Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 22 de junio de 2002
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Contra
Pánico, la estrategia política en EU

La propaganda de Washington hace creer a 57% en un ataque el 4 de julio

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

Washington y nueva york, 21 de junio. Otro día, otra alerta.

Es decir, normal, ya es cosa de todos los días aquí. Hoy, la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) alertó que "terroristas" (¿cuáles? ¿todos?) podrían utilizar camiones cisterna llenos de combustible para atacar a este país o sus intereses y, por otro lado, que las celebraciones del Día de la Independencia, el 4 de julio, podrían ser objetivos de atentado. Ayer, la especulación fue que los "terroristas" podrían usar ambulancias u otros vehículos de emergencia para un atentado.

Esta semana se evacuó la Casa Blanca y la Reserva Federal, la semana anterior se anunció el arresto de "un terrorista" que resultó ser un ex pandillero puertorriqueño que se sumó a la fe musulmana, y que según el procurador general, John Ashcroft, formaba parte de un complot para armar una llamada "bomba nuclear sucia" y atacar.

En este contexto, no fue una sorpresa cuando un sondeo de la revista Time y la cadena CNN difundido hoy registró que 57 por ciento de los encuestados cree que un ataque terrorista el 4 de julio es "muy" o "algo" probable. En general, más de dos tercios de la población opinan que existe un riesgo "significativo" de algún tipo de atentado contra Estados Unidos en algún momento.

Mientras tanto, los políticos continúan debatiendo cómo establecer una nueva secretaría de gobierno encargada de la defensa de la patria, la cual, dicen, implicaría el cambio más vasto de la estructura burocrática federal en décadas. Por otro lado, la legislatura sigue investigando acciones e inacciones, aciertos y fracasos del gobierno federal en torno a los atentados del 11 de septiembre.

Pese a ciertas dudas que forman parte del debate público sobre las versiones oficiales de varios aspectos de esta "guerra contra el terrorismo" (por ejemplo, si existen y qué tan buenas son las pruebas de que Abdullah al Muhajir, antes José Padilla, contaba con el material y conocimiento para realizar un atentado con un tipo de bomba nuclear primitiva, o, por otro lado, si en verdad el gobierno cree que puede resolver sus fallas en el manejo de inteligencia al crear una nueva burocracia con 170 mil empleados compuesta de viejas agencias), tal vez lo más notable es que los principales medios, los políticos y gran parte de los expertos, y quizá por eso la opinión pública, parecen temer cuestionar las versiones oficiales de qué está sucediendo, cómo, dónde y por qué.

Las versiones oficiales, si se aceptan tal cual, provocan una serie de interrogantes, entre ellas por qué, pese a la ofensiva en Afganistán y la declaración de guerra mundial contra "el terrorismo", Al Qaeda y otras redes mantienen aparentemente suficiente fuerza y capacidad para continuar representando una amenaza mayor para Estados Unidos.

Algunos analistas, conservadores y liberales, han señalado que el alto nivel de alerta y el número de amenazas parecen indicar que el que está a la defensiva es Estados Unidos, y no sus enemigos declarados.

También hay una creciente preocupación en ciertos círculos porque la política para combatir el "mal" y asegurar así la paz y defender "la civilización" ha fracasado hasta ahora, ya que el mundo parece aproximarse a la peor pesadilla de la era humana, una guerra de armas de destrucción masiva, y donde los conflictos regionales, hoy más que nunca, amenazan la estabilidad internacional.

La semana pasada, un ex oficial del Consejo Nacional de Seguridad en la Casa Blanca, que apoyó la guerra en Afganistán, expresó su preocupación porque la respuesta estadunidense provoca mayores temores entre la comunidad internacional, particularmente al declarar -y cambiar así de forma fundamental la doctrina militar imperante desde el fin de la Segunda Guerra Mundial- el derecho de "intervención preventiva".

Es decir, uno de los fundamentos del orden mundial y sus leyes internacionales ha sido técnicamente violado al declarar el derecho de iniciar unilateralmente un ataque contra otro Estado, de golpear antes de ser golpeado, todo justificado por la amenaza de fuerzas "terroristas", incluyendo gobiernos, dispuestas a usar armas de destrucción masiva.

El mejor ejemplo de esto es la política estadunidense hacia Irak, aunque nadie ha demostrado su vínculo con los ataques del 11 de septiembre, o Al Qaeda. Saddam Hussein, una vez aliado de Estados Unidos, representa ahora la amenaza de un régimen estatal dedicado al desarrollo de un ataque nuclear y/o de otras armas de destrucción masiva. No pasa una semana en la que alguien del gobierno no mencione que Estados Unidos está por lanzar un ataque militar abierto o clandestino para derrocar al régimen iraquí. El presidente George W. Bush firmó una orden ejecutiva que es en realidad una orden de asesinato del líder de Irak (la formulación de la orden autoriza a agentes clandestinos de Estados Unidos a "defenderse" contra oficiales de Irak si éstos los están persiguiendo).

Más allá de las consecuencias de las nuevas políticas sobre los derechos y libertades civiles dentro y fuera de Estados Unidos, el vivir bajo constante alerta de ataques, amenazas, guerra, continúa nutriendo un clima político y social que para algunos es exactamente el que deseaban generar los "terroristas".

Si alguien tiene ganas de ir a ver un partido de beisbol en el estadio, si desea ver los fuegos artificiales el próximo 4 de julio, si se le antoja irse de viaje y cuestionar la validez de la política oficial, ahora lo tiene que pensar dos veces y mejor quedarse en casa esperando la próxima alerta y mantenerse quieto, en silencio, y tratar de vivir "normalmente".

Alerta tras alerta, amenaza tras amenaza, que una ambulancia, un avión, un camión de combustibles o casi cualquier cosa es una posible bomba tiende a tener un efecto de congelamiento de la razón y hace cada día menos posible un cuestionamiento de cualquier acción oficial, ya que nadie puede afirmar con firmeza si cada alerta es válida o no, si cada amenaza lo es o sólo es una de mil posibilidades en un universo en el que también se acaba de informar que un asteroide (supuestamente no guiado por un "terrorista") pasó muy cerca del planeta, y que si hubiese llegado a impactarlo hubiera sido una catástrofe.

Además, este clima de tensión y amenaza ha tenido un efecto político positivo para la figura del presidente y su equipo, como lo demuestra su aún muy alto nivel de aprobación. Sigue en 70 por ciento, según la reciente encuesta de Time/CNN de esta semana, y como suele pasar en tiempos de guerra en este país. No es algo que pase desapercibido para los actores políticos, como se reveló en una presentación de los estrategas políticos del presidente hace una semana, donde aconsejan utilizar esta "guerra contra el terrorismo" precisamente como una parte clave de la estrategia electoral de su gobierno.

Así, cada día es más difícil identificar entre lo que es una legítima cuestión de seguridad nacional y lo que es, a fin de cuentas, una maniobra para fines político-electorales.

Mañana habrá otra alerta más, así es que todo sigue normal.

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