Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 14 de julio de 2002
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Espectáculos

Blues, jazz, bossa y boleros, en el Metropólitan

Andrade y Camargo ofrecieron una noche de diamantes musicales

ARTURO CRUZ BARCENAS

La buena música no tiene tiempo; la temporalidad fluye y la convierte en diamante, eterna; el arte del sonido aleja la idea de moda, de lo viejo y lo nuevo. Así fue la noche de jazz, blues, bossa nova y bolero que ofrecieron el pianista César Camargo Mariano y la cantante Leny Andrade, brasileños mexicanos, gentilicio justo, dada su costumbre de pasar meses entre sus amigos de esta República.

El teatro Metropólitan no lució cual concierto de Britney Spears, abarrotado y ensordecedor. Los cariocas rindieron homenaje al arte del silencio entre sonidos. Entre nota y nota, entre canto y canto, el silencio puede ser el preámbulo de un sonido suelto, de alguna improvisación genial, de lo sublime y lo sabroso.

A las nueve de la noche, César Camargo abrió con una tonada que alargó en variaciones de un tema; fue de lo calmo y lento a la velocidad que ameritan una destreza táctil y una riqueza interior. El pianista ha adquirido fama en su país. Siendo un jovenzuelo nocturneó en bares, que es donde se adquiere la experiencia que da presencia, actitud ante el público. Los bares son las otras aulas.

Recibió de pie a la negra Leny Andrade, a quien un día (hace ya varias décadas), mediante señas, invitó a "platicar"; es decir, él a tocar su piano y ella a usar su educada garganta. "ƑY?", preguntaron los dos.

Desde entonces dialogan a su manera. En el Metropólitan deambularon las ondas de Ivan Lins, Milton Nascimento, Joao Bosco, Gal Costa, Chico Buarque... y tantos otros que conforman una de las aportaciones musicales más importantes del mundo. La velada tuvo sabor de intimidad. Leny contó anécdotas que sirvieron de introducción a cada una de sus interpretaciones.

Leny había ofrecido una noche mágica. A la emoción seguía el aplauso. Recordó a Chilo Morán, con quien invirtió redituables horas de su vida en el bar de éste, el afamado Ríguz. Leny dijo que en Brasil, su familia tiembla cuando anuncia sus planes de venir a México. "Pueden esperar a que regrese más de cinco años".

Canta, de Bororó, El color del pecado. Con una reivindicación de su condición de mujer, cambia de género a Mía, de Armando Manzanero. "Mío", "mío", "mío". "Todas las mujeres tenemos uno; de todos los hombres sabemos que uno, uno, es nuestro, y decimos: éste... šes mío!". No es el instinto de propiedad asociado a la dependencia sentimentaloide, sino el darse y recibir.

Sigue una pieza basada en una frase del Vals del minuto, de Chopin, a la manera brasileña. Un recuerdo vibrante: Ella, dedicada a Fitzgerald, en la visión blusística de Nascimento, de Minas Gerais. Los corazones no se sobresaltan, pero los pensamientos van y vienen. En el encore, los acompañan sus amigos Armando Noriega, en el sax, y Sabú, en la trompeta. Así hubieran podido seguir toda la noche. A las 23:15 decidieron irse.

Uno de los más satisfechos con lo que recién había terminado era Germán Palomares, voz de la extinta Jazz FM, conocedor de los géneros donde reina la improvisación talentosa. Comentó: "Ha sido un bocado delicioso. Vimos a dos de los mejores artistas del mundo. Son artistas porque provocan emociones, sensaciones diferentes cada vez que se presentan. Es el caso de Leny y César.

"Su alma es creadora. Su fisiología es siempre la misma, pero su creatividad los hace siempre diferentes."

-Sigue habiendo poco público para este tipo de conciertos.

-Sí, pero este es un arte diferenciado. Pensar que este tipo de eventos puede acarrear miles de personas es un sueño, simplemente. Quienes fueron solidarios con el empresario recibieron mucho más de lo que pagaron con su boleto.

Palomares conoce a Leny y a César desde 1960. Adelantó que quizá en fecha próxima resurja su voz en el cuadrante radial, a la manera de lo que fue Jazz FM.

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