Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 6 de junio de 2002
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Política

Martí Batres Guadarrama

Reforma laboral y globalización

La globalización abrió nuevas oportunidades de desarrollo, de las cuales hoy se benefician selectivamente algunas naciones y, dentro de ellas, exclusivamente ciertos grupos de la sociedad. Entre éstos, por cierto, no se encuentran los trabajadores.

Está claro que las inversiones estables y de largo plazo son idóneas para cualquier nación porque conforman la base del desarrollo sustentable y ofrecen seguridad en el empleo. Lamentablemente los capitales nómadas son los mayores responsables de generar inestabilidad laboral y crisis económicas ahí donde se permite y alienta su llegada, sin restricción alguna que obre en favor del país que recibe dichas inversiones.

Estos capitales, que son los más, migran de un país a otro en busca de exenciones fiscales, bajos aranceles, apertura comercial, laxitud regulatoria y mano de obra barata. Así, el pretendido beneficio convierte, en última instancia, a los trabajadores en meros productos desechables. Las cifras indican que en realidad están generando desigualdad y desempleo, y no hay argumentos suficientes para igualar este lado oscuro de la globalización con un desarrollo sustentable, mucho menos con mayor equidad.

Según el Banco Mundial, de 1995 a 1999 los trabajadores mexicanos sufrieron un deterioro salarial de 42 por ciento en comparación con la década anterior. En contrapartida, en dicho lapso su productividad se incrementó en 49 por ciento. Es decir, por la vía de la reducción efectiva del salario, en forma de utilidades se transfirió a las empresas el ingreso que se dejó de pagar a los trabajadores.

Las cifras del gobierno federal son aún más graves, pues establecen que de 1993 a 1999 el costo unitario de la mano de obra disminuyó hasta 62 por ciento, mientras la productividad se incrementó en š138 por ciento! No obstante, siguiendo con las cifras del Banco Mundial, hasta 58 por ciento de la población mexicana sobrevive con un ingreso promedio inferior a 900 pesos al mes.

Cálculos de Naciones Unidas establecen que debido a las reducciones arancelarias acordadas entre países pobres e industrializados, desde 1994 a la fecha se han generado utilidades cercanas a 270 mil millones de dólares. Más de las tres cuartas partes de las mismas fueron a dar a las arcas de los países ricos. De igual forma se calculó que durante los años 90 la desigualdad comercial, de costo de mano de obra y beneficios arancelarios, de los países en vías de desarrollo frente a los desarrollados, generó utilidades anuales superiores a 500 mil millones de dólares para estos últimos. Luego, dichas naciones devolvieron una parte importante de esos recursos a países emergentes a manera de "generosa" ayuda para el desarrollo.

Es claro que con la globalización los países pobres transfieren sus ganancias a los desarrollados, vía mano de obra barata, exención de impuestos y reducción de aranceles en montos superiores a decenas de veces lo que reciben en supuestas ayudas para el desarrollo. Sólo así se entiende el hecho de que mientras las cifras de la economía global crecen, entre la población mundial haya cada vez menos em-pleos, los salarios de quienes tienen trabajo se reducen y la desigualdad avanza como una epidemia dejando a su paso, adicionalmente, la ominosa huella del creciente deterioro ambiental.

Hoy parece que las leyes del comercio están desplazando ya a las leyes del Estado, y las leyes del comercio no se pueden convertir en las leyes de la nación. Es insostenible la inversión de valores sociales y políticos a que nos obliga, en el fondo, el proceso de globalización. Las más altas autoridades tienen que velar por la gente porque si no, Ƒcuánta pobreza puede soportar la democracia?

Para responder a este reto sí debe emprenderse una reforma laboral, y no para profundizar los afanes voraces e insaciables de una elite empresarial trasnacional e improductiva que hoy tiene depositados en instituciones bancarias estadunidenses 41 mil millones de dólares.

Una globalización justa partiría de globalizar el ingreso de los trabajadores para que, por ejemplo, las empresas de Estados Unidos que llegan a México paguen a nuestros trabajadores el mismo salario que ofrecen a los obreros de aquel país.

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