Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 13 de julio de 2002
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Cultura
En su novela Luces artificiales alerta sobre los riesgos de la sociedad urbana

Por la pérdida de la capacidad de asombro vivimos en la vanguardia del cinismo: Sada

Nobleza y sinceridad, ''virtudes prístinas del ser humano que han sido transgredidas''

El narrador deja la comodidad de los temas de provincia en busca de más lectores

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

En su nueva novela Luces artificiales, Daniel Sada rompe con los temas de provincia que lo caracterizaban como autor, para situar esta tragicomedia en un ambiente urbano y advertir, de manera silenciosa y divertida, sobre los riesgos de la sociedad actual: el culto a la belleza, la pérdida de la capacidad de asombro y esa necesidad de vivir la vida a través de otros.

Sada (Mexicali, 1953) reconoce que cambiar los temas provincianos por la novela urbana fue un reto, pero ''no podía estar reciclándome todo el tiempo. Habría sido muy cómodo seguir con novelas ambientadas en la provincia, tendría mis seguidores, pero tenía que buscar la posibilidad de nuevos lectores que no necesariamente se identifiquen con la provincia".

La apariencia, importante

En Luces artificiales (Editorial Joaquín Mortiz), Sada se inspira en los matices de los personajes de La familia Burrón, de don Gabriel Vargas, para hacer un retrato urbano a partir de la historia de Ramiro Cinco, feo entre los feos, quien después de recibir la herencia de su padre llega a una gran ciudad, ésta o cualquier otra, para someterse a una cirugía plástica en el rostro que, cree, será la solución a sus problemas.

El argumento de fondo, señala el escritor en entrevista, ''es la cultura de la imagen. Estamos invadidos por la imagen a través de la televisión, Internet, la fotografía o la publicidad. Es un asalto. La imagen es más dominante que la palabra". Ahora ser bello significa tener mayores oportunidades de desarrollo profesional: ''Si una persona es agradable físicamente y va a pedir trabajo junto a otra que no lo es tanto, le dan trabajo a la primera, independientemente de su capacidad laboral. Importa mucho la apariencia".

Ante la sobrepoblación del mundo, advierte, el proceso de selección se dará mediante la imagen y no a partir de la capacidad física o intelectual. Se trata ''de una segregación subrepticia, de un proceso indirecto, oculto, pero ocurre. Por ejemplo, hay cantantes sin talento que por su imagen tienen los reflectores encima".

A lo largo de 331 páginas, Ramiro Cinco descubre luego de la cirugía estética que la belleza física más que soluciones trae problemas. Se trata ''de un personaje trastornado por su fealdad y por su familia que, cada vez que puede, le recuerda que es feo", que trata de recuperar su capacidad de asombro mediante la lectura, primero, de la nota roja y, después, escuchando a su vecino y a los amigos de éste a través de la pared sin darse cuenta de que formará parte de una historia siniestra.

La capacidad de asombro la hemos perdido a causa de la tecnología y la excesiva información: ''Todo nos da igual. Nosotros, entes urbanos, estamos supeditados a una serie de contagios de todo tipo, perversos, espirituales, emancipadores, pero a veces no podemos distinguir lo bueno de lo malo. Todo nos llega por un rasero que no podemos precisar en qué consiste. Hay una especie de inconsciencia generalizada en cuanto a la percepción de las cosas, que todo se vuelve demasiado inmediatista y emergente".

Para mí, añade Daniel Sada, ''es muy claro que lo horrible puede ser bello y lo bello puede ser horrible".

A consecuencia de la capacidad de asombro perdida ''vivimos en la vanguardia del cinismo. Las personas se volvieron escépticas cuando se vio el telón de fondo de las ideologías; hubo una especie de escepticismo que no fue duradero. Ahora ya es cinismo. Las personas viven atadas a intereses. Ya no hay esas virtudes prístinas del ser humano. como la nobleza o la sinceridad. Todo ha sufrido una transgresión".

Descubrir cosas insospechadas

Para Sada, ganador del Premio Xavier Villaurrutia en 1992, el entorno urbano debería sorprender siempre, porque ''no podemos decir que dominamos todo de la ciudad. Al vivir en una urbe como ésta descubrimos cosas insospechadas que escapan de nuestros esquemas y parámetros de vida", y es un poco lo que ocurre en Luces artificiales.

Los personajes de esa novela ''son una combinación entre tragicomedia y patetismo; son anómalos, no prototípicos de la ciudad. Tuve la precaución de que todo tuviera una cuota de inverosimilitud, entendiendo ésta como lo que puede ocurrir en la realidad, pero que no se repite. Es algo que aparece, pero que es único, no cotidiano", explica Sada, autor también de las novelas Lampa vida, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Albedrío y Una de dos, llevada al cine por el director Marcel Sisniega y exhibida en las pasadas muestras de cine de Mazatlán y Guadalajara.

A partir de Luces artificiales Daniel Sada ambientará sus novelas en las ciudades y mantendrá dos vertientes narrativas, ''huir de la solemnidad y huir de la banalidad. No quiero ser un escritor descarnado, pero tampoco mojigato". Por lo pronto, ya prepara su nuevo libro: una novela ''de anticipación" situada en el año 2040, sin abandonar los cuentos o los planes de escribir ensayo y teatro.

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