La Jornada Semanal,  12 de mayo del 2002                         núm. 375
 Umberto Eco

La misión de la novela policiaca

Ilustración de Gerry RomeroBernard Benstock era un excelente especialista americano sobre Joyce. Después de su prematura muerte, su esposa donó su colección joyceana a la escuela de intérpretes y traductores de Forlí. Este año fue donada otra colección suya, de casi setecientos tomos, dedicada a la novela policiaca. Mientras se le conmemoraba, nos preguntábamos por qué tantos pensadores, críticos y estudiosos en general cultivan con pasión el género policiaco. Por cierto, se podría decir que a quien tiene que leer libros necesarios para su profesión le gusta relajarse por la noche con lecturas amenas. Pero ¿por qué la devoción? Las razones, en mi opinión, son tres.

Una es estrictamente filosófica. La esencia de la novela policiaca es eminentemente metafísica, y no es una casualidad que en inglés se designe con la palabra whodonit, es decir, ¿quién lo hizo?, ¿cuál ha sido la causa de todo eso? Era la cuestión que ya se planteaban los presocráticos, y que no hemos dejado de plantearnos. Las cinco vías para la demostración de la existencia que hemos estudiado en Tomás de Aquino, eran también una obra maestra de investigación policiaca: de las huellas que encontramos en el mundo de nuestra experiencia, se remonta, con la nariz en la tierra como un perro que escarba, hacia el inicio primero de la cadena de causas y efectos, o hacia el primer motor de todos los movimientos...

Ilustración de Gerry RomeroPero ya sabemos (de Kant en adelante) que si en el mundo de la experiencia es lícito remontar de un efecto a una causa, cuando es a la inversa y se remonta del mundo a algo que está fuera del mundo, el proceso se vuelve dudoso. De aquí deriva el gran consuelo metafísico que ofrece la novela policiaca, donde también la causa última, y el motor oculto de todos los acontecimientos, no está fuera del mundo de la novela, sino dentro, y forma parte de él.

Es así como la novela policiaca ofrece cada noche ese consuelo que la metafísica niega (por lo menos a muchos).

La segunda razón es científica. Muchos han demostrado que los procedimientos de análisis usados por Sherlock Holmes y por sus descendientes son afines a los de la investigación, ya sea en las ciencias naturales como en las ciencias humanas, en las que se quiere descubrir la clave secreta de un texto, o el primer antepasado. Holmes, que era notoriamente ignorante en casi todo, llamaba deducción a esa actividad, pero se equivocaba; Pierce de hecho la llamaba abducción y, con alguna diferencia, así era también la lógica de la hipótesis de Popper.

Ilustración de Gerry RomeroFinalmente, hay una razón literaria. Idealmente cada texto requiere ser leído dos veces, una para saber qué dice, la otra para apreciar cómo lo dice (de aquí la plenitud del goce estético).

La novela policiaca es un modelo (reducido pero exigente) de texto que, una vez que has descubierto quién es el asesino, implícita o explícitamente te invita a mirar hacia atrás, para entender cómo el autor te llevó a elaborar hipótesis falsas, o para decidir que en el fondo no te había escondido nada, sólo que tú no habías sabido mirar tan bien como el detective.

Una experiencia de lectura que te divierte y al mismo tiempo te da un consuelo metafísico, una invitación a la búsqueda, y un modelo de interrogación para obras de misterios mucho más insondables. Por lo tanto, un buen auxilio para la Misión del Docto.
 

TRADUCCIÓN DE ANNUNZIATA ROSSI
 

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