la industria azucarera y de todo negocio que dejara enjundiosas utilidades. Su caída abrió las puertas de palacio al entonces joven izquierdista Ramón Grau San Martín, profesor universitario que propició un cambio en el ejercicio del poder político, al favorecer a las masas trabajadoras, actitud reprochada en los círculos más altos del gobierno estadunidense, pues la decisión de Grau angostaba y ponía en riesgo las enormes ganancias de las subsidiarias extranjeras. A una señal de Washington, Grau fue defenestrado por Fulgencio Batista, el nuevo déspota al servicio del Tío Sam. Recuerdo aún la visita que en ese tiempo hizo a México Grau San Martín. Los preparatorianos y muchos estudiantes más, incluidos profesores y trabajadores universitarios, escuchamos la viva oratoria del presidente derrotado. Con energía denunció ante nosotros el golpe armado de Batista y el cínico apoyo que recibió de la embajada estadunidense. Esperaba Grau que los revolucionarios que echaron abajo a Machado hicieran lo mismo con Batista, pero nada sucedió en La Habana; los disidentes fueron perseguidos, encarcelados, asesinados y desaparecidos por los escuadrones de la muerte que el gobierno financió y distribuyó por todas partes, y una vez consumado el repugnante atentado político y militar, Batista manejó directamente o desde las sombras al Estado en el largo periodo que va de 1933 a 1959. Estas mudas en la política cubana ocurrieron en la atmósfera de transición del gobierno de Hoover (1929-33) al de Franklin D. Roosevelt (1933-45), circunstancias que prolongaríanse hasta el triunfo guerrillero de 1959. Es triste recordar que Grau San Martín volvió a la presidencia en 1944 como pelele de Batista.

La era batistiana, igual que la machadista, exhibió las lacras sucias y repugnantes que acompañan a los servidores, en todo caso cruentos, de los círculos metropolitanos, aunque tal espectáculo infernal de las elites estadunidenses y criollas entrelazadas en negocios opíparos, se vio flagelado por el rechazo de intelectuales, clases medias y trabajadores opuestos al statu quo prevaleciente, oposición que con diferentes suertes y resultados exhibe desde entonces la contradicción entre la democracia y el socialismo cubano y el capitalismo internacional de Wall Street, o sea, entre un humanismo liberador y la opresión hegemónica imperial.

A partir de 1959 y hasta el presente, es decir, a lo largo de casi medio siglo, Cuba es víctima de agresiones condenadas por las leyes internacionales y la ética mundial, y nada indica que los centros trasnacionales, representados por la Casa Blanca, estén dispuestos a respetar la autodeterminación cubana, e igualmente hasta hoy todo indica que el pueblo de Martí no está dispuesto a doblegar su soberanía. Si es verdad que la marcha de la historia universal es dialéctica, Cuba representa en tan enorme devenir el nacimiento de la negación a la afirmación del capitalismo trasnacional.

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