Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 12 de junio de 2002
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Política

Carlos Martínez García

Sueños de la selva

Profundo conocimiento, identificación con los personajes que le confiaron sus historias de vida y capacidad para transmitir a sus lectores en forma cautivante intrincados procesos, son algunos de los elementos que componen la obra más reciente de Jan De Vos. Nos referimos al tercero y último volumen que dedica a la Lacandonia: Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000 (FCE, 2002).

La trilogía la integran, además del libro de reciente aparición: La paz de Dios y del rey (1525-1821) y Oro verde. La conquista de la Selva Lacandona por los madereros tabasqueños (1822-1949). La pasión y rigor históricos de Jan han quedado vertidos en una obra que abarca casi 500 años de lo acontecido en esa parte del país, que comenzó a ser de interés general a partir de enero de 1994.

Para hablarnos de los procesos sociales y organizativos que tuvieron lugar en la selva en las cinco décadas pasadas, De Vos eligió narrar un complejo escenario mediante las utopías perseguidas por ocho personajes muy variados entre sí: hay explotadores de madera, conservacionistas que buscan preservar a un grupo indio en vías de extinción, catequistas que expresan los anhelos colectivos en la colonización selvática de edificar nuevos modelos de organización social, finqueros que impotentes ven cómo sus extensos dominios van decreciendo, líderes indígenas y campesinos que encabezan organizaciones creadas para dar cauce a las reivindicaciones y aspiraciones de los colonos, refugiados guatemaltecos que huyen a la selva mexicana para sobrevivir al horror represivo que los militares desataron en su país, y jóvenes que se enrolaron en un proyecto que al parecer no tendría futuro halagüeño alguno: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

En ocho soñadores y soñadoras (más un sueño colectivo ilustrado de forma literaria y pictórica, que forma el último capítulo del libro), Jan De Vos sintetiza una construcción histórica amplia, diversa y factible de ser estudiada desde distintas ópticas.

La parte que más me sedujo fue la que se refiere a los experimentos religiosos comunitarios, resultado de una línea pastoral estimulada por el obispo Samuel Ruiz García y su equipo diocesano. Impulsados por el sueño de encontrarse con una tierra en la que fluyera leche y miel (imagen que se usa en el Antiguo Testamento para referirse a la tierra prometida por Dios al pueblo de Israel), los tzeltales principalmente iniciaron su propio Exodo.

El autor narra de manera brillante ese tránsito indígena de Egipto/finca explotadora a Canaán/Selva Lacandona y la reinterpretación de los motivos y alcances de su arribo a las nuevas tierras. Mediante el análisis de los contenidos de los materiales catequísticos (que llama "la catequesis del Exodo"), encuentra que unos principios religiosos -šDios está con nosotros!- dieron como resultado tanto un traslado teológico de las características del Israel bíblico a las poblaciones indígenas migrantes, como una práctica política interesada en encarnar tal convicción. En esta relectura del Antiguo Testamento y su propia historia "han operado así una sacralización de la comunidad indígena, la cual presentan como reflejo de la verdadera comunidad cristiana y lugar privilegiado de la revelación divina. Han operado asimismo una idealización de los indígenas al considerar su historia social y su cultura tan ejemplares que se convierten en las mejores opciones para inducir el deseado cambio radical en la sociedad" (p. 228).

El valioso libro consigna a otros soñadores que marcharon hacia la Lacandonia con la idea de fundar comunidades libres de las prohibiciones que padecían en sus tierras de origen. Entre otras tenemos las migraciones religiosas, semejantes en motivaciones a las de los puritanos ingleses que buscaban libertad de cultos. Huyendo de las Iglesias territoriales, cuya divisa en Europa era "según la religión del rey así es la del pueblo" y en el Chiapas indio el régimen de "la religión del pueblo es la que elija la asamblea comunitaria", los partidarios de las conocidas como Iglesias libres o de creyentes (regidas por la base de que la adscripción y práctica religiosa es una elección personal) también se fueron a la selva con la intención de crear espacios libres del dominio de la Iglesia tradicional. O concibieron a la Lacandonia como tierra para misionar entre las comunidades ya asentadas en ella. Fue así que llegaron misioneros locales y extranjeros, predominando los primeros ampliamente tanto en número como en resultados. Migraciones de no católicos en busca de mayor libertad religiosa y esfuerzos misioneros evangélicos, y de otros grupos particularmente exitosos en la zona, como los testigos de Jehová, sólo son mencionados. De todas maneras brinda algunas pistas que los lectores podrán explorar.

Agradezco al autor por el estímulo que a mis propias investigaciones le significan los sueños que plasmó en su obra.

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