Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 13 de junio de 2002
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Política

Octavio Rodríguez Araujo

Debate electoral en San Luis Potosí

En San Luis Potosí se discutirá mañana, en un foro plural organizado por el PRD, si las elecciones locales deben estar empatadas con las federales o no. La diferencia de calendarios electorales favorece al partido que tiene el poder, entre otras razones por los recursos que se deben movilizar para cada elección (y no me refiero sólo a recursos económicos, que desde luego son muy importantes).

Es evidente que con un calendario diferenciado para las elecciones se mueven más recursos que cuando los distintos comicios ocurren en una misma fecha. Este simple hecho aleja la contienda electoral del principio deseable de equidad para todos los partidos, pues obviamente los que tienen menos recursos se desgastarán más que los grandes, provocándose así una especie de círculo vicioso en el que los partidos con más recursos tendrán mayores ventajas que los que cuentan con menos y estas ventajas redundarán en mayor fortalecimiento de los partidos que ya son fuertes y en mayor debilidad de los débiles.

Con un calendario electoral diferenciado se propicia una suerte de darwinismo político (supervivencia del más fuerte) que iría muy bien con la lógica de la economía de nuestro tiempo, pero no con la democracia que, de seguir la lógica empresarial-capitalista (concentración y centralización de riqueza), se negaría a sí misma como democracia, incluso en términos etimológicos.

En un año pueden llevarse a cabo 10 o 15 elecciones locales: de gobernadores, de diputados locales, de presidentes municipales. Piénsese lo que esto significa para cada uno de los partidos registrados en la actualidad: selección de candidatos, que si se hace democráticamente supone asambleas diversas, no sólo en distintas entidades federativas sino en tiempos distintos; campañas durante todo el año y no una sola vez; organización de las campañas, lo cual supone un desgaste enorme para los cuadros especializados en este tipo de acciones; apoyos logísticos movilizados todo el año, lo cual sugiere un gran deterioro de militantes y simpatizantes o grandes gastos en la contratación de empresas especializadas (pintas, volantes, técnicos de radio y televisión, relaciones con la prensa, transporte, seguridad, sonido, templetes y auditorios); identificación de los electores y promoción del voto, observación electoral, representantes en las casillas, etcétera.

No parece casual que los partidos, entre tantos procesos electorales, no tengan tiempo ni recursos para fortalecer la formación de sus militantes, capacitarlos políticamente, prepararlos mejor para una militancia más eficaz y para cargos de elección en los que tendrán que jugar un papel de mayor responsabilidad con sus electores y con su partido.

Por otro lado, hay en este debate un problema de ética. El financiamiento de los partidos y los recursos para la organización institucional de las elecciones provienen en su mayor parte de los impuestos que pagan los ciudadanos (como personas físicas o morales).

Si tomamos en cuenta que México es un país con grandes carencias y con enorme cantidad de pobres, no parece ético que los costos de las elecciones sean de los más altos del mundo. Si un partido propone la no simultaneidad de las elecciones no está pensando en términos éticos, sino mezquinos y egoístas; está intentado hacer prevalecer sus intereses como partido sobre los de la nación, de una nación que requiere inmensos recursos y mayor gasto social para salir adelante. No puede aceptarse, éticamente, que se gaste más en procesos electorales que en acciones sociales para beneficio de la salud y la educación de los pobres de México. La democracia electoral en México es muy costosa; es nuestro deber promover que, sin disminuirla, sea más barata.

También se discutirá en San Luis Potosí si las elecciones municipales deben continuar a dos vueltas (ballotage, en francés) o si debe regresarse al viejo sistema que prevalece en el resto del país. El sistema de dos vueltas tiene como virtud permitir la existencia no sólo de partidos pequeños, sino también de que éstos puedan, en el caso necesario de una segunda vuelta, coligarse de alguna manera para favorecer a una de las dos fuerzas que en la primera obtuvieran la mayor votación (pero inferior a 50 por ciento más uno). Ciertamente la tendencia de los partidos es cada vez más a diferenciarse menos, pero esto no quiere decir que las expresiones ideológicas del pueblo mexicano estén todas representadas en los grandes partidos. Por lo tanto, es pertinente que se mantenga el sistema actual a dos vueltas que garantiza una mayor pluralidad partidaria, como plural es la sociedad, que regresar a los tiempos anteriores a la importantísima reforma electoral de 1977. En mi opinión el sistema de ballotage debería extenderse a todo el país, incluso en la elección del presidente de la República, pero ésta es otra discusión.

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