lunes 10 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Mundianálisis

A fuego lento

n Horacio Reiba

Como se esperaba, México venció a Ecuador e hizo historia en la Copa, donde no existía registro anterior de dos triunfos aztecas consecutivos en el arranque de la competencia fuera de México. Hasta ahí, todo bien. Pero de ahí en más, nada está garantizado, pues para calificar habrá que evitar la derrota ante una Italia desesperada... y con un arsenal impresionante. Y para provecho de la desesperación italiana va a requerirse bastante más que lo mostrado hasta ahora por los pupilos de Javier Aguirre.
Remontada y frenazo. Manifestábamos el viernes nuestra preocupación por el juego aéreo de Agustín Delgado. Dicho y hecho: al minuto cinco, Márquez no saltó para cortar un centro de De la Cruz y "Tin" le puso número a la casa angulando arriba su sólido frenazo. Por tercera vez consecutiva, al "Conejo" le cabeceaban desde cerca nada más empezar o reanudarse las acciones. Y por tercera vez, sus reflejos le permitieron desviar la pelota, pero ahora sin impedir que se colara. El Tri reaccionó bien, aliando decisión y orden y buscando el achique hacia el frente con líneas adelantadas. El empate se veía venir. Llegó y de nuevo por izquierda, en servicio de Morales que Borgetti cazó con suave golpe de empeine adelantándose un paso al cierre del defensa y esquinando al poste opuesto (27Õ). Ecuador, comprimido por la presión, no reaccionaba, aunque, igual que el primer día, México tampoco obtuvo fruto de su claro dominio. Pero a la vuelta del vestidor, con el asedio tricolor al alza, el gol de la remontada era sólo cosa de tiempo. Apareció pronto, a los 57Õ, gracias a venenoso zurdazo cruzado de Torrado tras recoger un toque atrás de Cuauhtémoc, abrirse un espacio mínimo sobre la media luna y rematar con contundencia y sin dudar, como no dudó nunca en esa incesante búsqueda de la pelota que lo convertiría, con el "Conejo", en la pieza maestra del conjunto mexicano. La presión verde duró un rato más, con Borgetti cerca de un nuevo gol cuando su remate besó el poste. Pero faltando un cuarto de hora largo, y ya con Aguinaga en la cancha, el equipo dejó de presionar e intentó "manejar" la situación. Exactamente como si no hubiera conciencia alguna de las complicaciones acarreadas por el sorpresivo resultado,
Aguinaga. Mermado físicamente y con un equipo tácticamente roto entre manos, iba a encontrar su momento cuando México arrió banderas y se dedicó a esperar. Entonces, colocado como cuña entre contenciosos y defensores verdes, el viejo capitán nos ofreció un breve recital de astucia futbolística, poco evidente desde la grada pero tremendamente amenazante cada vez que entró en contacto con el balón, ya fuese para devolverle una pared a Tenorio con soberana maestría -îscar Pérez desvió el fusilamiento con la pierna (80Õ)-, o para servirle a Ayovi un suave servicio atrás que no fue gol por milímetros (85Õ). Así, sudando y sufriendo lo indecible, alcanzó el Tri seis puntos que no van a servir de mucho si la nueva Croacia les pasa por encima a unos ecuatorianos física y moralmente reventados. A menos que, como en EU 94, seamos capaces de contener a una Italia que necesita ganar imperiosamente. Es probable que el que pierda ese partido quede eliminado, aunque a México el empate lo haría calificar.
Casa de locos. La Casa del Sol Naciente lleva camino de convertirse en el más exótico y exclusivo de los manicomios. Del diluvio de sorpresas que hasta ayer había ofrecido, ninguna más preocupante para los nuestros que la victoria croata sobre Italia, un muestrario de errores arbitrales, pero también de la capacidad ofensiva de los azzurri cuando las circunstancias obligan. Nos espera, pues, una semana a fuego lento. Y todo por no haber sabido machacar a Ecuador, que ahora luce como víctima muy propicia del renovado apetito croata.