Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 29 de junio de 2002
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Editorial
LAS MANZANAS PODRIDAS Y EL RESTO DEL BARRIL

Hace pocos días el presidente de Estados Unidos, gran beneficiario de los favores de la empresa Enron -séptima en tamaño de ese país- que defraudó al fisco y a sus accionistas, y robó a sus empleados por decenas de miles de millones de dólares, declaró que "por cuatro manzanas podridas" no se podía juzgar a las grandes empresas de su país. Sin embargo, esta misma semana se conoció el gigantesco fraude en la WorldCom, que había presentado como ganancias una deuda de 3 mil 850 millones de dólares y se esparció el rumor, hasta ahora no confirmado, de que el gigante General Motors también había falseado su contabilidad. Ayer estalló la noticia de que el mayor fabricante mundial de fotocopiadoras, Xerox, habría inflado sus ganancias en los pasados cuatro años en 6 mil millones de dólares, con la complicidad de la misma consultora y auditora Andersen, implicada en el caso Enron, engañando y defraudando a sus accionistas y burlando la ley. Surgieron también graves problemas de defraudación en los casos de Tyco International, de la empresa de biotecnología ImClone, de la de telecomunicaciones Global Crossing, de la de energía Dynegy (principal competidor de Enron) y del banco de inversiones Merril Lynch (el principal de Estados Unidos, el mismo que acostumbra establecer el riesgo país de los estados latinoamericanos), mientras la familia propietaria de la televisión por cable Adelphia (la sexta del país) habría "ordeñado" a su empresa 3 mil 100 millones de dólares.

Se imponen por consiguiente algunas comprobaciones y otras tantas conclusiones. Para empezar, las manzanas podridas no son cuatro sino buena parte de todo el barril y se cuentan entre las mayores empresas estadunidenses y mundiales (GM, por ejemplo, tiene un movimiento que supera el entero producto interno bruto de México). No se trata, por lo tanto, de nubecitas negras en un cielo sereno. En segundo lugar, todas ellas forman parte del Gotha, de la crema misma de las grandes empresas del país del norte y, como la Enron, tienen fuertes lazos políticos con el poder, ya que de ellas han salido desde hace mucho los principales funcionarios (¿se acuerdan aquello de "lo que es bueno para General Motors es bueno para los Estados Unidos", según la frase del ex presidente Robert McNamara, de la casa automotriz, transformado en secretario de Defensa, o sea, en comprador de los productos de la misma?)

En tercer lugar, la voluntad delictiva y la confianza en la impunidad de los defraudadores son tales que Merrill Lynch, por ejemplo, sabiendo que algunas acciones no valían nada las recomendó a sus clientes porque se sentía con la espalda cubierta en lo que respecta al gobierno. En cuarto lugar, la sucesión de escándalos lleva a los ahorristas y pequeños inversionistas a sentir, con razón, que nadan en un mar de tiburones. Si el valor de las acciones estadunidenses en lo que va del año ha disminuido en mil 500 millones de millones de dólares, es evidente que la actual desconfianza agravará esa caída y llevará a muchos capitales europeos y japoneses a retirarse del mercado estadunidense, debilitando así más al dólar y aumentando más la falta de confianza en la recuperación económica.

Las conclusiones también son pocas pero importantes: la deuda pública y el déficit en la balanza de pagos de Estados Unidos son los mayores del mundo en cuanto al monto (y en cuanto al porcentaje del PIB superan incluso a los que afectan, por ejemplo, a la Argentina). Si los capitales extranjeros no confíasen y se fueran, la recesión se agravaría mucho. Además, si los ciudadanos dejasen de confiar, el consumo disminuiría, los despidos aumentarían y aparecerían conflictos sociales que afectarían la estabilidad del gobierno del presidente Bush (que como se recordará fue electo con la minoría de la minoría que votó) justo cuando no es seguro que el partido del mismo logre afirmarse en las elecciones legislativas próximas. Por lo tanto, los escándalos que tanto salpican al presidente y a su entorno tienen también una fuerte consecuencia política desestabilizadora, que a su vez pesa sobre la economía. No se trata sólo de que el ejemplo que se quiere dar al mundo de democracia y eficiencia sea en realidad el de una oligarquía acorralada y corrupta, tan sin fe en su propio futuro que recurre al saqueo hoy por si llega mañana el diluvio. Se trata también -y esto no es cosa de poca monta- de que la omnipotencia que pretende mostrar el gobierno de George W. Bush no logra convencer porque el gigante, todo enlodado, demuestra también tener los pies de barro...
 

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