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Escuelas en pésimo estado, desnutrición...

Mejorar condiciones de vida de docentes y estudiantes, reclamo de maestras en marchas y plantones

"Las guarderías ni las conocemos"
Preocupadas por la "escasa preparación" del magisterio

Aleyda Aguirre
 
En la coyuntura del tradicional plantón que cada mes de mayo miles de maestras y maestros integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), provenientes de diferentes estados, realizan en el Zócalo de la Ciudad de México en el marco de la revisión salarial, Triple Jornada platicó con algunas de las docentes sobre qué es lo que las impulsa a participar en esas movilizaciones. Aquí sus respuestas


Alarmadas por las condiciones de pobreza y marginación que enfrentan en las comunidades rurales, en donde día con día se topan con el lento aprendizaje de sus alumnos/as, la desnutrición, la deserción escolar, el machismo y el "costumbrismo" que impiden que las estudiantes progresen, maestras rurales se sumaron a las protestas realizadas frente a un gobierno "que piensa que ya todo está solucionado".
Abandonaron las aulas para adherirse a la lucha para exigir mejores condiciones para sus alumnos/as y para ellas mismas. Las entrevistadas coinciden en que este gobierno, el de Vicente Fox, es todavía más duro para negociar que los anteriores.
Las hay quienes dicen que el machismo ya quedó atrás y que, al menos entre el profesorado, hay igualdad y tienen voz y voto; sin embargo en la comisión que negocia con el gobierno no figura ninguna de ellas. Tampoco asaltan los micrófonos como ellos para expresar sus inconformidades. Ellos, dicen, han asumido una actitud paternalista y les han ordenado que si van a dar una vuelta por la ciudad, vayan "acompañadas de un hombre" y en los mítines, si alguna va al frente, le piden que "no se arriesgue", que por favor "se resguarde atrás".
Guadalupe Flores Cano tiene 34 años, es maestra rural, originaria de Malinaltepec, Guerrero. Estudió la secundaria gracias a que trabajó de "pilmama", de sirvienta. Luego, hizo examen para poder prestar su servicio como instructora del nivel primaria; al mismo tiempo estudió el bachillerato pedagógico y después la licenciatura en la Universidad Pedagógica Nacional y estaba embarazada.
"Yo no quería ser maestra - confiesa-, lo hice por necesidad, porque mis padres ya no me podían dar estudios". Aunque en principio Guadalupe se negaba a ser parte de los y las jóvenes convocados/as para ir a enseñar a leer y a escribir en las regiones apartadas del país "por miedo y por no conocer bien el Estado", esta mujer guerrerense, llegó a la Costa Chica de Guerrero, al municipio de Ayutla de los Libres -donde permaneció 16 años alejada de sus familiares-, específicamente en la comunidad El Salto, en la escuela Rubén Mora Gutiérrez, dando clases a niños/as de segundo, tercero y cuarto de primaria, trabajo por el que le pagaban en aquel entonces 20 pesos a la quincena.
"Sufrí mucho porque en esa comunidad no nos querían vender las tortillas, la gente era muy pobre y lo que sembraban apenas les alcanzaba a ellos. En esa época tenía que pasármela con tortillas con sal, con chilito verde y hierbitas. En noviembre y diciembre, casi ya no había niños en la escuela, porque se los llevaban a cortar jamaica y ya no los dejaban estudiar".
Posteriormente, pidió su cambio a la Montaña Alta, municipio de Metlatonoc, comunidad de Juanacatlán... Guadalupe, se dice preocupada por la escasa preparación con que cuenta el magisterio, el rezago en la educación a causa de la pobreza, la migración de los estudiantes y el destino de las jóvenes que se casan a edades muy tempranas y llegan a tener hasta 12 hijos/as.
Ella se casó a los 22 años, tiene dos hijas, una de 12 y una de nueve: "ahora dejamos de tener hijos, porque la vida es muy cara y no nos presta para tener más, además hay que caminar mucho para llegar a las comunidades a dar clases e iba a ser difícil hacerlo encinta y no hay nadie que los cuide en lo que uno trabaja". Su esposo también es maestro y cada uno obtiene un sueldo quincenal de mil 800 pesos que tienen que repartir en gastos personales, manutención de sus hijas y de sus padres que ya son ancianos y no pueden trabajar.
Para llegar a Juanacatlán, a las ocho de la mañana a la escuela Teresa de Mier, -donde tiene que enseñar el español a niños/as que en su totalidad hablan su lengua materna: el tlapaneco- Gudalupe tiene que "tomar un carro" que le cobra 50 pesos y que hace, de donde vive a la escuela, aproximadamente dos horas.
"Donde actualmente trabajo tenemos aulas muy decaídas y no hay butacas, los salones son de adobe, hechos por la comunidad; las casas de los maestros también son así; no tenemos material didáctico, hay que comprarlo de nuestro propio bolsillo o pedirles cooperación a los alumnos, pero sus padres se molestan porque no tienen dinero. En Juanacatlán, continúa, las niñas se casan a los 10 años, su padres "las venden" entre 5 mil o 10 mil pesos "a quienes ya les echaron el ojo".
Cecilia Escobedo de 24 años, Nancy Guadalupe López, de 23 y Mónica Lucas de 26 años, son maestras de secundaria en el estado de Michoacán: San Francisco de los Ranchos, la Huacana y el Churumuco. Mientras realizan la comisión de mover el atole y preparar la comida para los integrantes del plantón, cuentan a Triple Jornada que en ese estado de temperaturas extremosas, se sigue dando el machismo y ellas lo padecen día con día y por lo mismo, tratan de inculcarles a los/as estudiantes que tanto el hombre como la mujer tienen los mismos derechos "pero es difícil porque traen las costumbres de los papás":
"Los maestros tienen más autoridad que las maestras. Se nota en el trato que nos dan. En las juntas, se imponen más". Nancy asegura que ante esos signos de autoritarismo patriarcal, ellas reaccionan con "tolerancia, porque si te les rebelas, toda la comunidad se va contra ti... Las que contamos con algún maestro varón en las comunidades, nos hacemos fuertes con él, porque él si nos ayuda bastante a controlar a la gente, a saberles hablar. Nosotras como mujeres tenemos limitantes, porque cuando les damos una sugerencia, ellos creen que es una orden y se sienten agredidos, entonces, una maestra, como mujer, tiene que cuidar mucho las formas".
Aunque aseguran que "para un hombre es mucho más sencillo" ser maestro rural, porque tienen que acudir a pueblos marginados donde no hay transporte, estas tres jóvenes profesoras comentan que lo de ellas es vocación, a pesar del sueldo y de las magras condiciones en que desarrollan su profesión.
"Cuando uno va a las comunidades, corre más peligro, porque todavía acostumbran robarse a las muchachas. Desde que llegamos el consejo que nos dan es que andemos acompañadas, aunque sea con alumnos, el caso es que no te vean soltera", explica Mónica.
Cecilia y Nancy son solteras, Mónica es casada pero no tiene hijos/as. Viven lejos de sus familias y sólo las van a visitar en época de vacaciones, en tanto, se organizan para rentar un lugar dónde vivir. Entre broma y verdad, Nancy asegura que no se va a casar y mucho menos a tener hijos, "hasta que haya clínica" en su comunidad, porque la más cercana está a dos horas, por esa razón, la mayoría de las mujeres siguen dando a luz con las parteras.
Participan en el plantón porque "carecen de muchas cosas". En San Francisco de los Ranchos, dice Cecilia, no hay salones y casi están al aire libre, por lo que resienten los estragos del clima caluroso, no hay suficientes libros, ni baños "los muchachos van muy atrasados porque no pueden asimilar las cosas por el calor y porque están mal alimentados".
En el Cuirindal, donde trabaja Nancy, sí hay baños, pero no hay agua, que para el caso es lo mismo y... el colmo: ella es maestra de una telesecundaria, que requiere de una televisión y recibir la señal de Edusat, pero no tienen nada de eso y "con dificultad" tienen electricidad.
A ellas, también les inquieta la deserción escolar: "a los 17 ó 18 años los hombres sólo piensan en irse a Estados Unidos y las mujeres se salen de la escuela para casarse, se casan con el que se va a EU y él, año con año viene a embarazarla. Nuestro reto es precisamente convencer a las mujeres para que no sigan pensando que lo único que hay para ellas es casarse.
"Como son comunidades muy cerradas, los hombres les impiden a las mamás que hablen con sus hijas de estos temas y uno la tiene que hacer de psicóloga, de mamá, de todo. A nosotras nos toca, dentro de lo que se puede, sin meternos en problemas, tratar de meterles algunas ideas".
Hablar de temas como la sexualidad entre la comunidad estudiantil es algo complicado y más bien lo evitan porque les puede traer problemas, y no descartan que por ello hasta las corran.
En cambio María del Rayo Barraza Ochoa, una de las pocas mujeres provenientes de Durango que participaron en el plantón, profesora de quinto año en la primaria Raquel Velásquez, de la capital de ese estado, expresa no tener problemas con los padres por impartir la educación sexual, porque previamente se habla con ellos. El dilema está, indica, en que los niños/as ven el asunto "con morbo".
A diferencia de sus compañeras, María dice que en Durango no hay diferencias entre maestras y maestros y todas/os reciben el mismo trato: "aquí en las reuniones, las mujeres también participamos, también tenemos voz y voto". Coinciden con ella Reyna Carillo Gómez y Sureyma Cruz Vázquez, directora y profesora, respectivamente, del kinder Bernardo Mayrén, ubicado en Santo Domingo Armenta, Oaxaca.
Carrillo, quien lleva ocho años en el magisterio, describe que el Bernardo Mayrén es una escuela marginada donde sus alumnos tienen graves problemas de desnutrición debido a la pobreza que impera en la región. Están "en ruinas" por estar cerca del mar. El jardín de niños/as actualmente cuenta con una comunidad de 150 alumnos/as, 85 de ellos son mujeres, quienes son atendidos/as por seis maestras en tan sólo tres aulas.
La situación de las maestras, lamenta Carrillo, es deprimente, porque no tienen clínicas de salud y si acuden a alguna otra comunidad, ya no les otorgan los servicios porque no alcanzan a obtener una ficha para la consulta... "Las guarderías ni las conocemos", recrimina; quienes tienen hijos buscan a alguna persona para que se los cuide mientras trabajan.
A través de becas, trabajos a máquina y pinturas, Reyna pudo concluir sus estudios, realizados en Puebla, la ciudad de México y Oaxaca. Es originaria de Veracruz y actualmente paga por la renta de una habitación 100 pesos, más la luz y el agua. Es soltera, pero cuida a un niño que adoptó hace cinco años.
Sureyma, una joven soltera de 25 años, oriunda de Izhuatán, Juchitán de Zaragoza, señala que quiso estudiar porque su tía también era educadora y sus condiciones económicas mejoraron bastante: "la casa era muy pequeña y por su sueldo se fue haciendo más grande, con muebles y todo";
Piensa que la educación es importante y forma "una conducta para bien" aunque considera que es difícil mantener a los/as estudiantes en la escuela, por los conflictos económicos a los que se enfrentan, la mala alimentación y las costumbres, porque allá, todavía se sigue creyendo que las niñas no deben estudiar porque ellas no van a mantener al marido...

 

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