jueves 16 de mayo de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Hasta adentro

Placa para circular

n Marko Castillo

Conocemos las pequeñas láminas de latón, útiles para evitar problemas con las autoridades viales y que ostentamos, muy orondos, en la parte delantera de nuestro automóvil. Legalizan autos y denotan nuestro lugar de origen. Cuando terminan su vida activa, juntan basura.
También existen placas que nos numeran las calles. Placas que son señalamientos de tránsito en ciudades y carreteras. Placas conmemorativas de diversos materiales que informan hechos históricos o acontecimientos civiles, preservan la memoria de los hechos.
Placas de perros y gatos avisan que los portadores han sido vacunados, si somos mordidos no se corre el riesgo de contagio con alguna enfermedad que transmitan sus colmillos.
Las placas radiológicas revelan el interior del ser humano. Las placas dentales forjan un escudo estético que nos defiende de los estragos del tiempo. Las placas de identidad las usan agrupaciones como el ejército para identificar a sus elementos. Las placas de fotografía, en donde se eterniza lo efímero.
Y hablando de lo efímero y de placas, existe una placa altamente valorizada por nuestro gremio (el teatral). La que conmemora 100 representaciones de una obra.
En el teatro, la formalidad de develar una placa conlleva para los involucrados en el acto (en el hecho mismo de hacer que una tela se convierta en un minúsculo telón que es abierto por los padrinos del evento), el resumen del esfuerzo que un equipo humano ha llevado a cuestas para consumar un número heroico de funciones.
En cualquier parte es difícil llegar a la develación de una placa. Pero en provincia es un esfuerzo titánico. Significa que el equipo está comprometido, a pesar de las adversidades, a estar frente al público semana a semana con el fin de realizar el rito dionisiaco una vez más.
País de sensibles, de José Dimayuga, bajo la dirección de Amancio Orta (se ha presentado desde hace un año en el teatro de Interiores, que se encuentra en el complejo cultural de Espacio 1900, 2 Oriente 412) es la obra que llega este año, en nuestra ciudad, al número 100 de funciones.
Esfuerzo formidable, gigantesco, enorme descomunal, monstruoso, ciclópeo, monumental, morrocotudo, hercúleo, vasto, bárbaro y abrumador que merece un desfile, echar las campanas al vuelo, cerrar las calles o ponerse una papalina de tres días. Puede parecer exagerado lo que escribo (sobre todo para los teatreros), pero cuando en alguna remota ocasión celebren la develación de una placa (no de 50 ni de 25) de 100 representaciones, me darán la razón.
La ceremonia se efectuará el viernes 17 de mayo a las 20 hrs., con el padrinazgo del mismo autor, José Dimayuga, el escritor Luis Zapata, y Manuel Raygadas, veterana gente de teatro, que cobija desinteresadamente los esfuerzos teatrales que surgen en la ciudad de Puebla.
Actúan: Silvia Ballesteros, estupenda. Gabriela Romero, magnificente en todos los sentidos. Amancio Orta, actor y director. Y con el apoyo de: Escenografía, Marco Ragás. Utilería; Enrique Begar. Asesora de actores; Maricarmen Díaz, la querida flaca. Asistencia y producción ejecutiva, Víctor Rubén. Iluminación y vestuario, Marko Castillo (no se olvide que soy ajonjolí de todos los moles).
Creo que nuestras autoridades teatrales deben fomentar la permanencia de las obras en cartelera.