Wilhelm
Reich
La
psicología de masas del
fascismo
Para
que los horrores no vuelvan a ocurrir conviene recordarlos y estudiar a
fondo su génesis y su desarrollo. Por esta razón, consideramos
necesario publicar esta nueva traducción (hecha por Alfonso Herrera
Salcedo T.) de la Psicología de masas del fascismo de Wilhelm
Reich. Por esta obra, el maestro de La función del orgasmo
tuvo que huir de Austria y Alemania, y refugiarse en Estados Unidos, donde
cayó en manos de McCarthy y sus sicarios. La clase media, la familia
autoritaria, las empresas privadas y sus capataces y el estado totalitario
se entrecruzan en este ensayo (que publicamos en dos partes) sobre la gestación
del huevo de la serpiente. Otras sierpes andan reptando en estos primeros
años del siglo XXI.
EL
FÜHRER Y LA ESTRUCTURA DE MASAS
Si,
en fechas futuras, la historia de los procesos sociales le permitiera al
historiador reaccionario especular sobre el pasado de Alemania, percibiría,
sin duda, en el éxito de Hitler, entre 1928 y 1933, la prueba de
que un gran hombre sólo logra trascender en la historia en la medida
en que encienda a las masas a través de "su idea". De hecho, la
propaganda del Nacional Socialismo se edificó sobre una "ideología
del führer". La comprensión limitada de los propagandistas
del Nacional Socialismo acerca de los mecanismos que los habían
llevado al éxito correspondía, en igual medida, a su escaso
entendimiento de las bases históricas del movimiento Nacional Socialista.
Esto se observa claramente en el artículo que se publicó
en esas fechas escrito por Wilhelm Stapel, miembro del Nacional Socialismo,
cuyo título era "Cristianismo y Nacional Socialismo". En él
afirmaba: "La razón misma por la que no se puede atacar al Nacional
Socialismo mediante argumentos es porque se trata de un movimiento elemental;
los
argumentos tendrían efectividad sólo si el movimiento hubiese
llegado al poder a través de la argumentación."
De acuerdo con esta peculiaridad, los discursos
que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo destacaban
por su habilidad para influir en las emociones de los individuos
al interior de las masas y evitar, en la medida de los posible, cualquier
argumento relevante. En varios pasajes de su libro Mein Kampf, Hitler
subraya que las verdaderas tácticas de la psicología de masas
se abstienen de cualquier argumentación y de enfocar la atención
de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo final".
La apariencia que reviste este último
después
de
la toma del poder, se aprecia claramente en el fascismo italiano. Los decretos
de Goëring en contra de las organizaciones de las clases medias, el
desaire a la "segunda revolución" que esperaban los partisanos,
el incumplimiento de las medidas socialistas que se habían prometido,
etcétera, exhibieron la función reaccionaria del fascismo.
El siguiente comentario nos muestra cuán poco entendía el
mismo Hitler el mecanismo de su éxito:
Esta amplitud
de nuestros designios, de la cual nunca debemos alejarnos, en combinación
con un énfasis constante y consistente, permite la maduración
del éxito final. Entonces, ante nuestro asombro, contemplaremos
los tremendos resultados a los que nos conduce tal perseverancia unos
resultados que casi están más allá de nuestro entendimiento
(cursivas mías, WR).1
Por
esta razón, el éxito de Hitler, de ninguna manera podría
explicarse sobre la base de su papel reaccionario dentro de la historia
del capitalismo; de haber asumido ese papel abiertamente en su propaganda,
habría obtenido unos resultados opuestos a los que perseguía.
En términos de la psicología de masas, la investigación
del efecto que producía Hitler debe partir del supuesto de que un
führer, o cualquier paladín de una idea, puede ser exitoso
( desde una perspectiva histórica, o desde una que sea limitada),
sólo si su punto de vista personal, su ideología o su
programa son semejantes a la estructura promedio de una amplia categoría
de individuos. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué
situación histórica y sociológica constituye el génesis
de estas estructuras de masas? A partir de ahí, las interrogantes
de la psicología de masas se transfieren del terreno de la metafísica
que representa la "idea del führer", hacia la realidad de la vida
social. Sólo cuando la estructura de la personalidad del führer
está en armonía con las estructuras de los grupos masivos,
puede un "führer" escribir la historia. Que deje una huella permanente
en la historia o tan sólo temporal, depende únicamente
de saber si su programa sigue la dirección de los procesos sociales
progresistas, o si se encarga de contenerlos. En consecuencia, nos hallamos
en la ruta equivocada si intentamos explicar el éxito de Hitler
basándonos únicamente en la demagogia del Nacional Socialismo
que permitió la "desorientación de las masas", su "engaño",
o si empleamos el término confuso y hueco de "psicósis Nazi",
que utilizaron más tarde los comunistas y otros políticos.
Se trata justamente de entender por qué las masas resultaron tan
accesibles
al engaño, a la confusión y a una situación psicótica.
Sin un conocimiento preciso de lo que acontece al interior de las masas,
no puede resolverse el problema. Afirmar que el movimiento encabezado por
Hitler era un movimiento reaccionario no es suficiente. El éxito
del nsdap ante las masas resulta inconsistente con este supuesto papel;
¿por qué razón varios millones de gentes habrían
de respaldar su propia represión? Nos hallamos frente a una contradicción
que sólo puede explicarse mediante la psicología de masas
y no por la política ni por la economía.
El
nacional socialismo empleó diferentes medios en su trato con las
diversas clases sociales, y formuló numerosas promesas según
la clase social que necesitase en cada instancia. Por ejemplo, durante
la primavera de 1933, la propaganda nazi enfatizó el carácter
revolucionario del movimiento nazi, buscando atraer a la clase obrera;
fue así como "aclamó" la fecha del 1 de Mayo, aunque previamente
hubo de apaciguar a la aristocracia en Postsdam. Sin embargo, atribuir
este éxito únicamente a la estafa política, implicaría
enredarse en una contradicción respecto a la idea básica
de la libertad y excluir, al fin y al cabo, la posibilidad de una revolución
social. La pregunta que debe responderse es: ¿por qué
las masas permiten que se les defraude políticamente? Tuvieron
todas las posibilidades de evaluar la propaganda de los diferentes partidos.
¿Por qué no advirtieron que, al mismo tiempo que prometía
a los trabajadores que los medios de producción les serían
confiscados a sus dueños, Hitler le ratificaba a los capitalistas
que sus derechos serían respetados?
La estructura personal de Hitler y la historia
de su vida no tienen importancia para entender el Nacional Socialismo.
Sin embargo, es interesante que el origen de clase media de sus ideas coincida,
en lo esencial, con las estructuras de aquellas masas que las aceptaron
con tanta avidez.
Como sucede en todo movimiento reaccionario,
Hitler se basó en el respaldo de los diversos estratos de la clase
media baja. El Nacional Socialismo exhibe todas las contradicciones que
caracterizan a la psicología de masas del pequeño burgués.
Las cuestiones que se plantean son: 1. Comprender las contradicciones en
sí, y 2. Formarnos una idea de su origen común bajo las condiciones
de la producción imperialista. Nos limitaremos aquí a analizar
las cuestiones relativas a la ideología sexual.
ANTECEDENTES
DE HITLER
El führer que encabezó la rebelión
de las clases medias alemanas era hijo de un burócrata. Esta circunstancia
nos lleva a un conflicto característico dentro de la estructura
de masas de la clase media. Su padre deseaba que se convirtiera en burócrata;
sin embargo, el hijo se insubordinó en contra del plan paterno y
resolvió que no obedecería "por ningún motivo"; se
dedicó a la pintura y, en el proceso, cayó en la pobreza.
A pesar de ello, la rebeldía en contra del padre siempre estuvo
acompañada por el respeto y la aceptación de su autoridad.
Esta actitud ambivalente hacia la autoridad rebelión en contra
de, aunada a aceptación y sumisión constituye un rasgo
característico de todas las estructuras de la clase media, desde
la pubertad hasta la edad adulta, y es especialmente pronunciada en aquellos
individuos que provienen de situaciones materiales precarias.
Hitler
habla de su madre con gran sentimiento. Afirma que lloró sólo
una vez en su vida, cuando ella murió. Su rechazo al sexo y su idolatría
neurótica de la maternidad son evidentes en su teoría sobre
la raza y la sífilis. (Véase el siguiente capítulo).
Cuando era un joven nacionalista que vivía
en Austria, Hitler decidió emprender la lucha en contra de la dinastía
austriaca que había "eslavizado a la patria alemana". En sus polémicas
en contra de los Habsburgo, la acusación de que existían
varios sifilíticos entre ellos ocupa un lugar preponderante. Uno
no le prestaría mucha atención a este factor, de no ser porque
la idea del "envenenamiento de la nación", y su actitud en general
acerca de la sífilis, se plantean una y otra vez y, más adelante,
después de la toma del poder, constituyen un punto central de su
política doméstica.
En un principio, Hitler simpatizaba con
los social demócratas porque estos últimos encabezaban la
lucha a favor del sufragio universal, lo que habría permitido el
debilitamiento del "regimen de los Habsburgo" que él detestaba.
Sin embargo, Hitler sentía animadversión por el énfasis
de la Social Democracia en contra de las diferencias de clases, su rechazo
de la nación, de la autoridad del estado, de la propiedad privada
de los medios sociales de producción, de la religión y de
la moral. Lo que finalmente lo condujo a apartarse de los social demócratas
ocurrió cuando se le invitó a formar parte de un sindicato.
Se negó y justificó su negativa demostrando por vez primera
su perspicacia acerca del papel desempeñado por la Social Democracia.
Bismarck
se convierte en su ídolo; había logrado la unificación
de la nación alemana después de luchar contra la dinastía
austriaca. Agrupaciones como la antisemita Lueger y la nacionalista
alemana Schönerer jugaron un papel preponderante en el futuro
desarrollo de Hitler. A partir de ese momento, su programa se basa en designios
nacionalistas e imperialistas que intenta alcanzar a través
de métodos diferentes, más indicados que aquellos que había
empleado la antigua "burguesía" nacionalista. Los medios que
utiliza están determinados por su reconocimiento de la efectividad
del poder marxista organizado, y por su comprensión de la importancia
que revisten las masas dentro de cualquier movimiento político.
...Sólo
hasta que la visión internacionalista del mundo dirigida políticamente
por el marxismo organizado se vea confrontada por una visión popular
del mundo, organizada y conducida con el mismo sentido de unidad y, suponiendo
que la energía combativa sea equivalente en ambos bandos, habrá
de inclinarse el triunfo hacia el campo de la verdad eterna.
...Lo que resultó
determinante para el éxito de la visión internacionalista
fue su conducción por parte de un partido político organizado
en base a tropas de asalto; la causa de la derrota de la visión
opuesta sobre el mundo se debió, hasta la fecha, a la ausencia de
un cuerpo unificado que la representara. No es la libertad irrestricta
para interpretar la visión generalizada, sino la opción limitante,
pero integradora, de una organización política la que permitirá
luchar por una visión mundial y conquistarla.
Muy pronto, Hitler descubrió la inconsistencia
de las políticas de la Social Democracia y la impotencia de los
viejos partidos burgueses, incluyendo al Partido Nacional Alemán.
Los partidos
"burgueses", como se denominaron ellos mismos, nunca serán capaces
de atraer a sus filas a las masas "proletarias"; estamos frente a dos mundos
que se oponen, en parte de manera natural, y en parte como resultado de
una división artificial, y cuya relación mutua sólo
puede ser de lucha. El más joven será el victorioso y de
esto se trata el marxismo.
Hitler se encontró frente a las siguientes
interrogantes: ¿cómo llevar la idea del Nacional Socialismo
a la victoria? ¿De qué modo podía combatirse el marxismo
en forma efectiva? ¿Cómo se debe actuar para acercarse a
las masas?.
Con estas dudas en mente, Hitler apela
a los sentimientos nacionalistas de las masas, pero, al mismo tiempo,
decide desarrollar su propia técnica de propaganda y emplearla de
manera consistente para organizar a las masas, como lo había hecho
el marxismo.
Así, lo que él desea, y
lo admite abiertamente es instaurar un imperialismo nacionalista, a partir
de métodos que se apropian del marxismo, incluyendo su técnica
de organización de masas. Sin embargo, el éxito de esta
forma de organización de masas debe atribuírsele a las masas
y no a Hitler. La estructura autoritaria del hombre, temerosa de la
libertad, fue la que permitió que su propaganda echara raíces.
Por ello, la importancia que adquiere Hitler en términos sociológicos
no surge de su personalidad, sino de la importancia que le confieren a
él las masas. Lo que torna aún más complejo
el problema es el absoluto desprecio que le profesa Hitler a esas masas,
de cuyo auxilio necesitaba para concretar sus ideas imperialistas. En lugar
de esgrimir una serie de pruebas para demostrar este argumento, basta con
una
cándida
confesión: "...el humor del pueblo no era más que el desecho
de aquello que se canalizaba hacia la opinión pública desde
arriba".
¿De qué forma estaban constituidas
estas estructuras de las masas, para que, a pesar de todo esto, acabaran
empapándose de la propaganda de Hitler?
SOBRE
LA PSICOLOGÍA DE MASAS DE LA CLASE MEDIA
Establecimos
que el éxito de Hitler no se debe ni a su "personalidad", ni al
papel objetivo que desempeñó su ideología dentro del
capitalismo. Por otra parte, tampoco se le puede atribuir al simple "ofuscamiento"
que suscitó en las masas que lo seguían. Hemos puesto el
dedo en el meollo del asunto. ¿Qué sucedía al interior
de las masas como para llevarlas a seguir los dictados de un partido cuyo
liderazgo, tanto de manera objetiva como subjetiva, era diametralmente
opuesto a los intereses de la clase trabajadora?
Para responder a esta pregunta, antes debemos
recordar que, durante su primera incursión exitosa, el movimiento
Nacional Socialista se apoyó en las amplias capas de las llamadas
clases medias, es decir, los millones de empleados públicos y privados,
los comerciantes de la clase media y el campesinado de las clases bajas
y medias. Desde el punto de vista de su base social, el Nacional Socialismo
era un movimiento de la clase media, y lo fue en cualquier parte que surgiera,
ya sea en Italia, Hungría, Argentina o Noruega. Es por ello que
la clase media baja, que anteriormente se situaba al lado de las diferentes
democracias burguesas, tuvo que haber experimentado una transformación
interna que la llevó a cambiar su posición política.
La situación social y la estructura psicológica asociada
a ella en las clases medias bajas, nos permiten explicar las similitudes
y las diferencias básicas entre la ideología de la burguesía
liberal y los fascistas.
La
clase media baja fascista es la misma que la clase media baja de la democracia
liberal, pero en un diferente periodo histórico del capitalismo.
Durante los años electorales, entre 1930 y 1932, el Nacional Socialismo
obtuvo sus nuevos votos casi exclusivamente del Partido Nacional Alemán
y de las pequeñas facciones partidistas existentes en el Reich alemán.
Sólo el centro Católico mantuvo su posición, aún
en la elección prusiana de 1932. No fue sino hasta esta última
elección cuando el Nacional Socialismo logró también
una incursión exitosa al interior de las masas de los trabajadores
industriales. La clase media fue, y continuó siendo, el bastión
de la swastika. Esta misma clase, como defensora de la causa del
Nacional Socialismo, fue la que irrumpió en la arena política
y contuvo la reconstrucción revolucionaria de la sociedad durante
la convulsión económica más severa que había
experimentado el sistema capitalista (1929-32).La interpretación
política de la reacción, en cuanto a la importancia de la
clase media, fue absolutamente correcta. En un folleto del Partido Nacional
Alemán, con fecha del 8 de abril de 1932, puede leerse: "La clase
media tiene una importancia decisiva para la existencia del Estado."
Después del 30 de enero de 1933,
la cuestión de la importancia social de la clase media fue ampliamente
discutida por la izquierda. Hasta entonces se le había prestado
muy poca atención a esta clase, en parte porque todos los intereses
se enfocaban en el desarrollo de la reacción política y del
liderazgo autoritario del Estado y, en parte, porque una línea de
cuestionamiento basada en la psicología de masas era impensable
para los políticos. A partir de ese momento, en diferentes ámbitos,
se le otorgó paulatinamente una mayor prominencia a la "rebelión
de la clase media". Al estudiar las discusiones sobre este tema, sobresalen
dos puntos de vista: el primero afirmaba que el fascismo "no era sino"
el partido guardián de la clase media alta; el segundo, sin restarle
importancia a este hecho, hacía hincapié en "la rebelión
de las clases medias"; a consecuencia de ello, los exponentes de esta tesis
fueron acusados de omitir el papel reaccionario del fascismo. Para sustentar
tal acusación, se mencionaba el nombramiento de Thyssen como dictador
económico, la disolución de las organizaciones económicas
de la clase media y el rechazo a la "segunda revolución"; en síntesis,
se hacia referencia al carácter reaccionario sin ambages del fascismo,
que se volvió cada vez más evidente y pronunciado desde finales
del mes de junio de 1933.
Ciertos
elementos ocultos se evidenciaron durante estas discusiones tan acaloradas.
El hecho de que, al hacerse del poder, el Nacional Socialismo se mostró,
cada vez más, como un nacionalismo imperialista cuyas intenciones
eran las de eliminar cualquier contenido "socialístico" que tuviera
el movimiento, y prepararse para una guerra con todos los medios a su alcance,
no se contradecía con el hecho de que el fascismo tenía
respeto por sus bases populares y que, en realidad, constituía un
movimiento de la clase media. Si no hubiese prometido luchar en contra
del gran capital, Hitler nunca habría logrado el apoyo de las clases
medias. Obtuvo su respaldo para conseguir la victoria porque estaban en
contra
de ese gran capital. Debido a la presión que ejercieron las clases
medias, las autoridades se vieron obligadas a adoptar medidas
anticapitalistas,
del mismo modo que, más tarde, tuvieron que abandonarlas bajo la
presión del gran capital. Si no se distinguen los intereses subjetivos
de las masas que conforman la base de un movimiento reaccionario, de la
función objetiva reaccionaria los dos se contradicen uno al otro
pero se reconcilian bajo el manto de la totalidad del movimiento
nazi no es posible comprender todo esto. El primero tiene que ver con
los intereses reaccionarios de las masas fascistas, mientras que el segundo
se refiere al papel reaccionario del fascismo. Todas las contradicciones
del fascismo se originan en la antítesis de estas dos facetas del
movimiento, del mismo modo que su recomposición en una figura única,
el "Nacional Socialismo", caracteriza al movimiento de Hitler. Dada la
necesidad del Nacional Socialismo de hacer hincapié en su carácter
de movimiento de clase media (antes de su llegada al poder e inmediatamente
después),de hecho fue anticapitalista y revolucionario. Sin
embargo, no despojó al gran capital de sus derechos y, ante
la urgencia de consolidar y mantener el poder que había alcanzado,
su función en pro del capitalismo se llevó cada vez más
al primer plano hasta que, finalmente, el movimiento se convirtió
en el partidario más acérrimo del imperialismo y del orden
económico capitalista. Sobre el particular, resulta del todo irrelevante
saber cuántos de sus líderes tenían una filiación
socialista honesta o deshonesta (¡de acuerdo a su definición
de esta palabra!), al igual que carecía de importancia saber cuántos
de entre ellos eran impostores consumados y traficantes del poder. Una
política radical antifascista no puede basarse en estas consideraciones.
Todo lo necesario para entender el fascismo alemán y su ambivalencia,
podía aprenderse a partir de la historia del fascismo italiano,
ya que éste último mostraba también la reconciliación,
en un todo, de estas dos funciones, contradictorias en sentido estricto.
Quienes niegan la función de las
masas como base del fascismo o no le conceden la importancia que amerita,
se quedan atónitos ya que, en su opinión, la clase media
que no posee los principales medios de producción y que no trabaja
con ellos no puede convertirse en una fuerza motriz permanente de la historia
y, por lo mismo, debe oscilar entre el capital y los trabajadores. No comprenden
que la clase media puede ser y es "una fuerza motriz de la historia", tal
vez no de manera permanente, pero sí temporal,
como
lo hemos aprendido del fascismo italiano y alemán. No sólo
nos referimos a la demolición de las organizaciones obreras, a los
innumerables sacrificados y a la irrupción de la barbarie; más
allá de todo esto, el fascismo impidió que la crisis económica
se tradujera en un levantamiento político, en una revolución
social. Dicho claramente: mientras mayor sea la amplitud e importancia
de los estratos de la clase media de una nación, más decisiva
será su participación como una fuerza social efectiva. A
partir de 1933, y hasta 1942, nos hallamos frente a la paradoja de que
el fascismo había sido capaz de aventajar al internacionalismo revolucionario
social como un movimiento internacional. Los socialistas y los comunistas
estaban tan seguros del progreso del movimiento revolucionario en relación
con el de la política de la reacción, que cometieron un rotundo
suicidio político, aunque eran guiados por las mejores intenciones.
Este punto amerita una atención muy particular. El proceso que ocurrió
durante la última década en las diversas capas de la clase
media en todos los países, merece una atención mayor que
la opinión tan banal y trillada de que el fascismo constituye la
reacción política llevada al extremo. La simple constatación
de la naturaleza reaccionaria del fascismo no permite el desarrollo de
una política opuesta que resulte efectiva, como se demostró
ampliamente con los sucesos ocurridos entre 1928 y 1942.
La
clase media se involucró en los acontecimientos e hizo su aparición
como fuerza social a través del fascismo. Por lo mismo, lo que importa,
no son los propósitos reaccionarios de Hitler o de Göering,
sino los intereses sociales de los diversos estratos de la clase media.
Dadas las características de su estructura, la clase media posee
un poder social que supera ampliamente su importancia económica.
Se trata de la clase encargada de preservar nada menos que millares de
años de patriarcado y de perpetuarlo con todas sus contradicciones.
El simple hecho de que exista un movimiento
fascista es, sin duda, la expresión social del imperialismo nacionalista.
No obstante, para que este movimiento fascista se convirtiera en un movimiento
de clases y que lograra, además, tomar el poder (cumpliendo, a partir
de ahí, su función en pro del imperialismo), debió
contar con el apoyo absoluto que recibió de la clase media. Sólo
al tomar en cuenta estas contradicciones y antítesis, cada una por
separado, es posible comprender el fenómeno del fascismo.
La posición social de la clase media
está determinada por: 1. Su posición dentro del proceso
capitalista de producción. 2. Su posición dentro del aparato
autoritario del estado. 3. Su particular situación familiar
que depende directamente de su posición en el proceso de producción,
y que representa la clave para entender su ideología. Sin duda existen
diferencias en la situación económica de los pequeños
campesinos, de los burócratas y de los empresarios de clase media,
pero la naturaleza básica de su situación familiar es la
misma.
Durante
el siglo XIX, el veloz desarrollo de la economía
capitalista, la rápida y continua mecanización de la producción,
la amalgama de las diversas ramas productivas en sindicatos monopólicos
y mutualidades, representa el origen de la pauperización progresiva
de los pequeños comercios y negocios de las clases medias bajas.
Incapaces de competir con las grandes empresas de mayor rentabilidad económica,
las pequeñas firmas se arruinaron sin posibilidad alguna de recuperación.
"La clase media no puede esperar de este
sistema sino una aniquilación despiadada. La cuestión es
la siguiente: o nos hundimos todos en la profunda y gris desolación
del proletariado, en donde todos poseemos lo mismo, es decir casi nada,
o bien la energía y la aplicación le permitirán de
nuevo al individuo estar en posición de adquirir una propiedad,
gracias al arduo trabajo. ¡Clase media o proletariado! ¡Esta
es la cuestión!" tal fue la advertencia de los Nacionalistas alemanes
antes de la elección para la presidencia de la república
en 1932. Los Nacional Socialistas actuaron con menor descaro; en su propaganda
evitaron instigar una división marcada entre la clase media y el
grueso de los trabajadores de la industria; este enfoque resultó
más provechoso.
La lucha en contra de las grandes tiendas
desempeñó una función preponderante en la propaganda
del nsdap. La contradicción entre el papel del Nacional Socialismo
en favor de las grandes empresas, y los intereses de la clase media de
la que derivaba su principal apoyo, se aprecia en la conversación
de Hitler con Knickerbocker:
Las relaciones
germano-americanas no habrán de depender de una mercería
cualquiera [refiriéndose a la situación de la tienda Woolworth
en Berlín] ... la presencia de ese tipo de empresas promueve el
bolchevismo... destruyen a numerosas empresas pequeñas. No las sancionaremos
por estos motivos, pero pueden estar seguros de que sus empresas de esta
naturaleza que se establezcan en Alemania, recibirán el mismo trato
que las empresas alemanas similares.2
Las
deudas de las empresas privadas con los países extranjeros representaban
una enorme carga para la clase media. Dado que su política exterior
dependía de la solución de las reclamaciones extranjeras,
Hitler favorecía el pago de estas deudas privadas; no obstante,
sus partidarios demandaban la anulación de las mismas. Por ello,
la clase media baja se rebeló "en contra del sistema", en alusión
al "régimen marxista" de la Social Democracia.
A pesar de la urgencia de los estratos
inferiores de la clase media bajo la presión de la crisis de formalizar
alianzas organizativas, la competencia económica que enfrentaban
las pequeñas empresas operaba en contra del establecimiento de un
sentimiento de solidaridad equivalente al de los trabajadores industriales.
Como consecuencia de su situación social, el individuo de la clase
media baja no podía aliarse ni con su propia clase ni con los obreros.
No podía hacerlo con su clase porque, al interior de ella, reinaba
la ley de la competencia, y tampoco con los trabajadores, porque su mayor
temor era precisamente la proletarización. Sin embargo, el movimiento
fascista logró construir una alianza dentro de la clase media baja.
¿Cuál fue la base de esta alianza en cuanto a la psicología
de masas?
Hallamos la respuesta a lo anterior en
la posición social de los empleados públicos y privados de
la clase media y baja. La posición económica del empleado
promedio es inferior a la de los trabajadores industriales calificados;
esta situación más precaria, de algún modo se ve compensada
por la exigua perspectiva de hacer carrera y, en el caso de un empleado
gubernamental, por una pensión vitalicia. De modo que, bajo la autoridad
del gobierno, prevalece una actitud de competencia hacia sus colegas, lo
que se contrapone al desarrollo de la solidaridad. La conciencia social
del empleado no está influenciada por el destino que comparte con
sus compañeros de trabajo, sino por su actitud respecto al gobierno
y a la "nación". Ello se traduce en una total
identificación
con el poder del Estado,3y,
en el caso del empleado de una compañía, en su identificación
con la misma. Es tan sumiso como el trabajador industrial. ¿Por
qué, entonces, no desarrolla un sentimiento de solidaridad como
sucede con el trabajador de la industria? Esto se debe a su posición
intermedia entre la autoridad y el conjunto de los trabajadores manuales.
Aunque es un subordinado de los que se encuentran en la cima, para los
que se sitúan por debajo de él, constituye un representante
de la autoridad y disfruta, como tal, de una posición moral (y no
material) de privilegio. En términos de psicología de masas
el arquetipo de este personaje en el ejército es el sargento.
Los mayordomos, valets y otros empleados
de las familias aristocráticas de estas características,
son un ejemplo flagrante del poder de esta identificación. Al adoptar
las actitudes, la forma de pensar y el porte de la clase dominante, experimentan
un cambio radical y, en su afán de minimizar sus orígenes
humildes, a menudo se convierten en una caricatura de la gente a la que
sirven.
Esta
identificación con la autoridad, la empresa, el Estado, la nación,
etcétera, que puede formularse como "Yo soy el Estado, la autoridad,
la empresa, la nación", constituye una realidad psíquica,
y es una de las mejores ilustraciones de una ideología que se ha
convertido en una fuerza material. Al inicio, la idea misma de imitar a
sus superiores es la que estimula la mente del empleado o del oficial pero,
gradualmente, a causa de su creciente dependencia material, toda su personalidad
se remodela de acuerdo a los lineamientos de la clase dominante. Deseoso
en todo momento de complacer a la autoridad, el individuo de la clase media
baja crea una división entre su situación económica
y su ideología. Vive bajo condiciones materiales muy precarias,
pero asume aires de nobleza hacia afuera, muchas veces hasta caer en el
ridículo. Se alimenta de mala manera y en cantidades insuficientes,
pero le otorga una gran importancia a una "vestimenta decente". El sombrero
de seda y el abrigo de vestir se convierten en el símbolo material
de la estructura de su personalidad. Y nada es más adecuado para
obtener una primera impresión de la psicología de masas de
un pueblo que su manera de vestir. La actitud obsequiosa que caracteriza,
de manera específica, a la clase media baja es la que distingue
al hombre de esta clase del trabajador industrial.4
¿Qué tan lejos llega esta
identificación con la autoridad? Ya hemos constatado que dicha identificación
existe. Sin embargo, la cuestión es saber hasta qué punto
más allá de las condiciones económicas existenciales
que lo afectan directamente los factores emocionales refuerzan y consolidan
la actitud del individuo de clase media baja, al grado de que su estructura
no varía en tiempos de crisis, e incluso cuando el desempleo destruye
la base económica inmediata.
Afirmamos anteriormente que las posiciones
económicas de varios de los estratos de la clase media baja son
diferentes, pero que los rasgos fundamentales de su situación familiar
son los mismos. En esta situación familiar es donde encontramos
la clave de las bases emocionales de la estructura descrita anteriormente.
Traducción
de Alfonso Herrera Salcedo T.
1 Adolf Hitler,
Mein Kampf, traduccción de Ralph Manheim, Houghton Mif. Flin
Company, Boston, 1943, p. 185.
2 Después de la
toma de poder, durante los meses de marzo y abril, las multitudes saquearon
los almacenes, pero, muy pronto, los líderes del NSDAP pusieron
un alto a estos actos. (Prohibición de la interferencia autocrática
en la economía, disolución de las organizaciones de la clase
media, etcétera)
3 Por identificación,
el psicoanálisis describe este proceso como aquel donde una persona
comienza a sentirse como una sola entidad con otra persona, acepta
sus características y actitudes y, en sus fantasías, se sitúa
en el lugar de ella. Este proceso trae consigo un cambio real en la persona
que resiente la identificación, ya que "interioriza" las características
de su modelo.
4 Esto sólo se
aplica a Europa. La adaptación de las costumbres de la clase media
por parte de los trabajadores industriales en Estados Unidos cancela las
fronteras que existen entre ambas clases. |