Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 7 de agosto de 2002
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Cultura

Luis Hernández Navarro

El personaje de Andrzejewsky

Antonio Ortiz se encontró con Antonio Ortiz una tarde de 1976 en el Sanborns de la Diana. Fue un hecho tan sorprendente como definitivo. Gritón -como se conocía a Antonio Ortiz en la Facultad de Ciencias por su inconfundible tono de voz- había usado los sanitarios de la cafetería, después de su tradicional caminata por Paseo de la Reforma rumbo al cine, y esperaba a un amigo cuando comenzó a hojear Helo aquí que viene saltando por las montañas, del escritor polaco Jerzy Andrzejewsky. Leyó el primer párrafo del libro. Allí vio escrito: ''Así que el viejo Antonio Ortiz, el condenado vejestorio, el chivo genial šsorprendió una vez más al mundo!"

Quedó estupefacto. El personaje principal de la obra se llamaba como él o Ƒacaso era él mismo? Ciertamente él no era pintor, ni octogenario, ni residía en el sur de Francia como el héroe de Andrzejewsky, sino un joven físico mexicano que vivía de su trabajo de editor de una revista de divulgación científica, pero la novela bien podía ser su biografía.

El futuro pintor regresó al día siguiente a comprar el libro. Lo devoró de una sentada. Decidió que lo que allí estaba escrito bien podía ser su vida.

Compró lienzos, pinceles, paleta y pinturas de marca Politec. Y como no quería que le sucedieran la tragedia y farsa, el esnobismo y mercantilismo al que el escritor polaco lo condenó en su obra, decidió firmar sus cuadros como Gritón y no como Antonio Ortiz.

Su primera gran prueba de fuego como artista se presentó pocos meses después. Enamorado perdidamente de Pilar, convencido de que era la mujer de su vida, no encontró forma más fácil de financiar el viaje a España, donde ella vivía, que organizar su primera exposición.

-Gritón, estás loco -le dijeron los optimistas de sus amigos-. ƑQuién va a querer presentar la obra de un artista desconocido? Y si lo consigues, Ƒcrees que alguien va a comprar tus cuadros?

Una semana después la librería El Agora aceptó su exposición. El único problema era que no tenía suficientes lienzos para cubrir las paredes del local. Comenzó entonces a pintar mañana, tarde y noche con una técnica que algunos calificarían hoy de zen. El resultado final fue una serie titulada Ventanas, de corte claramente figurativo, realizada en acrílico de tonalidades mayoritariamente sepias, con imágenes nostálgicas de columpios, prados, mares y otros juegos infantiles.

El primer día de la muestra, inaugurada con la luz de grandes reflectores, vendió más de la mitad de los cuadros. Gritón pudo entonces viajar a Pamplona justo en san Fermín -a pesar de la negativa de la embajada de Estados Unidos a darle visa, quizá porque veían en él un prospecto de talibán de la cultura-, reunirse con su mujer para recuperar algo de lo que los españoles se llevaron de las Américas, convencer a sus suegros de la inevitabilidad de su matrimonio, y ver mundo.

Sin casa, sin trabajo y sin dinero pero con esposa y perro, Gritón regresó a México a seguir pintando. Comenzó entonces a elaborar, con la ayuda e inspiración del brandy Algusto y la música de los Rolling Stones, paisajes y habitaciones llenas de color, sobre cartulinas de 32 centímetros por 25, enmarcadas en hoja de lata, con marialuisas en las que pegaba boletos del transporte público, hojas secas o entradas para el cine. Al poco tiempo, con el mismo formato y materiales se dedicó a reproducir interiores de casas y figuras decorativas sobre la base de pequeñas cuadrículas.

De allí pasó a una de las etapas de mayor aceptación de su trabajo entre el gran público: la de una especie de costumbrismo de aire Mecánica nacional.

Empezó también a utilizar otras técnicas: grabado sobre vinilo, serigrafía, pintura sobre huacales y planchas, e instalaciones. Este afán de experimentación, más los viajes a las playas menos conocidas de Veracruz y la lectura de los escritos de Salvador Garibay, inspiran la serie de Candingas, el terror de las azoteas, el coco que asusta niños y embaraza mujeres, realizada en grandes lienzos enmarcados con maderas de color rosa.

Amante del escándalo (por algo firma como Gritón) se convierte en seguidor tardío del estridentismo y protagoniza con una instalación de pollos puesta en un parque de la colonia Polanco una batahola de fuertes resonancias en la sociedad protectora de animales y la asociación local de vecinos.

Su obra vive un momento de ruptura y cambio en 1998 con la elaboración de un mural en el edificio del cabildo de Alotepec, en Oaxaca. Primero fue la impresión de recibir el agradecimiento de la comunidad por la obra realizada al terminar de pintar de blanco los muros para iniciar el trabajo, y la confusión a la hora de explicarles que el mural apenas comenzaba y aquello sólo eran los preparativos. Después siguió la experiencia de trabajar y vivir en una localidad remota, con un pueblo rico en cultura y tradiciones pero alejado de la pintura, dando forma a sus deseos y sueños.

La experiencia indígena de Gritón marca el final de su etapa figurativa y el inicio de una nueva ruta marcada por la reflexión interior y el sicoanálisis, ejemplificada en la elaboración de pinturas sobre mapas y la utilización de cabello humano o plumas de ave.

Hace 26 años Gritón encontró su camino en una novela. Aunque él no lo sepa se ha convertido en un personaje que ha escapado de un libro de Andrzejewsky para escribir su propio destino.

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