Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de junio de 2002
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Cultura
Sus manifestaciones ganan cada vez más espacios

El son jarocho se convirtió en fenómeno social en la urbe

Inculcar los códigos propios de esa expresión, tarea constante de practicantes y especialistas

SIMAO HERNANDEZ ESPECIAL PARA LA JORNADA

El son jarocho se ha convertido en un fenómeno social en la capital mexicana. El llamado movimiento jaranero que se creó a finales de los años setenta, con la formación del grupo Mono Blanco, y que se propuso el rescate, la difusión y el fomento de la fiesta tradicional en algunas comunidades del sur de Veracruz, causó lentamente y en otro sentido, una repercusión en varios sectores de la población urbana.

La música fue llegando de forma paulatina, primero mediante algunas grabaciones de campo y luego de algunos grupos; contribuyeron también los encuentros de jaraneros que se transmitían por Radio Educación y los conciertos, que fueron encontrando un buen mercado y una demanda creciente en la ciudad.

Durante todos estos años, el son ha tenido varios ecos en la urbe. Grupos que se abrazan a la idea de tocar a la usanza tradicional; conjuntos que intentan fusiones con otros géneros musicales, algunos que incluyen la jarana o la guitarra de son en otro tipo de experimentaciones; grupos de amigos que se juntan para tocar sones del repertorio del fandango o composiciones nuevas, etcétera. Así, pues, el son jarocho se ha convertido en un fenómeno social en esta metrópoli que reinventa sus espacios culturales y su identidad a cada momento, apropiándose de modelos de significación que le parecen pertinentes o simplemente se ponen de moda.

En la época en que México estaba conformando sus estereotipos de identidad nacional, el son jarocho y el mariachi jugaron un papel muy importante. El son jarocho ocupa ahora un lugar en la enseñanza de la música folclórica en todo el país, desde las clases de danza en las escuelas primarias, hasta los ballets folclóricos que se profesionalizan en la interpretación coreográfica de la música tradicional mexicana. El estereotipo del jarocho, de su música y de su manera de ser uniformó una imagen hacia el interior de la República y el extranjero e hizo a un lado la riqueza que tiene esta tradición en su diversidad.

Lo que el movimiento jaranero trajo a la ciudad, junto con todo su discurso sobre el rescate de la tradición, la difusión de una forma más auténtica de interpretación de la música y el baile, y el sentido de la fiesta tradicional, el fandango, fue una muestra y una "invitación" a recrearlo en un espacio urbano.

Los códigos del son en la ciudad

En el acercamiento que se ha dado del mundo del fandango con la ciudad a partir de este movimiento, en las presentaciones y en los cursos que han impartido los integrantes de los grupos de son creados a partir del mismo, llegan las imágenes de cómo se desenvuelve la fiesta en su contexto; oímos hablar de "los viejos" soneros y de los fandangos en las rancherías creando una idea mágica llena de seres legendarios y fascinantes que la urbe trata de adaptar, a su manera, a una cotidianidad sumergida en una realidad muy distinta.

La realidad cultural en la que vivimos necesita recrear espacios populares de convivencia y participación alrededor de ritos de festejo. El fandango, como fiesta popular, ofrece un espacio para los que están familiarizados con sus códigos. En los fandangos que se llevan a cabo en la ciudad de México se ven los primeros esbozos de recreación de la fiesta.

Los códigos y el lenguaje del fandango han tenido y tienen un orden, una forma que se aprende en el desarrollo de la tradición de manera oral y que desde hace varios siglos se sigue adaptando a la realidad de las comunidades. Hay un saber no explícito y no estipulado en un reglamento de fandango; hay, simplemente, un acuerdo tácito de prioridades y jerarquías en las que todos los participantes se manejan. Por ejemplo, reconocer cuándo un son es de montón (baile de mujeres) y cuándo de pareja (un hombre y una mujer), o conocer la disposición de los músicos alrededor de la tarima.

En la ciudad de México la forma de aprender y reproducir estos códigos está apenas buscando un mecanismo propio. Hasta ahora su transmisión ha estado en manos de la gente que porta esta tradición y se presenta en los foros culturales, de los que imparten los esporádicos talleres y que al no tener una continuidad que se sustente por sí provoca que el aprendizaje se disperse y la esencia de la fiesta popular se va perdiendo o simplemente no se logra. Por ello la adaptación de estos espacios de convivencia debe ser asumida por la gente que está interesada en el son. De alguna manera es su responsabilidad que exista o no una comprensión de los códigos que le dan sentido a reunirse para celebrar, tocar, bailar, conversar y darle un identidad a la comunidad que confluye en un espacio determinado.

Alternativa Son

Alternativa Son, coordinado por Soledad Zamudio, es un proyecto que se está conformando por jóvenes de la ciudad de México que, atraídos por el mundo del son jarocho, desde hace algunos años han realizado viajes a diversas comunidades del sur de Veracruz. A partir de esta experiencia han conocido la realidad que se vive en los fandangos veracruzanos y la diversidad de éstos según la región y el motivo de la fiesta. Asimismo, han estrechado lazos de amistad que permiten establecer una conexión entre el mundo del son tradicional y el que se está gestando en la ciudad de México.

La labor que lleva a cabo Alternativa Son en el centro cultural independiente La Pirámide a través de cursos, fandangos y talleres está orientada hacia el aprendizaje y recreación del son como un lenguaje. Durante los meses de abril y mayo se realizó la primera etapa del proyecto con los cursos que impartieron Rubí Oseguera, Araceli Galván y José Felix Oseguera, del grupo Chuchumbé.

El 11 de junio, de 19 a 20:30 horas, se impartirá el taller de jarana por Alonso Borja, y de 20:30 a 22 horas el de guitarra de son (requinto), a cargo del mismo. Los talleres de zapateado comienzan el jueves 13 de junio: principiantes, de 19 a 20:30 horas, y avanzados, de 20:30 a 22 horas, a cargo de Donají Esparza. (Informes: 5217-3628, 04455 3054-1684)

En los talleres se plantea compartir las experiencias de músicos y bailadores que se han formado en el fandango, de su forma de vivir la fiesta, de la forma como interpretan sus instrumentos, de las historias que han escuchado de los viejos y de preguntarse cómo miran la fiesta en los espacios urbanos y compartirla con ellos, así como propiciar un foro en el cual se plantee la discusión alrededor del fenómeno urbano del fandango. Es claro que la modalidad en que sean adoptados estos elementos es tarea del tiempo y de la convivencia, pero se plantea como necesidad de recuperar el significado primordial de la fiesta popular y tener uno o varios referentes.

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