Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 13 de mayo de 2002
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Cálida recepción al primer ex mandatario estadunidense que visita Cuba desde 1959

La invitación a Carter, merecido reconocimiento a su gestión: Castro

El ex jefe de la Casa Blanca se reunirá con la oposición, sin objeción del gobierno de la isla

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 12 de mayo. Con las banderas de Cuba y Estados Unidos flameando a su espalda, Fidel Castro recibió hoy cálidamente al ex presidente estadunidense Jimmy Carter, a quien le abrió de par en par las puertas del complejo científico cubano y, en un gesto sorpresivo, le dijo en público que no objetará los contactos que quiera tener con la oposición local, a la que se refirió comedidamente como "aquellos que no comparten nuestras luchas".

Carter, con igual deferencia, dijo a Castro que llegaba como amigo del pueblo de Cuba, que esperaba ver los logros de la isla en educación, salud y cultura, y que reconocía discrepancias en temas como democracia y derechos humanos, pero insistiría en buscar puntos de cooperación. También de manera insólita, el ex mandatario anunció en público que este jueves hablará con la disidencia cubana.

Así se condensaba un intercambio de cumplidos y concesiones políticas que marcó de inmediato la primera visita a la isla de un ex presidente de Estados Unidos desde el triunfo de la revolución cubana de 1959. Dos décadas después de abandonar el poder, Carter fue este domingo el primer dignatario estadunidense en escuchar aquí en su honor el himno nacional de su país.

El jet ejecutivo del ex mandatario aterrizó en La Habana poco después de las 10:45 horas. La mañana de primavera tropical se combinó con la calidez política y personal de la recepción. A bocajarro, Castro entregó a su invitado tres prendas de amistad: lo recibió personalmente al pie de la escalerilla del avión; vistió traje civil (un terno cruzado gris oxford con raya de gis, camisa blanca y corbata estampada en marrón) y le dio el discurso de bienvenida más amistoso que haya escuchado aquí un estadista occidental.

Junto a Castro, cargando un ramo de flores para Rosalyn Carter, estuvo una dama que se perfila como figura clave en esta visita: Concepción Campa Huecarter_cuba_xc3rgo, Conchita, miembro del Buró Político del Partido Comunista, miembro del Consejo de Estado, licenciada en farmacia de 51 años, directora general del Instituto Finlay (productor de vacunas y sueros), personaje central en la nueva generación de investigadores que dirigen el conglomerado de investigación científica, el mismo que hace una semana fue acusado por el subsecretario de Estado estadunidense, John Bolton, de desarrollar armas biológicas. Conchita Campa está en la delegación oficial cubana, anfitriona de la comitiva de Carter y en ese carácter seguiría acompañando al ex presidente en un paseo por el casco antiguo de la capital.

Apenas se saludan, Castro bromea con Carter ("pensé que venían más", le dice al terminar de recibir al grupo visitante). El invitado saluda a la fila de funcionarios cubanos: el canciller Felipe Pérez Roque, Conchita Campa y tres jóvenes diplomáticos de carrera expertos en las relaciones con Estados Unidos: Fernando Remírez, viceministro primero; Dagoberto Rodríguez, jefe de la Sección de Intereses en Washington, y Rafael Dausá, director de América del Norte de la cancillería. Los dos estadistas caminan hacia un atril. Escuchan los himnos. El líder cubano toma del brazo a su huésped, familiarmente. Le dice que leerá un discurso breve, "nada complicado".

Hombre de respeto

Durante más de medio siglo, dice Castro al micrófono, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos "no fueron óptimas y aún siguen sin serlo". Usa esa fórmula sutil en vez de condenar al imperialismo, al bloqueo o a la guerra económica. Agrega que quiere dejar constancia de que en el periodo de su invitado (1977-1981) éste "tuvo el valor de realizar esfuerzos para cambiar el curso de aquellas relaciones; por ello, su nombre es visto con respeto por todos aquellos que fuimos testigos de su actitud". Carter afirma con la cabeza cuando oye la traducción.

Castro dice que prueba de esa política son la apertura de las secciones de intereses en Washington y La Habana, la delimitación de fronteras marítimas entre los dos países y México, y el reconocimiento del derecho de los estadunidenses a viajar a la isla, todo ocurrido durante la era Carter.

Aprieta el aire y las banderas se despliegan, como reclamando la foto. Con esa su famosa sonrisa plena, Carter acoge la siguiente frase de Castro: "Tal vez algunos piensen que nuestra invitación a que usted visitara nuestro país obedece a una astuta maniobra o a un mezquino interés político".

El líder cubano dice que se trata de un "merecido reconocimiento" a la gestión presidencial de su invitado en relación con Cuba y con la trayectoria del político demócrata después de que abandonó la Casa Blanca. "Quien en tiempos de plena guerra fría y en las profundidades de un mar de prejuicios, desinformación y desconfianza de un lado y de otro fue capaz de intentar una mejoría de las relaciones entre ambos países, merece respeto", insiste Castro. "Nuestro país los recibirá a usted y a su delegación con la más sincera hospitalidad de que es capaz."

Agrega que Carter podrá tener cualquier contacto con el pueblo cubano, para que diga "todo lo que desee expresar, estemos o no de acuerdo con parte o con todo lo que exprese. Tendrá acceso libre a cuanto lugar desee ver". Castro habla entonces no de "grupúsculos contrarrevolucionarios", como es habitual, sino que por primera vez en público alude a la oposición interna en forma moderada: "En nada nos sentiremos ofendidos por cualquier contacto que desee hacer, incluso con aquellos que no comparten nuestras luchas".

Después de esa deferencia con su invitado, Castro le dice que, además del previsto recorrido por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, "si le interesa y lo desea, tendrá acceso libre y total, con personal especializado que usted escoja, a ese y a cualquier otro de nuestros más prestigiosos centros de investigación científica, algunos de los cuales han sido recién acusados unos días antes de su visita de producir armas biológicas". Carter esboza una leve sonrisa.

"Somos un pueblo patriótico y digno, que jamás aceptará imposiciones ni amenazas de nadie, pero amigo sincero del pueblo de Estados Unidos y especialmente de todos los buenos norteamericanos que son muchos y cada vez descubrimos más.

"Al darle la bienvenida con cálida y sincera amistad, nuestro principal deseo es que su visita a Cuba no pueda ser tomada por nadie para cuestionar su patriotismo, disminuir sus méritos o hacer daño" a los trabajos de su fundación, concluye Castro.

Carter, también de traje gris a finas rayas blancas, camisa de rayas azules y corbata estampada gris oscuro, primero recuerda que ya una vez estuvo en Cuba con su esposa, en 1955 (Castro, entonces, estaba exiliado en México). Ríe abiertamente para anunciar que, en prueba del valor que le ha reconocido su anfitrión, hablará en español. Una señal de respuesta amistosa que Castro celebra asintiendo con la cabeza, arqueando la boca y abriendo exageradamente los ojos.

Amigos

Carter dice que él y su grupo han llegado "como amigos del pueblo de Cuba", que quiere conocer cubanos "de diversas vertientes" y recuerda los principios que inspiraron la fundación del Centro Carter hace 20 años: "Paz, derechos humanos, democracia y el alivio del sufrimiento humano. Comprendemos que sobre algunos de estos temas tenemos diferencias, pero agradecemos la oportunidad para intentar identificar algunos puntos comunes y algunas áreas de cooperación".

Anuncia su discurso en la universidad. Dice que será transmitido por televisión a toda la isla "y, espero, también por radio". Castro afirma categóricamente con la cabeza. Carter avisa que el jueves se reunirá con "las comunidades religiosas y de derechos humanos". Castro resiste inmutable la alusión a la disidencia.

Luego el ex mandatario presenta en público a su comitiva: John Hardman, director ejecutivo del Centro Carter; Jennifer Mccoy, directora del Programa de las Américas; Shelley McConnell, directora asociada del programa, y su amigo, asesor y académico, Robert Pastor. En la fila de los visitantes ha quedado un bigotón, miembro de la escolta de Castro que, en posición de descanso, no se mueve ni pestañea. Tapa a James Carter III, Chip, hijo del mandatario, quien sonríe como todos los demás por la confusión cuando lo nombran y tiene que levantar la mano desde una segunda fila.

Termina el duelo de cortesías. "Esta es pelota de grandes ligas", dice un colega cubano. Castro se excusa con Rosalyn para anunciarle que ha decidido acompañar a su marido en el auto rumbo al hotel Santa Isabel, en el casco antiguo de la capital, donde se hospedan los visitantes. A Carter le suelta una fina ironía: "Me va a disculpar que lo lleve en un carro soviético".

Y es que para esta muy especial ocasión los cubanos han sacado un Zil, un carro blindado tipo limosina. La tradición oral dice que de esos vehículos sólo se fabricaron siete en la Unión Soviética de los años 80. Dos están en Cuba. Era, se dice también, un carro especialísimo, fabricado a mano, con piezas individualmente también hechas a mano y con doble sistema de encendido.

-Debe ser un carro superseguro -dice el corresponsal a un funcionario cubano, conocedor de la materia.

-Lo que es supergastador, chico. No te da más de cinco kilómetros por litro.

En el Zil se van conversando Castro y Carter. Por la tarde el ex mandatario está fresco, con un traje safari blanco. Así recorre La Habana colonial, sus áreas restauradas y turísticas, guiado, como siempre en estos casos, por el historiador de la ciudad, Eusebio Leal. Hay aplausos al paso de la comitiva, saludos de algunos cubanos y el bullicio típico de los vacacionistas que quieren tomar fotos.

Carter sigue directo al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde lo recibe Pérez Roque. El visitante dice ahí que está "entusiasmado" por su gira y subraya "el honor" de haber sido recibido personalmente por Castro en el aeropuerto. A puerta cerrada conversan las dos comitivas durante más de una hora.

Al final Pérez Roque dice a la prensa que fue una plática "amplia y cordial", con un "intercambio respetuoso y profundo" y que ambas partes han compartido la aspiración común de que "un día, sobre la base del respeto y la tolerancia, las relaciones entre nuestros dos países puedan ser normalizadas". El canciller cubano deja abierta la posibilidad de que haya algún acuerdo de cooperación entre La Habana y el Centro Carter, que despliega proyectos de desarrollo social.

Pérez Roque descarta, en cambio, que la invitación formulada en la mañana por Castro a Carter para que visite cualquier parte del sector científico cubano pueda extenderse al actual presidente George W. Bush. "El presidente Bush no está de visita en Cuba... la invitación que ha hecho el presidente Castro ha sido al ex presidente Carter, que está de visita en Cuba, como hombre de profunda ética, de gran respeto hacia Cuba y que es nuestro huésped estos días."

Carter concluye la jornada con una visita a la residencia de Vicky Huddleston, la jefa de la Sección de Intereses de Estados Unidos, una ronda de conversaciones con Castro y una cena oficial de bienvenida que le daba el anfitrión esta noche, en el Palacio de la Revolución.

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