Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 16 de junio de 2002
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Espectáculos
Después del franquismo el país entero era una feria, un cabaret, dice la cantante y actriz

Ana Belén: tuve la suerte de pertenecer a la generación que vivió la transición en España

Miguel Narros le enseñó que la actuación es materia de estudio, confiesa La falsa noticia de que en una obra de Víctor Manuel pisoteaban la bandera los convirtió en los mayores "hijos de puta" en 1972

LUCY OROZCO/ I ESPECIAL

Satanizada en los años 60, durante la dictadura de Franco, Ana Belén dio rienda suelta a sus convicciones ideológicas integrándose como militante activa del Partido Comunista Español y haciendo un trabajo artístico que fue visto como amenazante para el orden social. Ella y su marido, el cantautor Víctor Manuel, fueron denostados por la prensa española, y su música fue acallada en todos los medios. A la muerte de Franco, ya libres del yugo reaccionario, Ana y Víctor Manuel llegaron a la cúspide musical con su hit La puerta de Alcalá.

Hoy, Ana está muy lejos de parecer la agitadora a la que condenó ese régimen; sin embargo, su liberalismo se mantiene incólume. En sus canciones denuncia la injusticia de las guerras, el maltrato a las mujeres y muchos otros temas que siguen siendo motivo de debate. Por esa razón Ana canta sólo lo que para ella tiene algún significado. En el escenario aparece elegante y tan delgada que parece una disidente glamorosa.

Es también una de las mejores actrices que ha generado el cine hispano; basta recordar películas como La pasión turca, La corte del Faraón o Demonios en el jardín, sólo por mencionar algunas. Inclusive incursionó como directora en la cinta Cómo ser mujer y no morir en el intento.

En la entrevista responde con mesura a las preguntas, aunque en momentos tiene arrebatos. Su discurso derrama gran sentido del humor.

-Ana, ¿cuál es tu verdadero nombre?

-María del Pilar Cuesta Acosta.

-¿Por qué te lo cambiaste?

-Yo no me lo cambié. Me lo cambiaron porque era la época en la que proliferaron todos esos horrorosos niños prodigio; (corrige) bueno, no me refiero a que ellos eran horrorosos, sino al producto que hacían. Hablo de las películas que se realizaron con Marisol, Rocío Dúrcal y Joselito, a todos ellos les cambiaron el nombre. Así que conmigo también hicieron lo mismo. Consideraron que Ana Belén sonaba más artístico y comercial.

-Cuéntame de tus orígenes. ¿Naciste con la cucharilla de plata en la mano?

-¡Qué va! En lo absoluto. Nací en Lavapiés, un barrio modesto de Madrid. Fui niña de bocadillo. ¿Sabes lo que es el bocadillo? Un bolillo partido por la mitad con algo dentro...

-Sí, como jamón...

-Por supuesto que no. El jamón era para las niñas de cucharillas de plata; en mi casa se comía ese pan con una vil mortadela o un poco de chocolate metido dentro o aceite con azúcar, y a la calle: "¡Anda a jugar a la calle!" Esa fue mi infancia, y fue absolutamente feliz.

"Familia entrañable"

-¿Papá, mamá y hermanos?

-Sí, tuve una familia entrañable: mi papá pertenecía a la clase trabajadora, él fue durante 30 años cocinero en el Hotel Palace. Mi mamá se dedicaba a las labores del hogar y tengo dos hermanos, chico y chica. Mi hermano Julio, al que ya conoces, y una hermana que trabaja como script en el cine.

-Cuéntame, ¿cuándo comenzaste tu carrera de actriz?

-Yo empecé en la radio, cuando tenía 10 años. Me apunté a un concurso llamado Vale todo, y realmente valía todo, porque podías recitar, cantar cualquier clase de música: flamenco, tonadilla, canción moderna, en fin, valía cualquier modalidad. Esos concursos eran como una cadena, de ahí ibas de una emisora a otra, lo más gracioso es que en cada programa te ibas encontrando a la misma gente, porque todos ha-cían lo mismo. Esperabas que un productor te descubriera, y a mí me sucedió ese milagro. Fue como un cuento de hadas: cantando en Radio Madrid me dijeron: "Hay unos productores que te han oído cantar y han venido a ver cómo eres. Están buscando una niña para hacer una película". De ahí resultó que me hicieron unas pruebas en las que tenía que cantar y luego aprenderme el texto de una película que iba a hacer Rocío Dúrcal, y como ella ya se había hecho mayor, andaban buscando la suplente. Realmente no sé por qué me contrataron, ya que el recuerdo que tengo de mí misma es de haberla pasado muy mal, de una vergüenza terrible. Se me fue toda la letra de golpe y entonces el director me preguntó: "¿Cómo te llamas?" Yo no sabía ni cómo me llamaba. "¿Y qué edad tienes, qué te ha pasado en ese brazo que lo llevas vendado?" ¡Fue horrible! Yo creo que les debió gustar mucho lo que canté, porque de hablar, ¡nada, nada! Y, bueno, me contrataron e hice esa película. Fue Zampo y yo. No sé cómo se animaron, porque los productores dijeron: "Hay que ver a esta niña, debería hacer un papel de huérfana porque tiene una cara de mucho sufrimiento". Me preguntaban: "¿Tus papás viven?". Y yo: "Pues sí, mis padres viven". "Es que tienes una cara de que te ha pasado una gran tragedia". Sucede que mi físico era como muy desvalido, yo era totalmente desgarbada.

Paradojas del destino

-¿Cómo fue que lograste hacer buen cine?

-Quizá lo que me salvó en aquella época de esas tonterías y de ese cine absurdo fue que la película no tuvo éxito (risas). A mí me habían hecho firmar un contrato por cuatro años; si la película hubiera tenido éxito, me hubiera visto obligada a cumplirlo y a hacer aquellas ñoñerías en el cine. Pero como no lo tuvo, ¡adiós contrato!

-O sea que tu mala suerte fue tu buena suerte.

-Así es. También es verdad que gracias a esa película conocí a una persona de teatro, muy entregada al arte, Miguel Narros. El me hizo ver que, si quería ser actriz, tenía que estudiar. Era la primera vez en mi vida que alguien me mencionaba que actuar era materia de estudio. Eso propició que me integrara a su escuela, llamada Teatro Estudio Madrid, la única en aquella época donde se practicaba el método de Stanislavski en España.

-¿Digamos que Narros fue como tu profesor Higgins, el de Mi bella dama?

-Sí, de hecho fue mi Pigmalión (cosa que a él le encorajinaría mucho oír, pero realmente lo fue). Narros se preocupó de mí como persona, todo lo que leí sobre teatro fue por indicaciones suyas. Después, cuando yo tenía 15 años, lo nombraron director del Teatro Nacional, en Madrid, y empezó a montar obras de los clásicos, me dio algunos papeles, y durante cuatro años dejé de cantar, de bailar; dejé todo por hacer teatro. Ahí en el escenario, me hice persona, me hice mujer. Me empecé a interesar por cosas de las que hasta ese momento no tenía conciencia. Me puse en contacto con movimientos, llamémosle de protesta.

-Supongo que ahí fue donde empezaste a ser una disidente del franquismo.

-Sí, sí, claro. Empecé a darme cuenta de muchas cosas; por ejemplo, la primera vez que escuché la palabra huelga fue en el teatro, porque en mi casa ?porque mis padres son hijos de republicanos de izquierda, de los llamados perdedores de la guerra? no se hablaba nunca de eso, por temor, por miedo. Recuerdo que en esa época fue la primera vez que me pasaron un panfleto para la adhesión a la huelga de los trabajadores metalúrgicos, y fue así que me volví activista. La España de Franco representaba para mí la España de la injusticia.

-Háblame de tu vida privada. ¿Cuándo conociste a Víctor Manuel?

-Durante una gira por Galicia, haciendo una obra llamada Un sabor a miel, una actriz me dijo: "Ven, te voy a presentar". Y me presentó a Víctor?

-¿Víctor Manuel ya era famoso?

-Súper famoso, toda una figura. El también andaba de gira, en un espectáculo musical con Julio Iglesias.

El caso es que me presentaron a los dos, y yo le eché el ojo a Víctor; sufrió de acoso sexual de mi parte (bromea), porque, por más que lo trataba de conquistar, él no se dejaba, porque tenía novia. A mí me fascinó desde que lo vi; le hacía invitaciones en plural para que la novia no se encelara. Entonces, después de mi presentación y su concierto nos fuimos a una discoteca, estuvimos charlando, preguntó sobre mis giras; cuando le contesté que iba a Mieres, dijo que quizás él estuviera ahí. Cuando llegué a Mieres, ya estaba ahí, en casa de su familia, porque Víctor es de Asturias.

La conquista de Víctor Manuel

-Y por supuesto, fue a ver tu obra.

-Claro que fue a verla. Pero aguarda, que viene lo mejor. Lo mejor fue que ese día, cuando llegué a Mieres, me llamaron de una revista local y me dijeron: "Queremos hacerte una entrevista, porque ya sabemos que el actor que va a hacer la película contigo es Víctor Manuel, como ambos están en Mieres, queremos entrevistarlos juntos". ¡Qué te parece! ¿No es genial? Porque Víctor jamás había sido actor.

-Era cantante, dedicado a su música, y de pronto lo eligen para hacer una película contigo; te gusta y ¿él cae?

-(Risita) Sí, al terminar la película nos enamoramos y nos casamos por lo civil. Eramos muy jóvenes, fue en 1972. Por cierto, vamos a cumplir 30 años juntos?

-¿Por lo civil nada más? ¿Qué tú y Víctor no son católicos?

-No. Ni ateos. Digamos que somos agnósticos, creemos en el misterio. De hecho nuestro matrimonio civil no es válido. Como en esa época, en España no existían los matrimonios civiles, tuvimos que irnos a Gibraltar y allá nos casamos. En realidad lo hicimos para que nuestros padres no se disgustaran demasiado. Hay un certificado, pero ese matrimonio nunca ha sido válido. En todas las cuestiones legales, en carnets de identidad, somos solteros.

-¿Y sus hijos?

-Pues son hijos de padres solteros (risas).

-¿Cómo es tu relación con tus hijos?

-Básicamente nos llevamos bien. David comparte el escenario con nosotros, toca el teclado. A veces, como todos los padres, peleamos, pero realmente nuestra relación es muy buena, porque ellos son muy majos.

Recuerdos de 1972

-Dijiste que llevan 30 años de casados, ¿cómo se llevan tú y Víctor Manuel?

-Ya no nos soportamos (bromea). La verdad es que yo no tengo conciencia de que haya pasado tanto tiempo. El otro día, aquí en México, con nuestra amiga Marisol Márquez Padilla fuimos al Tenampa, y había un mariachi: "¿Qué quieren oír, qué les cantamos?". Yo pedí Mi ciudad, de Guadalupe Trigo.

Porque cuando venimos a México, en 1972, trabajamos con él en televisión, y al escuchar esa canción se me vienen los recuerdos: todo lo bueno y lo malo que nos ocurrió, y me di cuenta de que no había tenido conciencia del paso del tiempo.

-Recuerdo que en esa época los acusaron de algo...

-Te cuento: venimos porque Víctor escribió una obra llamada Ravos, con uve. La trajimos porque en España fue prohibida, ya que era una obra que cuestionaba temas tabú. Miguel Narros la dirigió.

"Entonces, la más reaccionaria colonia española radicada aquí la reprobó sin siquiera verla".

-¿El tema era muy fuerte?

-Una necesidad de expresión, un grito de protesta. A los pocos días, nos enteramos que en España se dijo que en la obra pisoteamos nuestra bandera nacional.

-Fue lo que leí, y dije: ¡qué valientes!, no por pisotear su bandera, sino por desafiar a Franco, a la dictadura.

-No fue cierto. Esa nota la filtró una fuente anónima proveniente de las grandes familias españolas a las que les dio por joder la obra. Eso nos obligó a quedarnos seis meses exiliados en México. No podíamos regresar, se organizó tal follón en España, que durante una temporada los mayores hijos de puta fuimos Víctor Manuel y yo. Grandes titulares en los periódicos. Fue tremendo. Gracias a un señor de la oficina de relaciones comerciales, que envió la información verdadera, fue que las cosas se aplacaron y pudimos regresar.

-¿Cómo los recibieron?

-Popularmente éramos los mayores hijos de puta, porque oficialmente nunca se aclaró el asunto.

-¿Cómo se adaptaron a su nueva reputación?

-Con dificultad, trabajando, cuando nos dejaban, porque continuamente prohibían nuestros conciertos, no po-díamos sonar en la radio, estábamos vetados, no nos promocionaban. Yo por ahí volví a hacer cine. Por esa vía, medio me defendí. Para Víctor fue más complicado, cada vez que escribía una canción, era prohibida, y se radicalizó más. En 1975 empezamos a militar en el Partido Comunista.

-¿Siguen perteneciendo?

-No.

Después del franquismo

-Platícame de tu carrera después de la dictadura.

-Somos una generación con suerte, tuvimos la fortuna de ser testigos de un cambio fenomenal: el arribo a la democracia. Los años que se vivieron después del Franquismo fueron de euforia, la alegría se vivía en la calle. El país entero era una feria.

"Recuerdo que iba al teatro a ver Seis personajes en busca de un autor, con la radio encendida, cuando de repente llegó el informativo y escuché al locutor que dijo: 'Buenas tardes, ha sido legalizado el Partido Comunista' (carraspea), eehh... El Partido Comunista, ¿qué? Sentí un golpe de emoción tremendo que no olvidaré nunca.

-Cuéntame más de tu carrera, porque has sido hasta directora de cine.

-No me considero directora. Dirigí una película solamente, se llamó Cómo ser mujer y no morir en el intento, la protagonista fue Carmen Maura, y me fue bien.

-Y cuando no trabajas en tu profesión, ¿qué haces?

-Coso. Sí, me encanta. Hago almohadones, cortinas, el bajo de un vestido. Me gusta el punto de cruz... También me gusta ir al cine.

-¿Eres fanática del cine culto?

-No, no, mujer. Me gusta el cine, me gusta ver una película buena. Reconozco que el cine tiene tanto poder, que así como soy capaz de irme de una obra de teatro regular, de una película regular no me salgo, hay algo en la fuerza de la imagen que me atrapa.

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