242 ° DOMINGO 11 DE AGOSTO 2002
 La juventud es el precio
Veracruz
los nuevos en la
aventura migratoria

PATRICIA ZAMUDIO GRAVE*

Las experiencias de las regiones de larga tradición migratoria han enseñado que, conforme pasa el tiempo, las incertidumbres y los riesgos asociados a la migración se van reduciendo, aunque nunca desaparecen por completo. Pero las regiones migratorias no maduran solas: requieren de acciones de largo plazo de gobiernos y sociedad que contribuyan a generar organización de las comunidades internacionales y condiciones para un eventual retorno. “Si no, seguiremos presenciando la proliferación de miedos e incertidumbres, conforme más y más comunidades se incorporen al flujo migratorio y tengan que pagar, una por una, el precio de su juventud”
 

Ilustración Ricardo PeláezVERACRUZ ES UNO DE LOS NUEVOS orígenes migratorios de México. Aquí, el flujo migratorio internacional ­e indocumentado­ apenas comienza a adquirir carácter masivo. La mayoría de las localidades que lo presentan vieron partir a sus primeros migrantes en los últimos cuatro años. La migración internacional en Veracruz es, pues, joven. Y dicha juventud parece tener un precio. La falta de experiencia de individuos, familias y comunidades, tanto para organizar el movimiento, como para responder a la ausencia de seres queridos y a la pérdida de población, aumenta los riesgos e incertidumbres ya de por sí presentes en un movimiento migratorio.

La fuerza de la juventud

La forma como la migración en Veracruz ha comenzado remite también, metafóricamente, a su juventud: lo ha hecho con mucho brío. De acuerdo con el Consejo Estatal de Población Veracruzano (COESPO), entre 1990 y 2000, la tasa de crecimiento poblacional del estado fue de 1.05%. Sin embargo, durante el quinquenio de 1995 a 2000, la tasa es más baja, representando el 0.56% de incremento poblacional. Con base en los resultados definitivos del Censo, el saldo neto migratorio del estado en el quinquenio 1996-2000 es negativo (el número de emigrantes es mayor que el de inmigrantes), alcanzando casi los 215 mil habitantes, equivalente a un promedio anual de 43 mil habitantes; aunque, al parecer, la mayor parte de la disminución de población en el quinquenio se concentra en los últimos tres años (de 1998 a 2000). Estos resultados concuerdan cabalmente con la información obtenida en los recorridos de campo efectuados por las diversas regiones del estado. Cabe aclarar que no toda la emigración estatal es de carácter internacional.

Según el cuestionario ampliado del Censo del 2000, el número de veracruzanos en Estados Unidos es de casi 80 mil. Dicha cifra, sin embargo, no parece concordar con datos recabados en recorridos de campo, los cuales sugieren magnitudes mayores. Los veracruzanos parecen estar presentes en la mayoría de los estados de la Unión Americana. Según la información que hemos recabado, los veracruzanos se cuentan por miles en las ciudades de Atlanta, Chicago, Dallas, Los Angeles y Nueva York, y en los estados de Arizona, Florida, Carolina del Norte, Indiana y Texas. También están, aunque en menor número, en las entidades de Louisiana, Michigan, Mississippi, Nueva Jersey, Oregon, Ohio, Washington y otros.

El fenómeno migratorio veracruzano no es sólo acelerado, sino que parece incluir a prácticamente todo el estado. La mayoría de los municipios presentan tasas de migración negativas y más de la mitad ha tenido un crecimiento poblacional negativo, de 1995 a 2000. La diversidad de los flujos caracteriza también a la migración internacional veracruzana: los migrantes pueden ser hombres o mujeres, individuos o familias, de origen urbano o rural, ser indígenas o no, analfabetas o profesionistas. Algunos grupos tienen mayor participación en los flujos: son los hombres quienes más emigran, y la mayoría son jóvenes; para los grupos quinquenales de edad 20-24 y 25-29, hay solamente 84 hombres por cada 100 mujeres.

La complejidad de la migración veracruzana incluye la coexistencia de diversos tipos de flujos: de jornaleros, interna, hacia la frontera norte, internacional y de indocumentados centroamericanos y de otros países. Algunos de estos flujos parecen estar reorganizándose. La migración de veracruzanos hacia el centro del país está disminuyendo y son muchos los municipios que están reorientando su destino hacia el norte, tanto hacia la frontera como hacia Estados Unidos.

La incertidumbre

La incertidumbre que rodea a la migración en Veracruz tiene que ver, de manera fundamental, con lo reciente del fenómeno, por el desconocimiento del mismo, sus implicaciones y la ausencia de estrategias ­personales, familiares y comunitarias­ para atender sus efectos.

En el nivel personal, tres aspectos del movimiento generan incertidumbre: el cruce, la incorporación en la sociedad de destino y la preservación de lazos de pertenencia con la comunidad de origen. En primer lugar, el migrante desconoce las condiciones del cruce indocumentado, las cuales lo colocan en condiciones de alta vulnerabilidad. Veracruz se ha incorporado al flujo internacional en un tiempo cuando las políticas migratorias de cierre de fronteras de Estados Unidos fuerzan a los migrantes a pagar grandes sumas de dinero a polleros y a arriesgarse a cruzar por lugares muy peligrosos. El “capital humano” específico de la migración está apenas conformándose en la mayoría de los migrantes veracruzanos. También el “capital social” migratorio está en ciernes. Las redes sociales que podrían reducir los costos ­económicos y humanos­ de la migración están gestándose. No sólo el cruce mismo, sino la “planeación” de la migración (aceptando tratos menos onerosos y riesgosos) es todavía terreno desconocido para la mayoría de los migrantes. No es tan sorprendente, entonces, que sucedan tragedias como la de mayo de 2001, cuando murieron once migrantes veracruzanos en el desierto de Yuma, en Arizona.

Las vicisitudes de la incorporación social y laboral en el lugar de destino forman parte de la incertidumbre que se experimenta en la migración. La mayoría de las concentraciones de paisanos en los destinos migratorios están apenas conformándose. Por ello, no existe una comunidad sólida que, además de recibir al migrante recién llegado, le proporcione el soporte necesario para lograr su integración económica y social, al menos temporal. Esta circunstancia se complica en estos tiempos, debido a la desaceleración de la economía estadunidense. En los últimos meses, un creciente número de personas ha pasado temporadas de uno o más meses sin encontrar trabajo: la deuda contraída para financiar el movimiento aumenta y la familia no cuenta con el sustento antes provisto por el ahora migrante. Aunado a ello, aspectos de pertenencia y arraigo con la comunidad de origen son fuente de incertidumbre. Los migrantes y sus comunidades apenas están desarrollando estrategias adecuadas para mantener la comunicación. El sufrimiento, producto del alejamiento, y que genera tristeza e impotencia, tiene pocas alternativas de alivio.

En el nivel familiar, la juventud del fenómeno también incrementa las incertidumbres. La familia experimenta los temores del individuo; además, están aquellos temores de carácter económico y afectivo. Las remesas aún no son recibidas de manera regular. Las familias apenas están aprendiendo a vivir una vida “internacional”, donde la ausencia no se contrarresta con el apoyo de una comunidad numerosa y relativamente cohesionada en el lugar de destino. De existir, ello permitiría cierto grado de cohesión social, a través de la interacción entre paisanos y la transmisión de información entre lugares, lo cual daría la seguridad, al menos ilusoria, de que el migrante sigue relativamente firme en sus objetivos y en su conducta, condición propicia para la preservación de las relaciones y de la estabilidad económica de las familias.

En el nivel de la comunidad, las incertidumbres son también considerables. Entre ellas, destacan las preocupaciones de carácter económico, la afectación de los lazos sociales y los cambios culturales. Las personas expresan su preocupación porque los campos y las industrias están quedándose sin brazos que los trabajen. Perciben también que la falta de ingresos de las familias, aunque temporal en muchos casos, afectará la economía y pondrá presión sobre las prácticas de solidaridad de la comunidad. Por otro lado, los lazos sociales se ponen en riesgo. Se desconoce si los que se van volverán; en muchos casos, se desconoce incluso su destino o sus condiciones de vida. No se sabe, pues, si aquellos que se fueron siguen perteneciendo a la comunidad y se puede contar con ellos, tanto a nivel personal como grupal, para situaciones que así lo requieran. Se teme, además, que la ausencia produzca cambios en la cultura de la sociedad, tanto por los que se quedan, sometidos ahora a nuevas condiciones de vida, como por los que regresan, quienes “han vivido en lugares con costumbres distintas”.

El panorama de incertidumbres que la migración está generando en Veracruz no es alentador. Es de esperarse, paradójicamente, que al tiempo que la migración se incremente, el proceso generará las redes sociales que permitan un movimiento menos riesgoso, una incorporación menos precaria en el mercado laboral estadunidense, la organización de comunidades allá, el contacto más regular entre paisanos, la circulación de información y la cohesión social en los lugares de destino. Todo ello desembocaría en la reducción de las incertidumbres: esto es, cuanta más migración haya, individuos, familias y comunidades desarrollarán una mayor capacidad para aliviar el sufrimiento y lidiar con sus efectos.

Lenta respuesta

Durante los últimos tres años, sociedad civil y gobierno han empezado a delinear estrategias de respuesta al fenómeno migratorio. Las primeras corresponden a la organización de grupos en las comunidades, con el doble propósito de disminuir la precariedad de la situación de dependencia económica de familias de algunos migrantes y fomentar acciones de solidaridad. Tal es el caso de algunos grupos de comunidades del centro del estado, quienes tratan de acompañar a familiares de migrantes y fomentar su comunicación con los ausentes. Existen también organizaciones modestas de paisanos de migrantes en Landero y Coss, Papantla, Tatahuicapan, Ursulo Galván y Veracruz­puerto. Algunos de ellos están coordinados con “clubes” de paisanos en Estados Unidos. Tales son los casos de Landero y Coss con Chicago, y de Papantla con “Akadochis”, Texas.

Organizaciones no Gubernamentales (ONG) también están promoviendo la organización de los veracruzanos para tratar de disminuir los costos de la migración. Destaca entre éstas la iglesia católica. Se ha instaurado en el estado la “Pastoral de la Movilidad Humana”, con encargados en la mayoría de las diócesis. Existe ya en una comisión de migración a nivel estatal. Se han establecido dos casas de migrantes, una en Veracruz­puerto y otra en Xalapa, y se está trabajando para establecer otra en Córdoba. Se está gestando también un movimiento pastoral de acompañamiento a familiares de migrantes y de organización de redes que brinden atención a migrantes y que promuevan la preservación de los lazos de pertenencia.

La academia empieza a involucrarse en la generación de información sistemática sobre el fenómeno, para evitar la proliferación de rumores y proveer a tomadores de decisiones y a la sociedad en general, de información que permita elaborar estrategias de incidencia que atiendan los efectos de la migración.

La respuesta del gobierno al fenómeno migratorio en el estado no ha sido consistente. La delegación regional del Instituto Nacional de Migración ha puesto en marcha diversas estrategias de atención al fenómeno migratorio y sus consecuencias, en particular el peligro de perder la vida durante el cruce indocumentado. El gobierno estatal durante mucho tiempo minimizó sistemáticamente la magnitud del fenómeno. En septiembre de 2001, la Subsecretaría de Desarrollo Político estableció la Coordinación Estatal de Atención a Migrantes. Otras dependencias, tales como la Secretaría de Educación y Cultura, empiezan a prestar atención a los efectos de la migración en la población veracruzana en edad escolar.

En los municipios se nota un interés cada vez mayor por atender los problemas que el flujo migratorio genera. Los presidentes municipales iniciaron sus períodos el primero de enero de 2001 y se tomaron un tiempo para conocer las condiciones de sus municipios y evaluar los recursos con que cuentan para elaborar estrategias de atención a los efectos de la migración. Algunos están trabajando ya. Tal es el caso de los alcaldes de Atzalan y La Antigua, quienes han establecido una oficina de atención a migrantes y sus familiares.

uuu

Los efectos de la migración en personas, familias y comunidades, e incluso en los municipios y el estado de Veracruz en su conjunto alertan sobre la necesidad de abordar el fenómeno integralmente, tanto en la dimensión estructural como en la humana. Si las condiciones de incertidumbre y desconfianza que el proceso está generando continúan o crecen, pueden afectar seriamente los tejidos familiar y social de los veracruzanos.

Como vimos, la juventud del fenómeno en el estado está creando un clima de temor, en torno al futuro que le espera de continuar la migración. Paradójicamente, dicho clima no parece impedir que cada vez más personas se incorporen al flujo. Esto es, los costos, los riesgos y el dolor inherentes al proceso y profundizados por su juventud, no desalientan a los veracruzanos en su decisión de migrar.

Experiencias de regiones del país con migración internacional tradicional nos enseñan que, conforme el proceso va madurando, las incertidumbres y los riesgos se van reduciendo, aunque nunca desaparezcan por completo. Pero tal maduración no es de ninguna manera espontánea; obedece a condiciones concretas propicias para la preservación y utilización de lazos sociales, originados localmente en las comunidades de origen y movilizados a través de las fronteras. Dichas condiciones incluyen la presencia de estructuras favorables, que sugieran a todos, migrantes potenciales y actuales, la conveniencia de mantener tales lazos, a partir de la posibilidad de generar condiciones que, en lugar de ampliar, reduzcan el espacio entre necesidades y expectativas y los recursos para satisfacerlas. Si las remesas generadas por la migración, junto con estrategias desarrolladas por sociedad civil y gobierno contribuyen a generar tales estructuras y, a largo plazo, propician la organización de comunidades internacionales o, por qué no, el retorno de los migrantes, bien. Si no, seguiremos presenciando la proliferación de miedos e incertidumbres, conforme más y más comunidades se incorporen al flujo migratorio y tengan que pagar, una por una, el precio de su juventud.


La mujer que quería ser árbol

Ilustración Ricardo Peláez...hacía un frío espantoso. En ese momento me vino a la mente tantas cosas. Mi familia, todo, todo pensé, pero nunca pensé en las víboras, en los animales. Jamás pensé en eso, yo me metí hasta el monte, en el mero árbol, quería transformarme yo en árbol, para que no me vieran los famosos gringos.

Total que se llegó el momento en el que a todos nos agarró una tristeza enorme de ver la situación en la que se vive, en ese momento piensa uno en todo, Qué estoy haciendo aquí, tengo mi familia, mi casa, mi... en todo piensa uno. Yo siento que así como pensé yo pensaron todos. (Esperanza, 2000)

Nota: El hijo mayor de Esperanza está preparándose para migrar hacia el norte, acompañado de su novia, los dos sin documentos migratorios (Notas de campo, julio de 2002).

“Más liberales”

La migración trae chismes, tanto para la familia, como para el migrante. Desde que se va el padre, se dice que las “hijas andan de locas” o que “la madre no cuida a los hijos”. (....) Se comentó que las esposas de los migrantes se vuelven “más liberales”: se separan de la familia y descuidan a los hijos. Tal es el caso de una chava que su marido se fue a Arizona. [El] le dejó una tienda para que la trabajara en lo que conseguía trabajo. Pero la chava cerró la tienda y paga a alguien para que le cuiden a su hijo. Y cada vez que habla su marido, ella dice que todavía tiene la tienda (Notas de campo, 2000).

“Ahí todavía es México”

Ilustración Ricardo PeláezGloria tiene 55 años y cuatro hijos. Entre sollozos, Gloria dice que está tratando de convencer a su hijo de que “sólo se vaya a Tijuana; ahí por lo menos es todavía México”. Otro hijo de Gloria había migrado a Estados Unidos un año antes, desde entonces, no sabe nada de él (Notas de campo, 2001).

Trabajar para ser pobres

En municipios del sur de Veracruz, antiguos ejidatarios empeñan los títulos de propiedad de sus tierras a los caciques del lugar, por 20 mil pesos, a una tasa de interés del 15 al 20 por ciento mensual, para financiar la emigración de alguno de sus hijos. Si todo sale bien, la deuda es saldada y el título recuperado. Si el migrante no encuentra un trabajo bien pagado, entonces la tierra se pierde, profundizando así la pobreza de la familia (entrevista con Erick Leonard, investigador del IRD y el CIESAS, 2001).

Otra pareja

Hay una desintegración familiar. El ambiente absorbente de allá lo aleja de la familia. No se envía dinero a tiempo para resolver los gastos de los que se quedan. Se van y no pueden regresar fácilmente, buscan otra pareja, las mujeres se quedan solas y busca refugio en [otro compañero].

Aunque se comuniquen, no sabemos su situación real. Sabemos que sufren allá, pero no cómo... Hay mucha soledad espiritual, familiar y social: allá es diferente (Taller Regional de la Pastoral de la Movilidad Humana, 2001).

Pantalones gabachos

Ilustración de Ricardo PeláezHay una pérdida de cultura, cambios, otros ideales. Se van muchos y regresan con otra cultura, superficial, materialista: [la migración] es un problema social. Se van a otros países con ideas liberales, evolutivas (sic). Se pintan el cabello, usan pantalones gabachos, pelos parados: la cultura está muy mal y son un ejemplo para los jóvenes de acá.

En México, la gente es creyente, devota, adoran a la virgen de Guadalupe. Necesitan fe y esperanza para seguir. Se van a Carolina y allá no hay templos católicos, sólo protestantes. Debemos enviarles libros, biblias (Taller Regional de la Pastoral de la Movilidad Humana, 2001).
 

* Investigadora del CIESAS-Golfo