Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 12 de junio de 2002
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Política

Luis Linares Zapata

El factor Madrazo

Las reformas a la industria eléctrica planteadas por la coalición PRI-PRD parecía encaminarse a un feliz desenlace en el próximo periodo de sesiones del Congreso hasta que el factor Madrazo la perforó con el anuncio de sus acuerdos cupulares con el gobierno. Y con ello se confunde, aunque sea transitoriamente, el escenario que parecía ya resuelto en favor de las causas nacionales. Las celebraciones de una gama de ciudadanos, entusiasmados por haber detenido el impulso privatizador, aparecen ahora prematuras si no es que por entero desilusionadoras.

El espíritu que el Revolucionario Institucional parecía rescatar de su averiada historia reciente (1982-2000) se sumerge en un túnel de confusiones y sospechas ante el anuncio de que el cuestionado presidente del CEN del PRI lleva a cabo negociaciones con el Ejecutivo federal para promover mayores inversiones privadas en ese crucial sector de la actividad productiva. La salida que se desprende de las afirmaciones difundidas, tal como lo andan buscando los panistas y otros tantos funcionarios del Ejecutivo, tratará de manipular las normas reglamentarias de la industria muy a pesar del tajante dictamen de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

El famoso paquete de reformas estructurales que tanto ha pregonado Fox, siguiendo la línea marcada por los centros de poder trasnacional e instrumentada a pie juntillas por la dupla neoliberal Salinas-Zedillo, para privatizar la economía mexicana, encuentra un nuevo cauce para su renovación. El rechazo, en comisiones del Senado, a las iniciativas que intentaban cambios constitucionales para normalizar la participación del capital y la administración privada en la industria eléctrica o, más aún, para de plano sustituir al Estado en la propiedad y manejo de los bienes y servicios de energía, parece que no contó en el ánimo y la determinación de los priístas que participan con Madrazo en tan cruciales acuerdos.

El pasado Consejo Político del PRI aparece entonces como un incidente retórico, para consumo interno y la difusión externa, destinado al archivo. Lo actual, lo que se anuncia como ánimo moderno, es el proceso desatado y conducido desde la cúspide del liderazgo partidario de los priístas. De esos tratos, se colige, habrán de resultar los programas de la nueva era madracista con la mira puesta en 2006.

No bien se empezaba a configurar la difícil ruta de oposición constructiva que el PRI se había propuesto después de su debacle electoral de 2000, cuando aparecen signos por demás preocupantes en el imaginario político de amplias capas de ciudadanos.

La inclusión de Roberto Madrazo, como autonombrado conductor de tan oscuras negociaciones, dinamizará la desconfianza y hasta el franco rechazo de aquellos que bien podrían apoyarlos, tal como lo anunció de inmediato, de plano y de lleno el PRD, su factible compañero de viaje.

El vigoroso impulso nacionalizador con que se cimentó la base industrial de la fábrica mexicana en décadas pasadas, y que parecía revivir con la iniciativa de la fracción priísta en el Senado para actualizar el sector eléctrico, se encamina, de triunfar la ruta ahora marcada por Madrazo, a volverse un simple intento fallido. El costo sería de proporciones desconocidas para las aspiraciones priístas de triunfar en las próximas elecciones del 2003.

Es cierto que los priístas contrariaron todos los pronósticos de quiebres, cismas o fugas que precederían a su anunciada desaparición. Resolvieron, aunque con grandes abolladuras en la legitimidad, su continuidad como organismo público al optar por el voto abierto para dirimir la lucha por el poder interno. Pero el perfil de oposición atractiva radica y se concreta en poder mantener, bajo la conducción del Estado, las industrias provedoras de energía. Estas son indispensables para sostener el cacho de soberanía que una nación como México requiere en estos tiempos de globalización y feroz neocolonialismo.

Que Madrazo trate y logre afianzarse en el CEN del PRI mediante la colocación de sus partidarios en los puestos clave es entendible. Hasta la influencia que pueda concentrar para influir en la selección de candidatos es, todavía y bajo determinadas condiciones, tolerable. Pero que se imagine como el único centro decisorio, el final conductor que sustituya al gran dedo del pasado, es una ilusión que puede resultar catastrófica para ese partido. Sobre todo si lo hace sujetando a su fracción de legisladores. Se espera que tales pretensiones resulten fútiles y que las fuerzas internas del PRI hagan su trabajo de mostrar la pluralidad de sus intereses en juego, la calidad e independencia de criterio que muchos de sus militantes pueden desarrollar para evitar los ignominiosos sometimientos que fueron la norma en el pasado de las rutas únicas, de la línea desde arriba, del asunto de familia, de la disciplina autoritaria.

La opinión del senador Bartlett, expresada desde España, da la pauta para ubicar el anuncio de Madrazo en su real dimensión de equívoco o de franco movimiento sin bases efectivas que se estrellará contra el mandato constitucional, el espíritu nacionalista renovado de los priístas y hasta con la determinación de la SCJN. Un valladar, se espera, sea imbatible para el factor Madrazo.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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