Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 12 de junio de 2002
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Sociedad y Justicia

Hay olvidos y errores en el suministro de medicamentos, asegura una ex interna

El Centro Avanzado de Salud, infierno en el que imperan las cucarachas y la estulticia médica

JAIME AVILES/III

Tomada de Internet, la foto que ilustra esta página sugiere un lugar donde predominan el confort y los valores religiosos. Es la propaganda que el doctor José de Jesús Castillo Ruiz emplea en el ciberespacio para atraer clientes al Centro Avanzado de Salud Anímica (Casa), su manicomio particular. En los diarios de Monterrey, al mismo tiempo, inserta anuncios como éste:

"Actualmente se conoce que las personas deprimidas pueden regenerar o reproducir sus neuronas (sic) a través de la neurogénesis (...). Científicamente se ha comprobado que la oración es una estrategia terapéutica para incrementar la mejoría de los síntomas en la depresión (...)"

Dirigida a un público de altos ingresos y valores religiosos tradicionales, como los hermanos Rodríguez Segovia, miembros del Opus Dei, que internaron a su hermana Gabriela para impedir que siguiera viviendo "en pecado mortal con un divorciado", Casa, en realidad, parece ser un sitio óptimo para llevar a cabo esa forma suprema de violencia intrafamiliar que es el secuestro en hospitales siquiátricos, práctica que, en opinión de Gonzalo Aguilar Zinser y otros juristas, está "sumamente extendida en nuestro país". Pero, Ƒcómo es la vida cotidiana tras las rejas de Casa? ƑQué tan seria y confiable es la atención médica que ahí se imparte?

Habla Susana

Por recomendación del doctor Fidel Garza, su siquiatra, Lourdes Susana González, una mujer de mediana edad y escasos recursos que desde hace 13 años emplea un tranquilizante llamado rivotril para morigerar sus trastornos del sistema nervioso, creyéndose apta ya para vivir sin ese fármaco, aceptó internarse voluntariamente en Casa durante 21 días, lapso que, según su médico, le bastaría para superar su dependencia. Además, había una oferta: el doctor Castillo Ruiz estaba "regalando" la primera semana del tratamiento. Era una oferta digna de toda consideración.

Ingresó en julio de 2001 y a la primera persona que conoció -le tocó, de hecho, dormir en el mismo cuarto con ella- fue a Gabriela Rodríguez Segovia. Escandalizada por todo lo que vio y padeció ahí, Susi -como gusta que le digan-, al salir, contactó a Alejandro Fonseca, el amante de Gabriela, para ponerlo al corriente de cómo se encontraba su mujer. No contenta con ello, decidió escribir un amplio testimonio sobre este caso (mencionando otros similares) y se lo dio a Fonseca para que éste lo presentara ante un juez, con el propósito de salvar a su compañera de desgracia. A continuación, un extracto de ese relato:

"Por medio del presente escrito quiero dejar constancia de lo que vi, y más que nada viví, durante las tres semanas que estuve internada en el Centro Avanzado de Salud Anímica, el cual está ubicado en Padre Mier y Miguel Nieto de esta ciudad de Monterrey, NL.

"Este centro está ubicado en una casona antigua de dos plantas, completamente dividida por rejas. En la planta baja se encuentra la denominada enfermería, una sala de visitas y el área de internamiento de jóvenes con problemas de alimentación (anorexia y bulimina, nota de JA). También hay unos cuartos especiales en los que son encerradas -aisladas- las pacientes que pasan por etapas críticas, de acuerdo con el criterio del lugar, por ejemplo, reclamar tus derechos.

"La parte superior está destinada a pacientes con problemas de depresión, trastorno bipolar, adicciones, etc. Consta de cuatro recámaras, tres baños, un espacio multiusos (comidas, sesiones y cualquier otra actividad), una terraza completamente enrejada de piso a techo y que permanece la mayor parte del tiempo cerrada con candado. Por último queda el pasillo, único espacio disponible para caminar. El acceso al piso inferior está prohibido. Se mantiene todo el tiempo cerrado bajo llave, prohibiéndose la comunicación entre las internas de los dos pisos."

Cucarachas y olvidos

"Cuando pasan los días uno se va dando cuenta de un reglamento -no escrito- bastante peculiar. En tu cuarto puedes tener únicamente ropa y objetos personales básicos. Se permite fumar -la cantidad de cigarros que asigna el médico-, pero los cigarros y encendedores permanecen bajo llave. Es necesario llamar a la enfermera para que te encienda el cigarro, que está prohibido compartir.

"Siempre y cuando lo permita el médico, pasados tres días de estancia, se pueden hacer o recibir tres llamadas telefónicas. Se llama a la enfermera para que suba un teléfono inalámbrico, marque el número, te pase el teléfono y espere junto a ti a que termine la llamada. Las enfermeras escuchan todas tus conversaciones.

"Hay un garrafón de agua que debe durar lo necesario para ser cambiado cada tercer día, pero generalmente se termina antes y algunas compañeras tenían que tomar agua de la llave proveniente de un tinaco. También vi serias deficiencias, como las condiciones de aseo del lugar y de la ropa de cama. Durante las tres semanas que estuve ahí utilicé las mismas sábanas y toallas.

"El lugar está infestado de cucarachas. Inclusive a una de las compañeras, Gabriela Guadalupe Rodríguez, le sirvieron una cucaracha en su cereal. También hay carencia de personal de enfermería. En ocasiones teníamos una sola enfermera para atender a toda la institución.

"Había olvidos en los horarios para dar el medicamento, errores al administrarlo y las propias pacientes tenían que estar muy al pendiente y checar las pastillas que les daban. Falta atención médica, ya que las visitas del doctor Castillo, director del lugar, eran sólo cada tercer día, o un día sí y dos no, y sólo se limitaba al saludo y a preguntar 'ƑCómo se siente? Va muy bien, así sígale'. El encuentro duraba tres minutos, pero te cargan 200 pesos más por honorarios médicos del doctor Castillo (...)"

Gabriela, enfermera

Continúa Susi: "En nuestro país hay un absoluto desconocimiento de lo que se denominan enfermedades mentales. El término causa miedo y rechazo, a pesar de que se sabe con certeza que la mayoría de estas enfermedades se deben a un desequilibrio de la química cerebral y una vez detectado es tan controlable como un problema de hipertensión, diabetes o similares. Debido al encierro se genera rápido un vínculo muy fuerte entre quienes estamos conviviendo, que hace que compartamos nuestras experiencias con plena confianza, no con el terapeuta, sino en nuestros ratos de charla. Y así puedo comentar algunos caos vividos por mí en la institución."

Susana menciona tres: el de Camerina, el de Leonor y el de Gabriela.

"Camerina fue internada por serios problemas de insomnio. Llegó a las 4 pm, con órdenes de recibir medicamento con preparación especial, junto con otros que se le tenían que administrar por la noche. Cuando llegó, a su doctor le dijeron que no había tal medicamento. A las 12 de la noche (del día siguiente) le ordenaron que se acostara y que si no podía dormir llamara por el interfón. Pasó la noche en vela tratando inútilmente de llamar a la enfermera, quien desconectó el aparato para poder dormir ella. A la noche siguiente se sintió mal.

"Llamamos a la enfermera, quien le tomó la presión y luego le exigió que se levantara. La paciente se desplomó, sin sentido, con la lengua y quijadas trabadas. La enfermera trajo alcohol y nos pidió que tratáramos de reanimarla mientras ella bajaba a llamar al médico, vía telefónica, para pedir instrucciones. Nosotras (Gabriela Guadalupe y una servidora) la cuidamos hasta que llegó la enfermera con el antídoto para el medicamento que le provocó la reacción. En todo ese momento nos dejaron encerradas bajo llave. Al día siguiente su médico se la llevó, manifestando molestia por tanto descuido.

"Leonor era una señora mayor, con hijos ya casados, separada de su esposo y vivía sola. En determinado momento decidió que la vivienda era demasiado grande para ella y que deseaba construir una propiedad más pequeña y adecuada a sus necesidades. Empezó a vender algunas cosas y de inmediato fue traída por sus hijos (al manicomio) y encerrada en este lugar, donde ha permanecido alrededor de seis meses. Su conducta y trato son normales, su única desesperación es el enclaustramiento al que está obligada a vivir."

Los influyentes

Por último, Susana se refiere a Gabriela Rodríguez Segovia: "Joven señora, víctima de innumerables atropellos e injusticias por parte de cinco hermanos varones sumamente influyentes, según palabras de ella. Valiéndose de no sé qué medios grabaron conversaciones de su ex marido para que se diera cuenta de con quién estaba casada. Para efectos del divorcio firmó un poder a su abogado, que no ha sido revocado y que sus familiares usaron para decirle al juez que ella aceptaba voluntariamente su encerramiento...

"La tienen confinada desde hace ocho o nueve meses en este lugar, adonde la trajeron después de secuestrarla de su propio domicilio, obligándola después a firmar que estaba por su voluntad. Su conducta es sumamente normal, es muy afectuosa con el personal y las compañeras. Fuma mucho, no tiene un límite de cigarrillos marcado por el médico. Este hábito lo adquirió al estar encerrada en la institución.

"Le han dicho que tiene una lesión cerebral y que ya pronto le harán estudios para ver cómo va, pero ese momento nunca llega. Sus hermanos la tienen amenazada de que si no obedece lo que ellos le digan la internarán en un pabellón de dementes. También le han dicho que toda demanda en su contra no procederá, ya que son influyentes y tienen la ley comiendo de su mano. Ella piensa que así es, ya que a pesar de que ha enviado notas aclarando su situación y demandando justicia no la han escuchado."

Cuando Alejandro Fonseca Pérez exhibió el testimonio de Susi ante los representantes de la justicia en Nuevo León, éstos le respondieron que no tenía personalidad jurídica para interceder en favor de Gabriela.

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