jueves 6 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Hasta adentro

Supervivencia ataca de nuevo

n Marko Castillo

Por qué dedicarse a hacer teatro y sobre todo en Puebla? No hay infraestructura, incentivos, remuneración, sueldo, compañías, ganas, calidad, vamos, no hay teatro.
La infraestructura teatral se reduce a un solo espacio. El primero de América que fue bautizado con el nombre de Teatro Principal (estructura física, por supuesto). El edificio teatral no significa unas cuantas piedras amontonadas con el objetivo de que se hagan representaciones en su interior, significa algo más, a ese algo más es al que me refiero cuando digo que no hay edificio teatral.
Los espacios del teatro independiente se han perdido en nuestra ciudad. A trasluz como ejemplo. El teatro Hermanos Soler es otro. Sobrevive Espacio 1900 gracias a la magnanimidad de su director general, Manuel Reygadas, y el teatro carpa "Carlos Ancira" gracias a la obstinación de Pablo Moreno.
El teatro independiente aglutina a su alrededor a una serie de elementos que comparten inquietudes, lenguaje común y metas artísticas, crea un elenco estable que trabaja convencido de su propia forma de hacer el espectáculo. Tenemos pocos grupos independientes, hace unos años era la riqueza teatral de Puebla.
La falta de público es un elemento que desanima el esfuerzo esporádico que en forma de temporada permanente aparece de vez en cuando. Nuestra cartelera teatral es raquítica en número y calidad. Cuando comprendamos que la falta de público se debe a nosotros mismos (los teatreros) emprenderemos las acciones necesarias para remediarlo.
¿Nos hemos puesto en el lugar del público? ¿Por qué en el momento en que un espectador ingresa a uno de los espectáculos locales no quiere volver a saber nada del teatro de Puebla? No generalizo, pero hay trabajos que desaniman al espectador más valiente. (Esta es una manzana de la discordia que arrojo al aire, cada quién sabrá a qué espectáculos me refiero, o cómo está el suyo).
¿Como creadores hemos reflexionado qué necesita nuestro público, el común, el que va a las salas? ¿Nuestras chaquetas mentales?, ¿la mamada en aras de la experimentación que rompe la nada?, ¿la imposición de una actividad que se hace porque se tiene que hacer, porque existe? ¿O el público tiene sus propias expectativas, gusto, manera de ver la vida? Es importante que le demos el asombro desde el escenario.
La calidad no es inspiración, ni chiripa ni casualidad. Es resultado de un proceso de trabajo serio que está destinado a un objetivo concreto, a un público predeterminado, a un resultado artístico que ha sido transformado desde la concepción del concepto.
Cuando dejemos de hacer teatro para los amigos, los familiares, para chingarse al adversario, por hobby, por ocio, por no dejar. Entonces quizá podamos comenzar un movimiento.
El teatro no adula, ni examina, no es muestra o presea, ni altar al ego. (El teatro soy yo. Recuerde que esto sólo puedo decirlo yo, precisamente).
El teatro es el delicado nombre que se diluye en los labios si se sabe decir correctamente.
Creo que a nuestra autoridades teatrales les falta mucho para comprender cabalmente qué es el teatro.