Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de junio de 2002
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Capital

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Seguir soñando

DESPERTE CON el fastidio de la fatiga no aliviada por el sueño. Sentía un cansancio sin remedio; sobresaltado por el grito desaforado de una mujer que desde la caja de la televisión anunciaba algo o, como todos en la madrugada pasada, había enloquecido. Nunca lo supe.

ƑERA AUN de madrugada? Por las persianas de la recámara entraba una luz gris, aún opaca, de esa que anuncia que ya viene el día, pero que todavía tardará en llegar. Sentía como si apenas unos minutos antes me hubiera ido a la cama. Encendí un cigarro y caminé a la cocina por un café.

TODO ESTABA en silencio. Bueno, no eran horas para andar haciendo escándalo. ƑQué hora sería? Para responder la interrogante fui al balcón y desde allí todo permanecía calmo. Ni gente ni autos, creo que ni pájaros, bastante escandalosos en las mañanas. Era de madrugada, confirmé.

MEXICO HABIA ganado y en la redacción la gente esperó hasta el último minuto del partido. Afuera, en las calles, los cohetones, los claxonazos, las risas, los gritos, las mentadas de ida y vuelta. México había ganado.

SOLTE UNA sonrisa solitaria por acordarme de las visiones del Paseo de la Reforma la noche del triunfo que no significaba nada aún, en términos del campeonato mundial, pero que desató furias, sueños, imaginaciones perdidas en otras noches, en esas noches interminables de la economía que nunca remedia la angustia de la gente.

A LA salida de Polanco, en el primer alto del Paseo de la Reforma, sobre el parabrisas se posó algo indefinido. Eran unos ojos enrojecidos, una cabeza sin pelo, azul o morada, y una cara terciada por líneas de color que tal vez fueron, en algún momento del festejo, verde, blanco y rojo, pero que ahora semejaban cicatrices de males desconocidos.

šVIVA MEXICO!, me gritó, y se alejó en busca de otro automóvil, pero tras de él me pareció ver el rostro de una mujer que no alcancé a distinguir porque esparció sobre el vidrio una masa blanca que salía de un aerosol.

NO SE bien a bien cómo escapé de aquel primer encuentro, pero no era el fin. Unos metros adelante topé con una especie de peregrinación que llevaba de todo para ofrendar al Santo Angel del Futbol: chelas, pomos, guitarras, matracas, banderas. Todo eso que consume el insaciable santo en tiempos del mundial.

MUJERES CON trompas de plástico tricolor, minitaxis, es decir, seres mitad hombres mitad taxis a los que se les veía con el tronco al aire y la otra mitad del cuerpo sumida, fusionada, entremezclada, con el automóvil, que voceaba el marcador final: "šDos a uno, güey!" Como si nadie se hubiera enterado.

DESPUES MIRE seres emplumados y risas enloquecidas y más raro aún, policías vigilantes. Nadie tenía sueño. Todos tenían cara de Buenos días, cómo te va, y con esa energía se saltaba, se bailaba, se corría, Ƒse celebraba?

TAL VEZ no, pero era buen pretexto para aliviar el alma en pena, o tal vez sí, porque no hay otra cosa que celebrar en este país donde lo colectivo se ahoga en el mar de la privatizaciones.

POR FIN miré el reloj, el café estaba listo y la luz seguía siendo gris. México seguía soñando.

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