Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 5 de junio de 2002
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Política

Luis Linares Zapata

La arrogancia de Televisa

La empresa Televisa entró en una lógica de operación que, fincada sobre su dominio en el mercado, intenta castigar tanto a CNI Canal 40, como, y sobre todo, al único canal especializado en tópicos culturales, el 22. Las han sacado tanto de Sky (a ambas) como de Cablevisión (al 22). Las dos organizaciones se inmiscuyeron en el ámbito futbolero del que aquélla se siente, si no titular, sí cuando menos mandona. Una cosa es compartir con su ahora ya tradicional rival del Ajusco (Tv Azteca) el lucrativo gasto publicitario en el deporte de las patadas y otra, muy distinta, acomodarse con la incómoda participación de los que, sin duda, juzgan como intrusos menores, tan irreverentes como circunstanciales. Sobre todo si tratan de darle una probada al jugoso mundial de Corea y Japón.

Con su agresiva manera Televisa obliga a estos concurrentes inesperados a reducir sus audiencias y de pasada se afecta a muchos millones de ciudadanos que desean seguir viendo sus acostumbradas señales a través de los medios restringidos o de paga que ella controla. Los aficionados no tendrían, a no ser por el 40 y DirecTV, otra opción que ver sólo los 18 partidos que la dupla conformada por las dos cadenas contrató con el titular de los derechos mundiales de la copa. No se podría acceder tampoco a programas especiales de resumen pasadas 24 horas de los juegos. Televisa trastoca además las reglas de una sana competencia y los costos ya se empiezan a vislumbrar. La arrogancia en la actuación bien puede ser juzgada desmedida. Ni una simple explicación a sus suscriptores le ha provocado su musculosa conducta.

Es entendible desde la perspectiva de la estricta lucha por las audiencias de paga que DirectTV y Sky se enfrenten y pongan las restricciones que quieran en su oferta de programación, en este caso aquello que toca la difusión de la Copa del Mundo. No se solicita que las empresas hagan sacrificios innecesarios, que auxilien a sus competidores o que pongan en riesgo su permanencia, sino que consideren de manera primordial los intereses y preferencias del auditorio. Sacar por completo al 22 de las citadas filiales de Televisa no se entiende, sobre todo desde el punto de vista de los telespectadores que previamente habían contratado Sky o Cablevisión. El 22 había preparado, al menos para su trasmisión por Sky, una programación especial para no interferir con las restricciones impuestas por DirecTV sin dejar en negro esos espacios. Pues ni así. Cablevisión y Sky les quitaron a sus clientes, que también son personas con gustos, derechos, pasiones, ideas y alternativas adicionales a su alcance, la opción que antes tenían y que, al momento de contratar, les fue ofrecida.

Bien puede alegar Televisa que ésas son, entre otras muchas variantes, las reglas del mercado y que CNI y el 22 se metieron en medio de un engranaje inmenso del que no sacarán gran provecho. Pero lo que no consideraron las dos cadenas, cuasi duopólicas en transmisión abierta, es que una pequeña empresa (CNI) puede volverse de aquí en adelante referente para futuras consideraciones. Por ahora se convirtió, como ya lo hizo con su noticiario y programa de comentario, en una opción que no se rige por la lógica, muchas veces perversa, de la descarnada competencia, el poder o las "buenas costumbres" a la que hace referencia Televisa en tanto le beneficia o trata de coartarla cuando le es un tanto esquiva.

Esta Copa del Mundo ha dado varias lecciones inesperadas. A nivel global, por ejemplo, se han reducido las opciones de cientos de millones que no tendrán la oportunidad de ver todos o al menos los partidos que deseen porque las reglas del mercado y el lucro se les atravesaron en el camino. La FIFA, y su cuestionado dirigente, pagarán por ello la parte que les toque del presente desaguisado. Dar en exclusiva algo que no le corresponde en estricto sentido es ilegítimo aunque alguien haya registrado los así llamados derechos de propiedad. El futbol no es un reducto de las empresas difusoras, de las federaciones deportivas o de los anunciantes. Es, fundamentalmente, una actividad de esparcimiento, de regocijo, un lugar de encuentro, rijosidades varias y desfogue para millones de seres humanos. Y a éstos les debe corresponder como pasatiempo y hasta como ánima colectiva donde se encuentren, contagien, sufran, afiancen su identidad y desesperen. Ojalá los negociantes saquen su provecho sin manosear éstos, que son sus derechos, y que son tan básicos. Las mismas autoridades, que algo tienen que ver en el asunto, ojalá cumplan con su cometido y no hagan estúpido mutis como acostumbran por temor a los poderosos medios.

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