viernes 21 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Entrepanes

Ojalá entienda...

n Alejandra Fonseca

No falta a sus clases desde niña y ya no se cuece al primer hervor. Le gusta estudiar y estudia lo que puede, sobre todo cuando la educación es gratuita, porque como dice: "¿Regaladas?.. ¡Hasta las puñaladas!" Sabe que en este mundo ya no se puede sobrevivir sin la computación, por lo que, ya que en su chamba le ofrecieron el curso gratis, se apuntó y no falla.
Su sobrino de 10 años le llegó de visita una semana, ella no podía faltar al curso y decidió llevarlo. El niño, además de guapo, es bien portado. Llegaron al salón, el maestro no estaba presente todavía por lo que ella lo sentó junto. Prendió la computadora e inició sus ejercicios pendientes del día anterior. El maestro llegó y, arrogante, se paró frente al pizarrón y empezó a escribir. Al virar, vio al niño y preguntó:
- ¿De quién es este niño?
-¡Mío! -respondió con orgullo la tía.
Sin siquiera mirar al niño, el maestro prosiguió:
- ¿No saben que está prohibido traer niños a la clase?
- No había dicho usted nada de que no podíamos traer niños; pero dígame, si las clases son a las 8 de la noche y no tengo con quién dejar a mi hijo, ¿qué quiere usted que haga?"
- ¡Que se salga!
El niño giraba su carita como péndulo del maestro a la tía. Se acercó al oído de su tía y le susurró: "Me salgo, tía, no te preocupes". La tía le susurró en respuesta: ¡'Pérate, si te sales tú, me salgo yo!Õ" El maestro, soberbio, continuó: "El niño no se puede quedar aquí, son reglas y hay que cumplirlas." Los demás alumnos, todos adultos, no podían creer sus oídos, una de ellas intervino: "¿Cómo va a sacar al niño si son casi las ocho y media de la noche?" El maestro neceó: "Pues que se quede en el pasillo".
- ¿Cómo en el pasillo? -Cuestionó incrédula la tía.
- Sí, que se siente allá afuera y que la espere.
- No, maestro, está usted equivocado, el niño vino conmigo y si no puede estar conmigo no me puedo quedar en clase. Lo siento y me retiro.
Los demás alumnos miraban al maestro sin respirar. La tía intentó cerrar el sistema, pero éste no reaccionaba, entonces su vecina de mesa le dijo: "No te preocupes, yo la cierro y la apago". La tía tomó su libreta, su bolsa y los suéteres de ambos, le hizo una seña al niño, le pasó el brazo por los hombros, y al salir le dijo al maestro: "Puedo entender que haya reglas y que sean estrictas. También puedo entender que usted las haga cumplir religiosamente. Pero lo que no puedo entender es que esté el niño presente y usted hable de él como si no lo estuviera. Eso, señor, es lo que ojalá entienda: no puede dejar de tomar en cuenta al niño, no se vale hablar de él y decirle que se salga, sin ni siquiera dirigirse a él ni con la mirada..."
Y se fueron. Quienes fueron testigos del evento dicen que la imagen del niño y la tía caminando juntos, ella abrazándolo con un solo brazo porque el otro sostenía sus cosas, y el niño mirándola, es una de las más indescriptibles que han visto...