Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de junio de 2002
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Deportes

COSAS DE FUTBOL

Josetxo Zaldúa

Más allá de la eliminación del Mundial por parte de Estados Unidos, quedan imágenes de ese partido que de pronto importan tanto como la misma derrota.

Por ejemplo: la reacción de Javier Aguirre tras el primer gol del rival. Es verdad que la labor de Ramón Morales, además de apuntar hacia el arco contrario, era tapar la salida de Claudio Reyna, de lejos el futbolista más inteligente de la selección estadunidense.

Falló el muchacho y la reacción del Vasco Aguirre fue demoledora, más que suficiente para lesionar de gravedad la autoestima del joven jugador.

Se equivocó el entrenador nacional porque el cambio además desequilibró un sistema táctico que funcionó a las mil maravillas en los tres partidos previos.

Javier Aguirre se traicionó a sí mismo e introdujo en su equipo no pocas dosis de ansiedad y, por consiguiente, de inseguridad.

Morales tuvo un error que costó un gol, pero Aguirre cometió los errores suficientes como para abrir, sin querer por supuesto, el camino al equipo rival.

Los jugadores no son máquinas, diría Perogrullo, luego hacen las cosas todo lo bien que pueden y, a veces, meten la pata de mala manera sin que sea su intención.

Sacar de la cancha a una joven promesa como Morales justo después de su error no tiene justificación. Con él fuera del campo los estadunidenses se movieron con más tranquilidad.

Segunda imagen: Luis Hernández y su irrefrenable querencia a zambullirse en el pasto. Su aportación fue igual a la nada.

Es fácil decir a toro pasado que Aguirre debió meter a Palencia y no a Hernández, pero lo cierto es que el jugador del Español de Barcelona, de perdida, no tiene la manía de tirarse al piso. Sin embargo, Aguirre mantuvo al americanista 63 minutos.

Da la impresión de que no vio a Hernández en todo ese tiempo.

Además, vista la estrecha marca que se aplicó a Torrado, hay que agregar que el juego de Palencia, un excelente media punta, hubiera ayudado a aliviar el ahogo al que fue sometido el hoy jugador del Sevilla.

Tercera imagen: la lamentable despedida de Rafael Márquez, colorario de la violencia que los jugadores mexicanos dispensaron a sus rivales estadunidenses en los últimos 20 minutos del partido.

Márquez se agredió a sí mismo cuando decidió romperle la cabeza a Jones. Un jugador de su categoría no debe permitirse esos recursos barriobajeros, dignos de un jugador sin recursos, no de alguien como él.

Sigue siendo un excelente jugador, pero será mejor si aprende de errores tan monumentales como el cometido ante Estados Unidos.

Cuarta imagen: la selección nacional, con todo y la dolorosa derrota del lunes, dejó un buen sabor de boca, y así lo reconoce más de un entendido. Jugaron bonito y con desparpajo sus tres primeros encuentros.

Sí, se derrumbaron a la hora de los plomazos mayores, pero eso no debe impedir que se reconozca un desempeño alejado de la mala imagen, como la dejada por selecciones más fuertes: Francia, Argentina, Italia y Portugal.

El Tri no salió a especular, sino a plantear un juego destinado a ganar. El sistema 3-5-2 de Aguirre fue una bella apuesta por el futbol. Perder siempre duele, pero perder jugando mal es algo todavía peor.

Hay selecciones en cuartos de final de esta Copa del Mundo como España, Alemania, Brasil y Turquía, que jugaron menos que la mexicana. Así es el juego.

Epílogo

Es doloroso reconocer que los vecinos del norte han crecido tanto en futbol que ya se permiten ganar a la selección nacional cada que se les ocurre. La solución no pasa por el lamento, sino por desarrollar un trabajo serio desde la base.

Y eso implica también revisar un sistema político y económico que basa su supervivencia en la exclusión social. Si la niñez no es bien alimentada, difícilmente el país tendrá atletas de alto nivel.

Una cosa es que de vez en cuando, cual gotas de agua en el desierto, salgan figuras de relieve en materia deportiva.

Otra cosa es fabricarlas, vale decir, sentar las bases para que la niñez mexicana, de perdida, sea alimentada como se merece y disponga además de las facilidades necesarias para estudiar y desarrollarse. A partir de esa premisa vendrán las exigencias, no al revés.

Pero mientras nuestros políticos se afanen más en recortar los presupuestos de salud, educación y deporte, difícilmente saldremos de la mediocridad y de los chispazos milagrosos.

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