viernes 24 de mayo de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
CINE

Un joven que es araña y está enamorado

n Alfredo Naime Padua

Vivimos una época en que las películas proceden cada vez menos de la literatura o de la dramaturgia teatral, y cada vez más de los remakes y los comics. Esta tendencia, que de inicio pareció un mero detalle retro y simpático, ha venido creciendo año con año, e inclusive amenaza con multiplicarse a partir del acercamiento a otros personajes de tira cómica, y de secuelas a los films sobre monitos ya revisados. ısos que antes sólo encontrábamos en los kioskos -ya en cuadernillos, ya encartados en nuestro periódico favorito- y que ahora atiborran las principales salas cinematográficas del planeta; a veces para bien, a veces para mal.
El del turno es ahora El hombre araña (Spiderman), bajo la dirección de Sam Raimi, un realizador que nunca ha sido rutinario. De hecho, para los cinéfilos que lo conocemos, su nombre ha sido el principal aliciente para acercarnos a esta película. Raimi, alguna vez calificado de cineasta de la anormalidad, es a quien debemos cintas de horror y culto como El despertar del diablo (I y II), Army of darkness y Darkman (conocida en México como El rostro de la venganza), pero también -en una vertiente menos obscura, pero no menos intensa- de cosas como El plan y como Testigo. Un autor, entonces, que es el interés primero de todo cuanto filma.
Su tratamiento a El hombre araña recoge la extraña transformación del preuniversitario Peter Parker (Tobey Maguire) tras ser picado por una araña genéticamente manipulada durante una visita de estudios. El chaval, un nerd eternamente minimizado por sus compañeros de escuela, adquiere a partir de ahí formidables condiciones arácnidas que lo hacen destacarse: como azote de delincuentes y -mejor aun- ante los ojos de Mary Jane (Kirsten Dunst), una vecina a la que ha amado secretamente desde los 6 años. No obstante, sus nuevos y alucinantes poderes habrán de enfrentarle a su némesis, un ser perverso igualmente poderoso: el duende verde (Willem Dafoe), que hará todo lo posible por desquiciar su entorno para su propio malsano beneficio. ¿Suena a fórmula? Lo es.
Sin embargo, El hombre araña es una película que se matiza para ser diferente. Ha considerado lo que pasa en la intimidad del personaje, mostrándolo en varios pasajes afligido, incomprendido, hasta asustado por el peso moral que acompaña a su nueva y sorprendente condición. Con un gran poder vienen siempre grandes responsabilidades, se repite a cada momento (así de agobiante es ser superhéroe en el nuevo milenio). Esta suerte de espiritualidad en el homoarácnido es lo que sin duda decidió a Sam Raimi a encarnarlo en Tobey Maguire, joven actor especialista en tipos sensibles, profundos, aparentemente frágiles, que son capaces de gran entereza y raciocinio. Así, buena parte del encuadre de la cinta se despreocupa de lo físico, para atender los cómos del chaval para conciliarse con su radical transformación e identidad secreta. De fondo estamos entonces, curiosamente, ante un film que además de la acción esperada aporta vertientes éticas, casi siempre desatendidas por otros de su tipo.
En todo caso, El hombre araña no es una gran película; es tan sólo la película de moda. Un entretenimiento decoroso (con el plus ya mencionado) que se ve con agrado desde la perspectiva adecuada: la de un espectáculo con visualidad generada por computadora; con efectos especiales que traducen en las acrobáticas hazañas del personaje; con la perenne lucha del bien contra el mal, representados en un joven mutado por el azar y la ciencia, y en un científico mutado por la avaricia empresarial; con un héroe enamorado que de inicio actúa más por la chica amada que por el bien mismo. Y sí: con un jovenaraña tan consciente de los riesgos e implicaciones de su naciente porvenir que -y lo anuncia tristemente- tendrá que ser amigo y protector, en vez de amante.